El árabe. Richard C.Sarafian.







Ficha técnica: Año: 1976 País: EE.UU. Dirección: Richard C. Sarafian Guión: Morton S. Fine, Richard C. Sarafian, Alan Trustman, David M. Wolf. Música: Michael Kamen Fotografía: Michael Chapman Distribuye en DVD: Sogemedia Duración: 108 min.

Ficha artística: Intérpretes: Sean Connery, Cornelia Sharpe, Albert Paulsen, Adolfo Celi, Marco St. John, Ted Beniades, Charles Cioffi.

Generalmente es difícil poner una etiqueta en la casilla del género, pues las películas con frecuencia inavden diversos terrenos y combinan tramas. En este caso el motor de la historia es la economía, el control de las materias primas energéticas necesarias para el desarrollo de los pueblos. Los especuladores presionan sobre productos escasos, que no es sinónimo de inagotables, lo que no han tenido demasiado en cuenta los paises productores cuyos jeques se han paseado por los paraísos terrenales que les habían construido sus socios para que estuvieran entretenidos, sin pensar en el futuro de sus pueblos. Muchas ciudades costeras crecieron con el lujo desmedido de estos sátrapas, mientras sus súbditos permanecían en la ignorancia o desangrados por luchas religiosas.

El DVD del film de Sarafian se presenta con un lema corto: "En la guerra del petróleo no hay lugar para idealismos". La película comienza con una introducción a modo de documental televisisvo en el que se pone en antecedentes al espectador de que tres países , Kuwait, Arabia, Saudita y Tunez , se están coordinando para la instalación de industrias petroquímicas en su suelo, lo que produce gran inquietud en dos grandes potencias, Norteamérica y EE.UU. y una división en el seno de los amigos y aliados de EE.UU., que acaba con el asesinato de los líderes de los tres estados, usando a una bella prostituta (Cornelia Sharpe), que los mata tras seducirlos y llevarlos a la cama, cosa nada difícil.

Halil Abdull-Muhsan (Sean Connery) , diplomático saudí, llega a la sede de las Naciones Unidas, con el propósito de informar a sus integrantes de que el asesinato de su líder no ha producido cambios sustanciales en la decisión de su país, que pretende firmar un pacto de ayuda mutua con Israel, basado en el intercambio de energía y tecnología punta, y vender petróleo a las naciones necesitadas a bajo precio, lo que llevaría la paz a la zona. Lamentablemente tiene la misma debilidad que sus predecesores y caerá en la misma trampa que ellos.

El film, de débil ejecución, aporta un punto de vista tan interesante que merece la pena rescatarlo. Si vemos el mapa que se exhibe al comienzo de la película, sorprenderá que es en esta zona donde se están produciendo los conflictos que comenzaron en la plaza de Tahir en Egipto, movimientos en los que los pueblos exigen que se les devuelva lo que se les quitó y poder de esta forma acceder al desarrollo del que gozan los países consumidores de energía.

Pero hay un problema que apuntan los cineastas actuales: el maná que fue dilapidado puede que se esté agotando, cuando los países productores quieren subirse al carro del desarrollo. Esta denuncia se ha hecho en películas como Syriana, dirigida por Stephen Gaghan, Sin identidad, realizada por Jaume Collet-Serra (muy recientemente), y otras muchas, en las que príncipes árabes comienzan a invertir en investigaciones para la producción de alimentos, y buscan nuevos socios entre los chinos para rentabilizar las ganancias de sus pueblos.

El árabe de Sarafian se desarrolla en los momentos en que existía la ilusión de un crecimiento sostenible sin fin, en el que la avaricia jugaba más rápidamente que Hali Abdull-Muhsan con sus dados; la contrapartida era el asesinato económico de los disidentes. Hoy la quimera se ha desvanecido,aunque no para todos.

De aquellos barros estos lodos.



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