I'm still here. Casey Affleck.



Casey Affleck o 'Juan Palomo'



Joaquim Phoenix, colaborador necesario.


Ficha técnica:


Año: 2010.
País: EE.UU.
Duración: 108 minutos.
Director: Casey Affleck.
Guión: Casey Affleck y Joaquim Phoenix.
Producción: Casey Affleck y Joaquim Phoenix.
Montaje; Casey Affleck y Dody Dom A.E.C.
Fotografía: Casey Affñeck y Magdalena Gorka.
Productor; Amanda White.
Productores asociados: Nicole Acacio, Larry Michale y Justin Springer.
Música original y letras: Marty Fogg.
Compañía productora: They are going to kill us productions.
Distribuidora: Magnolia Pictures.

Ficha artística:

Reparto: Joaquin Phoenix, Antony Langdon, Carey Perloff, Larry McHale, Casey Affleck.

Web oficial:





En un primer momento , cuando el film no se se había estrenado, se dijeron muchas cosas que a la vista de la obra concreta quedan un poco descolocadas:

Joaquin Phoenix y su cuñado el actor Casey Affleck (El diablo bajo la piel) protagonizan una travesura, un falso documental sobre la 'mala vida' del primero, en el que se reparten los papeles: uno es el protagonista y otro el director. Phoenix, cansado de la vida de actor , se transforma en un rapero maloliente y barbudo, y se sumerge en un mundo en el que fluye el alcohol, la droga, las mujeres y se dan conciertos de dudoso éxito. Gonzalo de Pedro (Dos tontos muy tontos. Diario Público, 11 de febrero de 2011) sostiene que si I'm Still Here no se estrenara en cines, los dos años de rodaje del falso documental, durante los que Joaquin Prhoenix mantuvo la mentira y defendió su nueva vida como rapero desafinado y maloliente, aunque tenga ideas brillantes, se podría pensar que son una broma de tontos, hecha por tontos que hacen tonterías, y con un mensaje paternalista: los ricos también lloran. Afirma que no es un 'mockumentary', es decir, un género que se mofa del documental, sino un artefacto-performance-espejo en el que se superponen la realidad y la ficción, aunque acabe imponéndose la ficción pues es imposible asumir una falsa muerte de Phoenix. En el ámbito del documental no puede morir, en el de la ficción si, ya que su figura abandona el territorio de la crónica para entrar en el del relato. (Carlos Losilla. La vida que no es. Cahiers du Cinema,febrero 2011).





El film da la impresión de ser un juego metacinematográfico superficial; Carlos Losilla mantenía, al contrario que Gonzalo de Pedro que podía tratarse de un falso documental, que al utilizar personajes reales le proporciona un effet du réel (Roland Barthes), aunque da la impresión de estar más preocupado por su propia construcción (timings, elipsis, roles arquetípicos) que de revolucionar el modo de representación. En el fondo es una crítica de Hollywood que devora a sus hijos, y de los efectos devastadores en éstos, que busca un distanciamiento que pasa por la intimidad hecha espectáculo, por otro lado tan actual.

Más que un mockumentary o género que se mofa del documental o un artefacto- performance-espejo en el que se superponen la realidad y la ficción, como afirmaba Gonzalo de Pedro en Diario Público, es una mentira total, con forma de documento, en la que director y actor-protagonista demuestran que en esta sociedad de mierda, como dicen los jóvenes blogueros (ver Septimo Arte. La última noche ) se puede ganar dinero a costa de los que ganan dinero parasitando a los que ganan dinero. Esa es la cadena. Un producto dadá que logró engañar incluso al prestigioso conductor de programas de entretenimiento, David Letterman, que, descubierto el pastel, fue al que concedió Joaquim Prhoenix su primera entrevista, consciente de que se podía vengar y machacarlo. Todos cayeron en la trampa, incluido Puff Daddy, que se prestó a escuchar el bodrio de Joaquim, cuando seguro que tira miles de maquetas de jóvenes músicos en busca de una oportunidad a la papelera. Le hace ver que grabar en sus estudios (espectaculares) un disco de hip-hop o de rap, géneros enraizados en la sociedad más marginal, exige una gran inversión.

Es penoso ver a las multitudes yuppies con sus móviles de última generación inmortalizando el momento en que el actor da su primer concierto en Miami, espectáculo al que nos tiene acostumbrados la tele-basura. El personaje, degradado, sucio, mal peinado, ocioso y de mal carácter se ríe también a mandíbula batiente de los millones que se regodean con las tonterías que se cuelgan en la red. Si Duchamp y su grupo firmaban inodoros y los vendían a precios millonarios, Casey Affleck ha hecho un ejercicio parecido: vender una basura a precio de oro y reirse de los que la compran. El joven director no ha creado el sistema, lo ha usado para dejar un testimonio de la sociedad lamentable que nos ha tocado vivir.

La forma de documental es la gran mentira en la que se envuelve un film, que sólo tiene de real la situación que describe y la filiación del actor. Nadie debe escandalizarse al ver una fotografía fija de lo que vive todos los días, sometido a la dictadura de las audiencias. Comparto la afirmación de Peter Travers (Rollig Stone) de que el film es un sorprendente descenso al corazón de nuestra cultura de 'reality'. Igual de acertado me parece el análisis de L.Martínez del diario El mundo, cuando se plantea que si Phoenix miente, Marlon Brando es un aprendiz.




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