Midnight in Paris. Woody Allen.


Ficha técnica:

Año: 2011.
Duración: 100 minutos.
País: EE.UU.
Director: Woody Allen.
Guión: Woody Allen.
Música: selección del director.
Fotografía: Darius Khondji
Coproducción EEUU-España; Gravier Productions / Mediapro.

Ficha artística:

Reparto: Owen Wilson, Rachel McAdams, Marion Cotillard, Michael Sheen, Kathy Bates, Carla Bruni, Alison Pill, Tom Hiddleston, Léa Seydoux, Adrien Brody, Kurt Fuller, Corey Stoll, Mimi Kennedy, Gad Elmaleh, Nina Arianda, Marcial Di Fonzo Bo, Adrien de Van

Web oficial: http://www.midnightinparislapelicula.com

Premios 2011: Festival de Cannes: Sección oficial largometrajes (fuera de competición)

Sinopsis oficial:

Midnight in Paris es una comedia romántica ambientada en París, un regalo del gran mago creador de ilusiones y de ese gran cínico que es Woody Allen. El film proporciona una visión, no carente de ironía, de una familia potente americana que viaja a la ciudad del Sena acompañada de su hija y su prometido, un desengañado guionista de Hollywood, enamorado de París. Las experiencias que tienen en la capital francesa cambiarán sus vidas.

Comentario.

Midnight in Paris, la hora de los fantasmas. Woody Allen hace resumen de su existencia y encuentra en Owen Wilson el ser en que reencarnarse para que no se apague su luz. Es difícil sintetizar en un post todas las sensaciones que se han agolpado en mi cerebro en esos cien minutos en que han pasado tocando todos mis sentidos las películas, la música, el arte que han iluminado la existencia de ese sector de la población que se baña en la utopía y que se refugia en su ilusiones huyendo del crudo pragmatismo de la vida real.

Annie Hall, La rosa púrpura de El Cairo, El tercer hombre, Ella Fitzgerald, Cole Porter, Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway, Mark Twain, Buñuel, Miró, Dalí, Man Ray, Modigliani, Degás, Rodin, Gertrud Stein, y tantos otros a los que dio acogida a principios del siglo XX, en los años del charlestón, la ciudad del Sena, la antigua Lutetia. Woody Allen no nos lleva a la ciudad turística, sino a la de la luz empobrecida, a la del parisino cotidiano que disfruta de los días de lluvia en los que la ciudad se goza pero no brilla, y con un filtro que la envejece y la hace inmortal.

El cineasta somete a examen a su profesión por medio de un guionista, Gil (Owen Wilson), de Hollywood , desencantado de su rutinario oficio y comprometido con una joven millonaria, Inez (Rachel McAdams), cuyos padres, llegados a París para realizar un fusión de empresas, generadora de dolor humano, lo ningunean y lo menosprecian. Su prometida le considera un chalado, y lo rebaja ante un amigo, Paul (Michael Sheen) que ha llegado a la ciudad con su superficial novia, para dar una conferencia en la Sorbona, momento en que entra en escena Carla Bruni, que francamente está muy bien en su pequeño papel de guía. Pero nuestro personaje ha venido a Francia a impregnarse del espíritu protocomunista, según su futuro suegro, de aquellos que se negaron a ser arrastrados a la ratonera de Irak, y a recorrer las calles por las que caminaron los hombres que constituyen su imaginario de escritor, y no piensa renunciar esta vez a ello. Por un momento se va a sentir inmortal.

Perdido en las calles de Paris, atrapado en su indumentaria de guionista en un mundo que no le satisface, como la mujer de La rosa púrpura de El Cairo, el mundo surreal sale a su encuentro en forma de taxi cargado con sus fantasmas. Cada noche acudirá a su cita e irá pasando revista a su vida y reelaborando su libro. Llega a la conclusión de que para escribir bien debe renunciar a muchas de sus ilusiones, a su tienda de la nostalgia repleta de memorabilia (cosas dignas de ser recordadas), especialmente su añoranza del pasado. Woody Allen en plena lucidez nos recuerda que hoy el mundo está poblado de seres a los que no ha tocado la Diosa Fortuna y que en tiempos venideros serán contemplados como lo son ahora Degas, Porter o Fitzgeral, y que no se puede desaprovechar el presente, lo único que tenemos, sino estar atentos para que las luminarias que enciende el capital nos impidan ver lo que se encuentra en las sombras.

La absenta de ayer es el valium de hoy y el hombre sigue debatiéndose entre vivir su propia vida o dedicarse a adorar al becerro de oro. Agradabilísimo paseo por la capital cultural del mundo acompañados de los fantasmas del director y su desprecio hacia los pedantes emblematizados en el personaje representado por Michael Sheen, sustituto de aquel pretencioso que pontificaba sobre McLuhan en la cola del cine en Annie Hall. Entonces salió en ayuda de Woody Allen el propio McLuhan, hoy ayuda a Owen Willson Carla Bruni.

Woody Allen en su salsa y haciendo repaso de su vida y de la de tantos otros que le han acompañado a lo largo de los años y han sufrido con él depresiones, decepciones, hipocondrías y por último resignación ante un fin inevitable, único argumento de la obra en palabras de Gil de Biedma. Los actores están magníficos en su papel y Owen Wilson ha sido la mejor elección para sustituirle. Nadie mejor que el grupo de surrealistas entre los que se encuentran Buñuel, Dalí y Man Ray, para entender que el cineasta norteamericano se permita incluso el lujo de gastar una broma al pasado, incluyendo en un viejo libro una referencia al regalo de unos pendientes que Gil hizo a Adriana, ex-amante de Modigliani y de Picasso, una grupi de los artistas, (maravillosa Marion Cotillard) denominación que supone un guiño a los que no tienen edad suficiente para cargar con tanto peso de experiencias no vividas.

Si alguien tiene una tarde para soñar y dejarse guiar por la magia del realizador casi octogenario, le recomiendo que se vaya al cine, donde, como dice Serrat, los fantasmas del Roxi son algo más que un rumor.


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