Vampyr. Carl Theodor Dreyer. 1932





Ficha técnica:

Año: 1932.
Título original: Der traum des Allan Grey.
Dirección: Carl Theodor Dreyer.
Guión: Carl Theodor Dreyer y Cristen Jul, basado en la novela In a glass Darkly ( Las criaturas del espejo) de Joseph Sheridan Le Fanu Wolfgang Zeller.
Música: Theodor Dreyer.
Productores: Julian West.



Ficha artística:

Allan Grey: Julian West
Bernard, el dueño del castillo: Maurice Schutz.
Gisele, su hija: Rena Mandel.
Leone, su otra hija: Sybille Schmitz.
El doctor Marc: Jan Hierominko.

El film ha sido editado merced a la colaboración de la Cineteca del Comune di Bologna y el Stittung Deutsche Kinemathek de Berlín, con ayuda de ZDF/ARTE, y distribuido por Conti Film GMBH . Perdidos los originales, sólo se conservan tres versiones diferentes en alemán, francés e inglés. El transfer digital ha generado controversias, pues al trasladar las imágenes al formato digital, si bien se elimina la suciedad, se alteran los efectos de las sobreimpresiones, sfumatos o difuminados, que llevaron a cabo Dreyer y su director de fotografía.

En diciembre de 2009 la revista especializada Cahiers du Cinema dedicaba un amplio espacio al premiado como mejor DVD de 2009 por la citada publicación. José Manuel López escribía un artículo, De entre los muertos, en el que afirmaba que :" (...) Versus rescata ahora del reino de las sombras el Vampyr de Carl Th. Dreyer. Otra de esas películas casi secretas que...vagaban entre la bruma de filmotecas y cineclubes corriendo el riesgo de volverse, en palabras de Serge Daney, mas conocidas que vistas, de gozar de más respeto que difusión".













Cuando visionamos el film acude se revela en nuestro imaginario su influencia en tantos y tantos directores del género. Si recorremos el camino al revés, el film de Dreyer se siente como un dejà-vu, una sensación de haber visto esas imágenes antes, debido a la dificultad de disfrutar de la obra original que señala José Manuel López. El estilo de Dreyer es moderno, minimalista, altamente expresivo y con inquietantes dosis de surrealismo. Auténtico cine que expresa más con la imagen que con los diálogos, y narra los antecedentes de la historia contada apoyado en el libro de Paul Bonnat, Die Seltsame Geschichte der Vampyre (La extraña historia de los vampiros), es sobresaliente por el uso magistral de múltiples recursos cinematográficos y efectos de distanciamiento que permiten una visión sosegada de la obra. Travellings, contrapicados, planos secuencia con entradas y salidas de los personajes en campo, sombras chinas y actores procedentes del cine mudo acostumbrados a expresar todo tipo de sentimientos con su rostro, desde la dulzura al terror, mantienen la atención del espectador a lo largo del metraje.

Comienza la narración con un texto escrito sobre una tela de araña en la que están atrapados los secretos que descubre el protagonista, el buñueliano Allan Grey, un joven soñador perdido en la frontera entre lo real y lo sobrenatural e interesado en el estudio de la demonología y las tradiciones vampíricas del pasado. Su llegada a una posada cerca del río en la aldea de Courtempierre nos trae a la memoria la de los dos jóvenes creados por John Landys , mucho más tarde, en Un hombre lobo americano en Londres (1981), y el anuncio amenazante con el nombre del hotel en una noche de luna llena. Un hombre con una guadaña, símbolo de la muerte, refuerza la diégesis de terror.

Inquieto se instala en la posada y comienza una pesadilla en la que flota la eterna pregunta de quién puede resolver el puzzle de la vida y la muerte. La cámara recorre circular las paredes y muestra aquellos objetos con los que Dreyer quiere asustar al espectador que destilan herrumbre, decadencia, y una mezcla de ciencia, religión y atracción sexual por las bellas mujeres protagonistas: morteros, calaveras, sillones viejos, relojes...Especial terror produce entre los habitantes de la pequeña comunidad un personaje al que llaman pata de palo.










Siguiendo las sombras se adentra en el bosque y llega a un castillo aislado, elemento gótico imprescindible en un film del género, donde habita un hombre que había entrado en su habitación y le había dejado un paquete que sólo debía abrir si él moría; este hombre vive con sus hijas Giséle y Léone y un pequeño séquito, en el que se incluye una religiosa y un médico que sólo acude por las noches. Producido el óbito del señor del castillo, abre el paquete que contiene un ejemplar de la obra de Paul Bonnat, un informe sobre vampiros que habiendo cometido actos atroces en vida e incapaces de hallar la paz en el ataúd se levantan de su tumba las noches de luna llena, para chupar la sangre de aquellos que rebosan juventud, entre los que se encuentra Léone. De esta forma prolongan su existencia sombría, aliados con el Príncipe de las Tinieblas, que les concede un poder sobrenatural sobre los vivos y los muertos, con la condición de que pervierta las almas de sus víctimas y las induzcan al suicidio quitándoles toda esperanza de salvación. Un estigma en el cuello parecido al mordisco de una rata es el signo de la perdición. En resumen, toda la tradición vampírica en la que puso su grano de arena John William Polidori la noche que, reunido con Mary Wolstonecraft Shelley y Lord Byron en Suiza, escribió su famoso relato El Vampiro, cuyo protagonista, lord Ruthven, representa el alter ego de Byron. Aquí empieza la tradición vampírica literaria. En la historia del sueco se acaba con el muerto viviente con una estaca de hierro clavada en el corazón, no de madera, y el resultado es la liberación de su víctima.

La tradición de los vampiros y el rito para acabar con ellos enlaza incluso con las leyendas judeo-cristianas; un retablo del Museo San Pío V de Valencia narra como se mató a Adán, con una estaca de madera del huerto de Getsemaní. (Ver retablo de San Bonifacio Ferrer). La secuencia más espectacular del film es aquella en la que Allan Grey, dormido en un banco del parque, se desdobla en dos, y mientras su cuerpo sigue inconsciente su doble (su subconsciente), sobreimpresionado en las diferentes localizaciones, descubre el lugar donde reposa el vampiro en su ataúd. Toda la secuencia, de gran carga onírica, es un ejercicio de maestría. Al final todo parece haber sido un sueño del personaje al que se presenta como un joven fantaseador, interpretación implícita en el título original Der traum des Allan Grey, es decir El sueño de Allan Grey.

En el cine posterior hemos visto de forma recurrente a criados de estos seres malignos, sombras de criminales ejecutados o muertos en circunstancias excepcionales, como en Los otros de Alejandro Amenabar. Entre ellos se encuentra el doctor diabólico, tan repetido en el cine, que muere en una sala con engranajes del molino, que recuerda el mecanismo de un reloj que marca el fin de su tiempo entre los vivos, con cuyo péndulo se ha acabado con su sirviente pata de palo. El cine de Dreyer es una fuente constante de inspiración para los cineastas y sus huellas son visibles.

Muchos jóvenes, acostumbrados a los efectos de las nuevas tecnologías, de los que no podemos prescindir porque vivimos en el siglo XXI, pueden quedar decepcionados, pero es recomendable que no dejen de ver la cinta para comprender sobre qué bases se fundamentan los mitos de un género que tanto les atrae. Se sorprenderán como ya lo hicieron cuando vieron El amo de la casa (1925) y la avanzada defensa qye hace el cineasta de la igualdad de la mujer.



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