Candilejas: Charles Chaplin,







Juan Manuel Serrat, el cantautor humanista, el amante de esas cosas pequeñas que definen al hombre, dedicó este homenaje a los 'titiriteros', sus penalidades y tristezas, que gracias a su magia, se transforman en la felicidad de su público.



Ficha técnica:

Título original: Limelicht.
Año: 1952.
Duración aproximada: 137 minutos.
País: Reino Unido.
Dirección: Charles Chaplin.
Escenografía: Charles Chaplin.
Ayudante de realización: Robert Aldrich.
Música: Charles Chaplin; arreglos: Ray Rasch y Charles Chaplin; Dirección musical: Keith Williams.
Director de fotografía: Roland Totheroh.
Fotografía:Karl Strauss.
Dirección artística: Eugene Lourie.
Dirección de sonido Hugh McDowell.
Edición del film: Joseph Engel.
Edición de sonido: Harold McGhan,
Maquillaje: Ted Larsen.
Producción: Celebrated-United Artists
Ayudante de producción: Jerome Epstein, Wheeler Dryden.

Ficha artística:

Reparto: Charles Chaplin, Claire Bloom, Buster Keaton, Sydney Chaplin, Ingel Bruce, Norman Lloyd, Marjorie Bennet,, Wheeler Dryden, Andre Eglevsky, Melissa Hyden.


Sinopsis:


La última película americana de Chaplin, (tuvo que huir del país por la Caza de Brujas que inició el Comité de Actividades Antiamericanas, inspirado en el ideario del Senador McCarthy) , narra la historia de un comediante,el Señor Calvero, vieja gloria de la comedia ( Charles Chaplin), y sus esfuerzos por ayudar a una descorazonada bailarina que ha dejado de creer en la vida. Para conseguirlo se valdrá de todos sus conocimientos en el mundo del teatro. El film se presenta con una sugestiva leyenda: "Historia de una bailarina y un payaso", al menos en el doblaje español, que muchas veces apenas tiene relación con el espíritu que inspiró la obra original.

Comentario:

Es cosa sabida que la diégesis cinematográfica se construye con la propuesta del realizador y las experiencias de los espectadores: Todos y cada uno de ellos presenta un aspecto parcial de la obra, que contribuye junto con los demás a construir el mosaico del bello mensaje del ya maduro mito de la pantalla.

Esta historia que tiene su background en el cuento de El soldadito de plomo, al que le falta una pierna, que se enamora de la bella bailarina, trasciende en la vida real al afecto que se profesan, sea cual sea la calidad del mismo, un viejo comediante en decadencia, causa de su desempoderamiento, y una joven que atraviesa un momento difícil de su vida. El cine de Chaplin ha tenido siempre la virtud de reflejar la enorme dignidad que se esconde tras la pobreza material: no todos los miserables son sublimes, pero la excelencia está en cualquier parte. Recordemos el desayuno de El chico, en el que no falta el batín , las zapatillas, la mesa bien puesta, los modales, que como los caballos que arrastran la carroza de la Cenicienta, no son más que ratones y una calabaza, dotados de la más bella apariencia; o el paralelismo en las formas entre el rico y el pobre en La clase ociosa.
En Candilejas, el viejo titiritero antepone la existencia al dolor y el fracaso, producto de la fantasía humana; la vida es deseo, deseo de vivir, afirma, y no se le debe buscar un significado. Al final, concluye, el tiempo es un gran autor y siempre da con el final perfecto. El mundo es un gran escenario, y en su última actuación ofrece al público su vida, dotada de dignidad, de verdad, de amor propio. El público le corresponde con su último éxito. Su sacrificio tiene otro sentido noble: descargar a Terry, su joven pupila, de la pesada mochila del agradecimiento, del respeto, de la enseñanza de cómo sobrellevar la tristeza, que confunde con el amor, y sentencia que nada se pierde, sino que sólo cambia.

Magnífica su actuación con otra vieja gloria, Buster Keaton, que no quieren un triunfo, sino que luchan con el olvido, resumido en el sintagma de los viejos tiempos. El cantor de los pobres, el viejo y degradado titiritero nos lega un gran homenaje a la humanidad, que desecha a los ancianos que tienen tanto que ofrecer, superado el deseo sexual, la lucha por alcanzar objetivos en la vida y que tienen derecho a un retiro placentero, aunque sea tocando en la calle, como en sus inicios. Así lo vió Ciceron en su Canto a la vejez, y así lo sintió en su experiencia de convivencia con el Señor Calvero la joven Terry.

El mundo desprecia lo que no es joven y practica el edadismo, la marginación de los ancianos. Las crisis que nos alejan del consumismo desenfrenado, puede que nos devuelvan un poco de la humanidad que irradiaba el gran Charles Chaplin. Algo vió en sus mensajes el Comité de Actividades Antiamericanas para considerarlo un comunista ; fue agredido verbalmente por más de 100 periodistas durante una conferencia de prensa y se crearon carteles promulgando su expulsión del país, impulsadas por parte de diversos políticos que se sentían amenazados por su pensamiento, llegando a acusarle de proxeneta. La vieja Europa, lo miraba con reverencia y en 1948 la Asociación Francesa de la Crítica Cinematográfica propuso a la Fundación Nobel de Suecia su candidatura al premio Nobel de la Paz. En 1950, mientras organizaba el guion de Candilejas, vendió el 75% de sus acciones en la United Artists a un grupo dirigido por el cineasta Arthur Krin. Cuando se estrenó en 1952 declaró: «Creo en la libertad. Ese es mi único credo político». Decepcionado por la persecución de que era objeto, decidió abandonar el hotel en el que residía y viajar a Londres, tras 21 años de ausencia, embarcadando junto con su familia en el Queen Elizabeth. Pero las Furias no dejaron de perseguirle y al día siguiente de su huida el gobierno estadounidense solicitó, a través del Ministerio de Justicia, su internación en la isla Ellis si retornaba a Estados Unidos. Mientras, en Inglaterra las multitudes aclamaron al hombre maduro que había entregado su vida y su magia a esa 'máquina' de crear ilusiones y deseos, que es el cine.

Hoy nos conviene recordar que son precisamente los valores que él defendia, la libertad, la dignidad, el amor propio, que hace al hombre lo que es, y no queremos entonar el canto que William Shakespeare pone en boca de Marco Antonio (Marlon Brando), en su obra Julio César: ¡Oh, raciocinio, has ido a refugiarte en los irracionales, porque los hombres han perdido la razón"


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