El Código Da Vinci. Ron Howard.



Ficha técnica:

Título original: The Da Vinci Code.
País: EE.UU.
Año: 2006.
Duración: 149 minutos.
Dirección: Ron Howard.
Guión: Dan Brown & Akiva Goldsman.
Música: Hans Zimmer.
Dirección de Fotografía: Salvatores Totino.
Compañías: Sony Pictures, Clumbia Pictures.

Intérpretes:

Tom Hanks
Ian McKellen
Audrey Tautou
Alfred Molina
Jean Reno
Jean-Pierre Marielle
Paul Bettany
Etienne Chicot

Sinopsis:


Asesinado conservador del Louvre Jacques Saunière (Jean-Pierre Marielle) , las sospechas recaen sobre el profesor de semiología, o semiótica en el mundo anglosajón, Robert Langdon (Tom Hanks). La única forma que tiene de demostrar su inocencia es aliarse con Sophie Neveu (Audrey Tautou), la nieta del Saunière, iniciando con ella una investigación en torno a un criptex que éste ha dejado a su 'nieta' y que les llevará hasta las entrañas del cristianismo, lo que que pondrá sus vidas en peligro.

Comentario.

Vamos a traspasar esa delgada línea roja, que con el aviso de producto mainsetream desacraliza la obra en la que se coloca, y a partir de este hecho cualquier descalificación es aceptada por los popes del cine, haciéndonos olvidar que nada ni nadie es inocente. Se califica el film de Ron Howard de película sobre la religión; otras páginas la tratan de fiambre secular, morbo acnéico sobre semirisibles ( o son risibles o no lo son) misterios en obras artísticas..., mientras se les pasa por alto obras tan místico-religiosas como El árbol de la vida, que ha decepcionado tanto al gran público, atraído por Brad Pitt y Sean Peen, como al espectador de cine en versión original, que se ha encontrado con una oración religiosa sin esperarlo.

Quizás lo que más duele es que Ron Howard ha llenado los cines y ha trasladado a las masas, basándose en la novela de Dan Browun, la primera clase de arte de cualquier Universidad: que científicos, artistas, constructores de catedrales., etc. se integraban en sociedades secretas, se llamaran Priorato de Sión, Illuminati o de cualquier otra forma, y juraban no revelar los secretos de sus progresos o avances científicos. Inde locum fabulae ac miraculo datum, diría Tito Livio (Ab urbe condita):" De ahí surge la base de la fábula y el milagro", del que no está exenta la película de Ron Howard con alguna imagen subliminal de ciertos excesos en la realización de los ritos de la sociedad secreta; muchos regímenes totalitarios identifican a los masones con cualquier movimiento revolucionario, todos ellos sub rosa, es decir secretos, cuando sólo existe esta ligazón entre ellos: la clandestinidad, (comunismo, primer feminismo revolucionario, liberalismo masón...).



También cualquier estudiante de arte sabe que Da Vinci se expresaba con códigos en sus obras maestras, como Santa Ana, la Virgen y el Niño, en la que el manto de la virgen se convierte en un cuervo que se mete por la boca de su hijo, y en el que el pintor confesaba su complejo de Edipo y su homosexualidad; que La Gioconda tiene un sexo ambiguo, con la mitad de su rostro, la izquierda, que simboliza a la mujer, más grande que la derecha que representa al hombre; y ahora Dan Brown nos hace fijarnos en que en La última cena no hay cáliz, elemento ritual básico en la liturgia cristiana.






La doctrina cristiana y sus dogmas se han ido elaborando a lo largo del tiempo, y algunos son muy recientes, como la creencia en la dormición y asunción de la Virgen, impuesto por Pío XII el 1 de noviembre de 1950: «Pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado; que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste». El concilio de Nicea (año 325 d.C.) hizo una selección de los evangelios canónicos y a los demás los declaró apócrifos, lo que ha dado pie a que haya quien ve incluso ovnis en estos últimos; las Cruzadas no se las inventó Dan Brown, ni la ejecución de templarios un viernes 13 (fecha trasladada al cine con carácter nefasto) del año 307 por orden de Felipe IV de Francia, tampoco. La voz griega Cristo correspondía al nombre con el que se designaba a muchos príncipes asiáticos, que fue traducido por la Iglesia como 'ungido'. Pero no es nuestra intención entrar en la interpretación de dogmas y concilios en los que se fue elaborando la doctrina cristiana, sino simplemente señalar que a quien le parezca risible todo este entramado, que reflexione sobre su propio discurso y sobre las calamidades que el hombre ha padecido en su nombre y lo que tuvo que inventar para escapar de la hoguera.






Ron Howard, basándose en la obra de Dan Brown, recoge estos materiales, que están a disposición de cualquiera, y comete un pecado capital: divulgarlos a las masas en forma de producto Blockbuster, logrando que le acompañen en su aventura un grupo de buenos actores y Hans Zimmer para elaborar su score musical. Su fin no es otro que colocar a la mujer en el centro del Universo y convertirla en esa piedra sobre la que Dios edificó su iglesia. Es, desde luego una ficción, que intenta aplicar las teorías de semiólogos actuales, como Martin Jay, que afirman que el feminismo y la semiótica son los instrumentos más adecuados para hacer progresar al hombre; en la obra de Ron Howard los vemos entrelazados sutilmente.

Partiendo de los datos enunciado someramente antes, el Priorato de Sión, parece que fue una ficción creada por Pierre Plantard, que los atribuía a un tal Berenger Saunière, que hacia descender esta asociación secreta de la Orden de Sion, fundada por los templarios. El Priorato defendía que la dinastía merovingia era descendiente directa de Jesús, cuya esposa era María Magdalena. Como la realidad supera la ficción en tantas ocasiones, parece que algunos historiadores han hecho un estudio genético de los restos de Aragunden, una de las primeras reinas de esta dinastía y han descubierto que no tiene rasgos asíaticos, de Oriente Medio, de donde eran Jesús y María Magdalena; olvidan algo muy importante: que los restos de ambos jamás han sido encontrados, y no se puede establecer ninguna comparación. Jesús está en el cielo para los cristianos, por lo que sólo queda la mujer en la tierra. ¡A por ella!

Combinando todo este galimatias, que incluye sangre real, sociedades y códigos secretos que evitaban la hoguera, misterio de lo oculto...Ron Howard convierte a una mujer, la nieta de un vigilante del grial, llamado curiosamente Saunière, en la legítima heredera de la dinastia fundada por Jesus y María Magdalena, que todos intentan hacer desaparecer para volver al equilibrio de la fe y la creencia en que los cruzados buscaban el cáliz de la cena, que hoy se dice que está en Valencia, donde lo llevó Martín el Humano a principios del S. XIV, aunque historiadores que lo han tenido en sus manos denuncian que es una copa de Almanzor. Por supuesto no olvida al Opus Dei, organización si no secreta, bastante opaca.

Este debate, oculto en los entresijos de los creadores de dogmas, ha salido a la luz pública ni más ni menos que con una película dirigida al gran público, que convierte a una mujer no creyente , representante fiel de su tiempo, en rectora de una de las mayores fuentes de poder terrenal: La religión, a la que el semiólogo, interpretado por Tom Hanks aconseja que colabore desde su posición a mejorar el mundo; muy significativa la última imagen de la joven, que haciendo una broma a su colaborador, hace un amago de caminar sobre las aguas, retirándo su pie inmediatamente en un guiño muy expresivo. Malik la hubiera hecho volar, y todos tan felices.

Creo que debemos ser mucho más claros al criticar un film, para que todos sepamos de qué hablamos. Respecto al enredo en que se basa la historia, es un terreno movedizo en el que algunos se mueven muy bien, porque lo han venido haciendo desde hace siglos, y sus códigos, risibles o no, han sido aceptados por sus fieles como dogmas de fe; el problema es que con la difusión masiva de los medios de comunicación, ya sean de masas o de élites, es inútil amenazar al que quiere conocer, y parece que son muchos los que han leído la novela de Dan Browun y visto el film de Ron Howard, y han descubierto por primera vez, a pesar de haberlo visto muchas veces, (escotoma negativo), que Leonardo se olvidó de pintar el famoso grial en su última cena.

A mi no me importa esta historia, ni he leído a Dan Brown, pero sí me interesa el nuevo modo de representación de la mujer, precisamente en películas dirigidas al gran público, que va introduiciéndose en el imaginario colectivo, que rechazaría como una antigualla verla recluida en la cocina con un delantal. Hoy es una detective especilalizada en el análisis de criptogramas, después una científica que trabaja en el acelerador de partículas, o una guerrera que destruye desde dentro una nave espacial (Jon Favreau)...Un semiólogo le irá ayudando a desambiguar signos polisémicos que constantemente construyen los amantes de lo oculto, que no son pocos ni desinteresados. Un film de entretenimiento que no necesita imaginar historias rocambolescas, se las dan hechas.

Tampoco es inocente el lugar donde se esconde el secreto del Priorato que todos buscan: la Pirámide que Ieoh Ming Pei, arquitecto estadounidense de origen chino, erigió delante del Museo del Louvre, que descansa sobre otra pirámide invertida, encima de tres galerias del famoso museo: espada y cáliz, hombre y mujer, tradición y modernidad, son signos contrapuestos, en los que el cristal se convierte, otra vez más, en el símbolo de la mujer para unos (Gacía Lorca) o de la virginidad y la trasparencia para otros.




La atracción de mucha gente por los código de Leonardo, se materializa en cualquier sitio de Internet.


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