Ana Karénina. Julien Duvivier.
Ficha técnica:
Título original: Ana Karenina
Año: 1948.
Duración 11 minutos.
País: Gran Bretaña.
Dirección: Julien Duvivier.
Guión: Jean Anouilh, Guy Morgan, basado en la novela de Leon Tolstoy.
Producción: Alexander Korda.
Vestuario: CecilBeaton.
Director de fotografía: Henri Alekan.
Efectos especiales: W. Percy Day y Cliff Richardson.
Música: Constant Lambert.
Edición: Russell Lloyd.
Manager: R. Kinnoch.
Productores asociados: Herbert Mason.
Compañías. London Film Studios, Shepperton England, Twentieth Century Fox Film Corporation, Alexander Korda's Productions; distribución: British Lion Films y London Films.
Intérpretes
Vivian Leigh: Ana Karénina.
Ralph Richardson: Karenin.
Kieron Moore: Conde Vronsky.
Hugh Dempster: Stepan Oblonsky.
Sinopsis.
Adaptación cinematográfica de la novela de Leon Tolstoy, Ana Karénina, una alta dama de la sociedad rusa, lleva una aburrida asistencia junto a su marido, un hombre de frío corazón mayor que ella. Sin embargo su vida sufrirá un giro inesperado al conocer al hijo de la condesa Wronsky.
A la hora de construir un personaje e incorporarlo a nuestro imaginario particular, pesa tanto la diégesis construida por el escritor o el realizador cinematográfico,como la experiencia extradiegética del lector/espectador. Existen varias Anas Karéninas: la literaria, la cinematográfica y la elaborada por la imaginación de cada uno de nosotros, y siempre saldremos algo defraudados de cualquier versión hecha por otro; la de Julien Duvivier resulta bastante convincente, vista a través de la lente deformante del ambiente que la rodea, grandes angulares que mestran un escenario inestable.
En mi adolescencia era mi heroina, la mujer que se enfrentó a todo y a todos para defender sus sentimientos, incapaz de soportar la máscara de la hipocresía en un mundo repleto de 'caretas'. Pagó cara su osadía, no sólo por el aislamiento a que la sometió la aristocracia afrancesada decadente, incapaz de ver que su tiempo se estaba agotando y que pronto se convertirían en fantasmas soberbios de museo, sino, lo que es peor, por el abandono de las personas que más quería, que no quisieron acompañarla en su destierro social. Ese monstruo que presidía sus sueños, un revisor de los enganches y mecanismos del tren, era el símbolo premonitorio del destino final de una mujer desencantada con la vida, que decidió que ya no quería seguir viviendo y se dejó arrollar por un tren.
León Nikolaeivich Tolstoy fue un buen observador de los procesos sociales y políticos que se estaban produciendo en un país, defensor de la no violencia activa y el naturalismo libertario, del vegetarianismo, del esperanto y de la instrucción pública; paradójicamente murió intentando huir de su casa en la estación de Astápovo. Aún tuvo tiempo de ser testigo de la revolución rusa de 1905, preámbulo de la bolchevique de 1917, que cambió para siempre el modelo de la sociedad rusa. Sus obras representan un testimonio de las tranformaciones que se estaban produciendo en el país, de las que algunos aristócratas tomaban conciencia, y el producto de este clima fue Ana Karénina.
Ana, una joven casada con un hombre mayor, Alexander Karenin, se enamora de un joven y, a diferencia de las mujeres de su época que cohabitaban con marido y amante, lo que era tolerado por los nobles decadentes, decidió ser mujer antes que esposa o madre, y hacer públicos sus sentimientos. Esta actitud era un ejemplo intolerable para una sociedad que se veía amenazada en su conjunto, y que decidió castigarla separándola de lo que más amaba, junto al joven Conde Vronsky: su hijo Sergei. Pero hasta su amante se cansó del escándalo y el aislamiento social, y al final de su vida se encontraba totalmente sola, destrozada por el amor romántico, el mal amor como se denomina ahora a esa obnubilación de la mente que hace tanto daño a las mujeres, y que en el fondo era atracción sexual por un hombre joven como ella. Su honestidad, incompatible con la doblez y el engaño no tenían posibilidad de supervivencia.
El film de Duvivier hace un retrato bastante aceptable, con la inestimable aportación de Vivian Leigh, de esa mujer que imaginó Tolstoi, y es espectacular la última imagen de la mujer, que yace muerta, mientras el tren circula sobre ella; al final el cadáver de una mujer sola.
Ana Karénica: obra de obligada lectura, film imprescindible.
Comentario.
A la hora de construir un personaje e incorporarlo a nuestro imaginario particular, pesa tanto la diégesis construida por el escritor o el realizador cinematográfico,como la experiencia extradiegética del lector/espectador. Existen varias Anas Karéninas: la literaria, la cinematográfica y la elaborada por la imaginación de cada uno de nosotros, y siempre saldremos algo defraudados de cualquier versión hecha por otro; la de Julien Duvivier resulta bastante convincente, vista a través de la lente deformante del ambiente que la rodea, grandes angulares que mestran un escenario inestable.
En mi adolescencia era mi heroina, la mujer que se enfrentó a todo y a todos para defender sus sentimientos, incapaz de soportar la máscara de la hipocresía en un mundo repleto de 'caretas'. Pagó cara su osadía, no sólo por el aislamiento a que la sometió la aristocracia afrancesada decadente, incapaz de ver que su tiempo se estaba agotando y que pronto se convertirían en fantasmas soberbios de museo, sino, lo que es peor, por el abandono de las personas que más quería, que no quisieron acompañarla en su destierro social. Ese monstruo que presidía sus sueños, un revisor de los enganches y mecanismos del tren, era el símbolo premonitorio del destino final de una mujer desencantada con la vida, que decidió que ya no quería seguir viviendo y se dejó arrollar por un tren.
León Nikolaeivich Tolstoy fue un buen observador de los procesos sociales y políticos que se estaban produciendo en un país, defensor de la no violencia activa y el naturalismo libertario, del vegetarianismo, del esperanto y de la instrucción pública; paradójicamente murió intentando huir de su casa en la estación de Astápovo. Aún tuvo tiempo de ser testigo de la revolución rusa de 1905, preámbulo de la bolchevique de 1917, que cambió para siempre el modelo de la sociedad rusa. Sus obras representan un testimonio de las tranformaciones que se estaban produciendo en el país, de las que algunos aristócratas tomaban conciencia, y el producto de este clima fue Ana Karénina.
Ana, una joven casada con un hombre mayor, Alexander Karenin, se enamora de un joven y, a diferencia de las mujeres de su época que cohabitaban con marido y amante, lo que era tolerado por los nobles decadentes, decidió ser mujer antes que esposa o madre, y hacer públicos sus sentimientos. Esta actitud era un ejemplo intolerable para una sociedad que se veía amenazada en su conjunto, y que decidió castigarla separándola de lo que más amaba, junto al joven Conde Vronsky: su hijo Sergei. Pero hasta su amante se cansó del escándalo y el aislamiento social, y al final de su vida se encontraba totalmente sola, destrozada por el amor romántico, el mal amor como se denomina ahora a esa obnubilación de la mente que hace tanto daño a las mujeres, y que en el fondo era atracción sexual por un hombre joven como ella. Su honestidad, incompatible con la doblez y el engaño no tenían posibilidad de supervivencia.
El film de Duvivier hace un retrato bastante aceptable, con la inestimable aportación de Vivian Leigh, de esa mujer que imaginó Tolstoi, y es espectacular la última imagen de la mujer, que yace muerta, mientras el tren circula sobre ella; al final el cadáver de una mujer sola.
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