Fiebre del sábado noche. John Badham.



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Ficha técnica: 

Título original: Saturday night fever. 
Año: 1977. 
Duración: 119 minutos. 
País: USA. 

Dirección: John Badham. 
Guión: Norman Wexler basado en una historia de Nick Cohn. 
Director de Fotografía: Ralf D. Boode. 
Coreografía: Lester Wilson. 
Música original: Barry, Robin y Maurice Gibb. 
Adaptación musical: Daid Shire. 
Editor: David Rawlins. 

Producción: A. Robert Stig Wood., Robert Stewood. 
Diseño de producción: Charles Bailey. 
Productor ejecutivo : Kevin McCornick. 
Compañías. Paramount Picture &  Gulf Western Company. 

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Intérpretes: 

John Travolta, Karen Lyan Gorney, Barry Miller, Joseph Cali, Paul Pape, Bruce Ornstein, Donna Prescow, Julie Bovasso, Martin Shakar, Nina Hansen, Lina Peluso. 

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Premios: 

1977: Nominada al Oscar: Mejor actor (John Travolta) 
1978: 4 nominaciones al Globo de oro: Película musical, actor, bso, canción 
1979: 2 nominaciones al BAFTA: Película, premio Anthony Asquith 
1977: National Board of Review: Mejor actor (John Travolta). 

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Sinopsis. 

Tony Manero (John Travolta) después de trabajar toda la semana en una tienda de pinturas de Brooklyn, Nueva York,  se prepara esmeradamente para disfrutar de la noche del sábado. Se empapa  de colonia barata, moldea el pelo con secador,  se pone una camisa de flores ajustada, pantalones de tela de gabardina  acampanados y zapatos de plataforma. En la discoteca de moda, 2001, Tony deslumbrará a todos con lo que mejor sabe hacer: bailar. Era un momento en el  que en  el skayline de Neu York se dibujaban las torres gemelas.

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Comentario.

John Badham comienza su filme con una imagen panorámica del puente de Brooklin, que une, o separa, según se mire, dos clases sociales, dos culturas: la de la clase trabajadora de Brooklin y la sofisticada clase media y alta de la city de New York; de ahí la importancia  y trascendencia social y visual, en un mundo dominado por la imagen, del corte de este  puente por los  'indignados.'  norteamericanos, que ha dado la vuelta al mundo.  El realizador quiso dejar un testimonio de los modos y maneras de vivir y comportarse de los habitantes de Brooklyn, llevando a la pantalla su jerga, sus aspiraciones sociales, sus costumbres, sus creencias..., que indignaron de tal manera al mundo hollywoodiense del momento que rescindieron el contrato del cineasta tan pronto como  terminó el rodaje. Su escasa perspectiva y cortedad de vista no les permitió ver que estaba naciendo un mito y que tenían ante sí una película que iba a formar parte de eso que llaman 'cine de culto', cuya vigencia les iba a  supervivir en el tiempo. De muchas realizaciones,  consideradas por la industria del cine políticamente correctas entonces,  nunca más se supo. La presencia de quince mil personas en los lugares donde se filmaba a Travolta, debió servirles de orientación.
Tony Manero,es un joven perteneciente a una familia de emigrantes italianos, emblematizado  visualmente con fuerza  desde su primera aparición en pantalla con sus zapatos rojos  de  tacón, iguales a otros verdes que se exponen en el escaparate de una zapatería, mientras suena la música de los Bee Gees; sus mitos  adornan su habitación con pósters que sustituyen los iconos  religiosos maternos: por otros cinematográficos, que enmarcan el film en la década de los setenta:   Silvester Stalone y su saga de Rocky, Al Pacino y su protagonismo en  Serpico de Sidney Lumet, Bruce Lee y el Kung Fu, o televisivos,  como  Farrah Fawcet, la protagonista de  la serie televisiva de gran éxito Los Ángeles de Charlie.
Tony es un buen trabajador, pero vive en un contexto socio-cultural marginal, en el que los jóvenes son machistas, xenófobos, homófobos y  conformistas, que no ven más horizonte  en su vida que permanecer en sus modestos trabajos. Todos estos sentimientos negativos los  olvidan la noche del sábado en la pista de baile de la discoteca de moda, 2001, donde Tony es el rey, y ésto está contado de la manera más cinematográfica posible, sin voces en off, ni densos diálogos. Bailando Tony se transforma, es un dios, un ser elegante, inteligente,  con talento y habilidad para la danza. Un lujo para los sentidos del que tenga la sensibilidad suficiente para apreciarlo. Es magnífica la secuencia en la que realiza todo el ritual de  su mutación   en  un  mito: el secado de pelo ante el espejo, la colocación en su cuello de gruesas cadenas de oro con crucifijos e imágenes de santos, reflejo de la educación cristiana que le ha transmitido su madre, los pantalones ajustados  de campana y la camisa floreada, de dudoso gusto.

El padre, un pobre hombre parado, desprecia su entusiasmo ante un pequeño aumento de sueldo de cuatro dólares que se ha ganado con su esfuerzo sin importarle la cantidad; no ha sabido darse cuenta de que su hijo sólo es valorado cuando traspasa el umbral de la puerta, ya sea en su lugar de trabajo o cuando baila y no es consciente del lugar que el destino le ha reservado en la escala social. La madre sólo vive preocupada por su hijo Frank, un sacerdote que cuelga los hábitos y frusta las esperanzas de desclasamiento de la familia. Pero pronto entenderá el joven  que,  incluso en aquello que hace mejor que nadie también se le cortará  el camino por su ascendencia extranjera;  Stephanie, la mujer de la que se había enamorado, le abrirá los ojos y le enfrentará a su propia dignidad: debe luchar por mejorar su situación laboral y social y salir de ese mundo de marginación en el que se mantiene de manera conformista.

Pocas veces se puede ver en pantalla una historia de frustración contada con tanta sencillez, sin pretensiones, sin altibajos, con personajes tan bien elaborados, y con el protagonismo de John Travolta, que ha sabido despojarse a lo largo de su carrera de la impronta que dejan películas de culto como ésta o Grease, que nos muestra un buen actor y el mejor bailarín desde Fred Astaire o Gene Kelly.  Una forma de bailar  que trasciende  la  del personaje que representa en la ficción: una mezcla de chulo de barrio, ignorancia  e inteligencia natural para el baile. Un buen tío al que la sociedad no permite una integración digna.

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