La tierra prometida. William D.Russell.



Ficha técnica:

Título original: The green promise.
País: EE.UU.
Año: 1949.
Duración: 93  minutos.
Dirección: William D. Russell.
Guión: Monty F. Collins.
Fotografía: John L. Russell.
Director artístico: Martin Obzina.
Score musical: Rudy Schrager.
Edición: Richard Farrell.
Efectos especiales: Roscoe Cline.
Sonido: William Fox.
Producción: Robert Paige, Monty F. Collins.
RKO Pictures.

Intérpretes:

Marguerite Chapman: Deborah  Matthews.
Walter Brennan: Señor Matthews.
Robert Paige: David Barkley.
Natalie Wood: Susan Matthews.
Ted Donaldson: Phineas Matthewus.
Connie Marshall: Abigail Matthews.
Robert Ellis: Buzz Wexford.
Jeanne  Le Duke:  Jessie Wexford.
Irving Bacon, Milburn Stone...

Sinopsis.

En una granja de la Norteamerica rural, un obstinado agricultor que vive con sus hijos, el Señor Matthewus (Walter Brennan), se empeña en no modernizar sus técnicas de cultivo  a pesar de los consejos del agente medioambiental David Barkley. La mayor de las hijas del granjero, Deborah (Marguerite Chapman), se enamora perdidamente del  agente de protección del medio, del que recibirá la ayuda necesaria, tras producirse la catástrofe anunciada y reconocer su padre su obstinación.

Comentario.

La tierra prometida (The green promise) es ante todo una sorpresa para el curioso cinéfilo que decide rescatarla del olvido.Ya hay quien lapidariamente ha dicho que es un film tan encantador como olvidable, cargado de buenas intenciones. Pero es realmente admirable que en 1949, cuando nadie hablaba del calentamiento global, ni de desarrollo sostenible, que desgraciadamente hoy  son la primera preocupación del hombre, un director, William D.Russell, convirtiera en protagonista de su película a un agente encargado de  evitar los desastres medioambientales. Un viudo con sus cuatro hijos, un chico y cuatro chicas, que ya había arruinado su antigua propiedad, pone en peligro su nueva granja  con sus prácticas depredadoras del medio natural, a pesar de ser advertido por Barkley de que la tala de los árboles para su posterior venta podía provocar un corrimiento de tierras  por la presencia de una falla en la montaña muy próxima  a su propiedad.

El director cuestiona los sistemas democráticos que en pro de los intereses económicos  inmediatos desprecian un  desarrollo sostenible  que conserve un legado natural para las futuras generaciones. Matthews es un convencido demócrata que educa a sus hijos en los valores del diálogo y la tolerancia y comparte con ellos muchas decisiones, pero les niega la  opnión en otras fundamentales para su futuro, llegando a poner sus vidas en riesgo.

Dos mujeres, la mayor, Deborah y la más pequeña, Susan (Natalie Wood), son las protagonistas de la hazaña de conservar la granja, cultivar y emprender proyectos ecológicos. En la localidad existe el club de las 4 haches : head (cabeza), heart (corazón), hands (manos) y  health (salud), cuyo logotipo es un trébol de cuatro hojas, con una h en cada una de ellas. En este club, los niños del pueblo presentan sus proyectos para cuidar de unos animales y obtener rendimiento económico. Susan sueña con cuidar dos corderos, y con el apoyo de  Barkley consigue un préstamo de 75 dólares para comprarlos, tras demostrar al prestamista su conocimiento de este tipo de animales.  Es encantadora la escena en la que la pequeña Natalie Wood defiende su proyecto ante el banquero. Es cierto que es una utopía, pero también lo era la de Fourier cuando soñaba con los jardines de infancia, que hoy son una realidad.

La homilía del sacerdote de la parroquia no deja lugar a dudas. Compara a  los científicos (geólogos, minerólogos, físicos...) con Moisés, y a un planeta verde con la tierra prometida. No hay más sordo que el que no quiere oír, y se decidió traducir el título por La tierra prometida, que no tiene absolutamente ningún sentido ni relación con  la historia que se desarrolla ante los ojos del espectador, y  unas connotaciones religiosas equivocadas. Es duro para algunos ver un cura verde en 1949. Probablemente el director era un visionario.

La forma se pone al servicio del discurso y  las escenas de la inundación y el corrimiento de tierras  muestran las consecuencias de una política  errática y equivocada, sin necesidad de discursos ni voces en off; los personajes están  diseñados con gran coherencia con el discurso y  el trabajo de los actores, especialmente  de la pequeña Natalie Wood, es exquisito y anuncia a la gran estrella en que se convirtió, prematuramente desaparecida por desgracia. Otro mérito del filme es dotar de protagonismo a las mujeres, que deben coger las riendas de la granja,  tras el accidente que sufre el padre que lo deja postrado en la cama y al margen de la actividad económica; ellas tienen una visión mucho más moderna y eficaz del negocio que el padre y serán las que en definitiva salven los restos del naufragio.

Un film cargado de tan buenas intenciones que no estaría de más recuperar, e incluso pasarlo por las escuelas, en las que quizás tendría más sentido para las nuevas generaciones. Los jóvenes  se  quedarían sorprendidos al  comprobar la antigüedad de un discurso en el que han sido educados muy recientemente.

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