Un amor de Swann. Volker Schlöndorff



Ficha técnica:

Título original: Un amour de Swann.
País:coproducción franco-alemana.
Año: 1983-
Duración: 111 minutos.
Dirección: Volker Schlöndorff (El tambor de  hojalata)
Guión:  Jean-Claude Carrière, Peter Brook, Marie Hélène Estienne, basado en la obre de  Marcel Proust, En busca del tiempo perdido.
Música:  Hans Werner Henze.
Fotografía:  Sven Nykvist, A.S.C..
Producción: Margaret Menegz, Les Films du Losange.
Decorados: Jacques Saulnier.
Montaje: Françoise Bonnot.
Puesta en escena: Volker  Schölondorff.
Gaumont.



Intérpretes.

Jeremy Iron: Charles  Swan,
 Ornella Mutti: Odette de Crécy.
Fanny Ardant: Duquesa de Guermantes,
Alain Delon: Barón de Charlus,
Marie-Christine Barrault: Madame Verdurin,
Nathalie Juvet: Madame Cottard,
Anne Bennen: Chloé,
Roland Topor: Biche.

Sinopsis.

La película recorre un día de la vida de Charles Swann, rico judío diletante, adoptado por la nobleza y  la alta sociedad por su sentido artístico. Lo encontramos acompañado por la duquesa de Guermantes, de su amigo el Barón Charlus, y, por supuesto de Odette Crécy, su gran amor, en el elegante París de la Belle Epoque.

La película describe las amarguras del corazón de un hombre de celos intermitentes y efímeros, de innumerables deseos y dudas.

Comentario.

Más que una adaptación de la obra En busca del tiempo perdido de uno de los creadores de la novela moderna, Marcel Proust, es una recreación que toma el libro como excusa para hacer un retrato fidedigno del París de la Belle Epoque y del retroceso que había experimentado la burguesía después de su triunfo en la Revolución Francesa, sin dejar de ser la clase ascendente. Las clases populares relegadas al lugar de la servidumbre en un mundo de ociosos están representadas como objetos sin alma, integrados en la decoración de las habitaciones, siempre pendientes de los deseos del señor y oyendo las conversaciones más escabrosas sin pestañear. Diariamente, peluqueros, mayordomos, criados, cocheros atendían a los petimetres (petit maître, pequeño señor o señorito), que se engalanban para cada ocasión (reuniones sociales, equitación, ópera...). La aristocracia marcaba  el gusto y decidía quién entraba y quién no en sus grandes mansiones; frente a ella una burguesía ruidosa y vulgar, a la que se le desencajaba  la mandíbula de tanto reír (Madame Vedurin, nombre muy significativo), patrocinaba  a nuevos talentos de la literatura o la pintura, y formaba sus propios círculos, con escasos trasvases entre ambos universos.

Swann se enamora de Odette Crézy, una prostituta de alto standing del circulo de Madame Vedurin, que jamás sería  aceptada en el círculo del judío erudito. Ambos juegan sus cartas: Charles siente una pasión enfermiza, de origen intelectual, tras asociar un rostro que en principio le parece vulgar, con la imagen de Shefora, la hija de Jetro y esposa de Moisé,  de Boticelli, y está dispuesto a perderlo todo por satisfacer su capricho; Odette aspira a salir de su mundo sórdido de relaciones pagadas, casándose con su amante, y, buena conocedora de la sensibilidad masculina y de los juegos de poder en las relaciones amorosas, maneja a su antojo las inseguridades y los celos de Swan.  Un día en la vida del protagonista es suficiente para transmitir al espectador estas sensaciones; en un epílogo al que se  llega a través de su negra expresión premonitoria, vemos al personaje, ya viejo, confesando a su amigo Charlus, que siente que ha perdido mucho tiempo precioso de su vida,  que ya no puede recuperar. Los miembros selectos de su grupo aristócrata no sólo excluyen de por vida a Odette, sino a su hija  Gilberte, como si de una bastarda se tratara;  los hombre recuerdan sus contactos con Odette a cambio de 500 francos.

No es un film  de palabras, los diálogos son muy escasos y puntuales, sino de gestos y de miradas, que expresan desesperación, desilusión, celos, amargura, resentimiento, soledad, decepción, etc. Los sirvientes, totalmente inexpresivos, tanto la doncella de Odette, como los criados de Charles, también  hablan  con su mutismo y su  pétrea mirada  de  fastidio,  incomprensión o  indiferencia  ante  unos señores que van y vienen, dan órdenes y se desenvuelven entre ellos como  frente a  los elementos de decoración de sus estancias. Odette satisface los deseos sexuales de hombres y mujeres, sin reparar en algo distinto al precio, lo que los privilegiados no olvidarán nunca.

Alain Delón interpreta al viejo Barón  Charlus, Memé, un aristócrata decadente, afeminado y pintado como  un mimo, que anda siempre a la caza de efebos, a los que conquista en un restaurante de lujo, o alquila al anochecer en los Campos Eliseos.

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