The damned don't cry. Vincent Sherman.



Ficha técnica: 

Título original: The damned don't cry.
País: Estados Unidos.
Año: 1950.
Duración: 103 minutos.

Dirección: Vincent Sherman.
Guion: Harold Meldford, Jerome Weidmar, basado en la novela de Gertrude Walker 'Case History'.
Dirección de Fotografía: Ted McCord.
Música: Danielle Amphitheatrof.
Dirección artística: Robert  Haas.
Montaje: Rudi Fehr.

Producción: Jerry Wald. Warner Bross.
Compañía: Warner  Bross.




Intérpretes:

Joan Crawford: Ethel Withehead/Lorna Forbes.
David Brian: George Castleman.
Steve Cochram: Nick Prenta.
Ken  Smith: Martin Blackford.
Hugh Sanders: Grady.
Selena Royle: Patricia Longworth.
Morris Ankrum: Sr. Whitehead.
Jacqueline Dewite: Sandra.
Eddie Mar: Walter Talbot.
Ned Glass: taxista.

Sinopsis:

Una mujer de baja extracción social, Ethel Withehead (Joan Crawford),  abandona a su primer marido, Roy Richard Egan), un trabajador de pozos petrolíferos, tras la muerte de su hijo, y  se marcha a la ciudad en busca del reconocimiento social que le ha negado la vida hasta ese momento. Se introduce en una sociedad  en la que los antiguos negocios del hampa han sido sustituidos por métodos ilíticos pero permitidos de enriquecimiento.

En esta nueva vida se convierte en Lorna Forbes, un personaje ambicioso que se codea con mafiosos que, como ella, proceden de clases sociales modestas y buscan el ascenso social que les reivindique ante las escasas oportunidades de que han disfrutado hasta el momento. Estos personajes están emblematizados en Martin Bankfor (Kent Smith), sencillo contable, al que Ethel arrastrará a este mundo oscuro; George Castleman (David Brian), un antiguo gángster de baja estofa, que se enamorará de Ethel, pese a estar casado,y  que finalmente la enviará, convertida ya en Lorna,  a la zona oeste para que vigile las actividades de Nick Prenta (Steve Conchram), el más acomplejado por sus humildes orígenes del grupo, que acabará enamorándose sinceramente de la mujer.

Críticas.

Se ha hablado de una entre Ciudadano Kane (1941) de Orson Welles) y Alma en suplicio (1945) de Michael Kurtz. Juan Carlos Vizcaíno Martínez sostiene que " si algo sobresale en el conjunto de esta magnífica película es la densidad que se establece entre su base argumental y los elementos que Sherman introduce con verdadera inspiración", aunque "la un tanto acomodaticia conclusión del film impide que éste adquiera la dimensión que desprende en todo su metraje."

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