Los descendientes. Alexander Payne.



Ficha técnica:

Título original: The descendants.
País: USA.
Año: 2011.
Duración: 115 minutos.
Dirección: Alexander Payne.
Guión: : Alexander Payne, Nat Faxon y Jim Rash; basado en la novela de Kaui Hart Hemmings.
Director de Fotografía: Phedon Papamichael.
Montaje: Kevin Tent.
Diseño de producción: Jane Ann Stewart.
Vestuario: Wendy Chuck
Producción: Jim Burke, Alexander Payne y Jim Taylor.
Compañías: Distribuidora: Hispano Foxfilm

Intérpretes:


George Clooney :Matt King,
Judy Greer :Julie Speer,
Matthew Lillard :Brian Speer,
Beau Bridges :primo Hugh,
Shailene Woodley :Alexandra,
Robert Forster :Scott Thorson,
Nick Krause :Sid,
Patricia Hastie :Elizabeth King,
Amara Miller :Scottie King,
Mary Birdsong :Kai Mitchell,
Rob Huebel :Mark Mitchell.


Sinopsis:

Matt King (George Clooney), casado y padre de dos niñas, se ve obligado a reconsiderar su pasado y a encauzar su futuro cuando su mujer sufre un terrible accidente de barco en Waikiki. Matt intenta torpemente recomponer la relación con sus hijas, la precoz Scottie, de 10 años (Amara Miller), y la rebelde Alexandra, de 17 (Shailene Woodley), al mismo tiempo que se enfrenta a la difícil decisión de vender las tierras de la familia. Herencia de la unión entre la realeza hawaiana y los misioneros, los King poseen algunas de las últimas zonas vírgenes de playa tropical de las islas, de un valor incalculable.

Críticas: 

Tras siete años de inactividad después de su celebrada  Entre copas, Alexander Payne regresa a la dirección con  Los descendientes, consolidándose como uno de los directores más brillantes e inquisitivos que operan en el cine actual  y proporcionando a George Clooney uno de los mejores papeles de su carrera. (Beatriz Martínez. La herencia que nos queda. Dirigido por...enero 2012).

En su trayectoria fílmica, basada en novelistas actuales norteamericanos, su línea argumental se basa en la descripción de la crisis de identidad del hombre contemporáneo.  Matt King, un hombre rico, descendiente de una princesa indígena, Kepipi y de un hombre de negocios blanco que se casó con ella, es heredero de una gran fortuna, pero de súbito debe enfrentarse a una cruda realidad: su mujer ha tenido un accidente y ha quedado en estado vegetativo, hecho que le sume en la soledad y en la necesidad de cuidar de unos hijos adolescentes, a la par que descubre que su esposa hacía tiempo que le engañaba con otro.. La disolución del fondo fiduciario que mantenía unidos los  bienes  de la familia le obliga a ocuparse de la venta  de  los terrenos a un constructor que pretende crear un parque temático turístico.

En estos momentos de posmodernidad que vivimos, Alexander Payne se erige como uno de los directores más humanistas, que llega a la conclusión de que el hombre siempre está insatisfecho, por mucho que sea el terrateniente de una isla. Sus hijos participan de esta misma insatisfacción, a pesar de haber  disfrutado de todo aquello que han deseado; la ,mujer se ha buscado un amante, y los familiares se obsesionan por los beneficios que van a obtener con la venta de unas tierras que los harán todavía más ricos. El viaje de isla en isla en busca de una interpretación a semejantes interrogantes les conciliará consigo mismos´, y desvelará sus inseguridades, sus miserias, pero también su humanidad. Los ricos también lloran. Estas contradicciones se enmarcan en parajes paradisiacos, indómitos, que contrastan con los sinsabores de las personas que los transitan.

Comentario.

Lo primero que conviene poner de relieve es que George Clooney protagoniza este film ,lo que no carece de importancia si se conoce su trayectoria como actor o director. Es un  hombre  de un fisico privilegiado que representa a menudo papeles en los que su apariencia aparece contrarrestada por el ridículo, y Los descendientes es un ejemplo más en su trayectoria (O, Brother!, Quemar después de leer...). Payne dice más con su cámara que con los diálogos o el desarrollo de la propia historia. La primera imagen del film es la de una paraje natural destruido por la avaricia de los constructores, en el que los chalets alternan con esos edificios que se yerguen como auténticos lapiceros en medio de ellos, decorados de la forma más hortera, en los que el paisajes exteriores se introducen en las casas con pinturas naïf que los reproducen, plantas artificiales que son auténticas réplicas de las naturales, y fuentes horrendas que imitan a las clásicas europeas; en primer plano unos mendigos duermen  en las  bancadas de las playas, mostrando sus pies descalzos y sucios. No hacen falta palabras.

Matt King es el prototipo de hombre de negocios 'playero', un avaro  que sigue el proverbio chino de que quien gasta más de lo necesario nunca llegará a millonario, y come en un taper-ware de plástico, mientras negocia la venta de unos terrenos vírgenes, un oasis en las islas devastadas, a unos especuladores cuyo objetivo es acabar con el lugar maravilloso,  que se salvará, no tanto por el discurso demagógico del  millonario, como por su deseo de venganza. Payne dedica las últimas imágenes a este enclave, que ofrece un claro contraste con las que abren la película.

Hasta que su mujer se accidenta el protagonista  desconoce lo que pasa en su familia: su esposa tiene un amante, su hija mayor, Alex, va a un colegio por el que paga 40.000 dólares por curso académico, pero se comporta como una barriobajera, mientras la pequeña, Scottie, tiene una boca de estropajo, manda mensajes escabrosos por móvil, y fotografía a su madre en coma para exhibirla ante sus comapñeras. Alex tiene un amigo absolutamente descerebrado, que hace aflorar los sentimientos filantrópicos de Matt, cuando descubre que su padre ha muerto y su madre trabaja de recepcionista en una clínica de animales para mantener su casa y seguir pagando un colegio caro que imparte una educación más que deficiente. La reacción de Matt al descubrir como ha sido su vida  es patética, con unas corridas que emulan al pato Donald,  y provoca las carcajadas del público, porque es precisamente así como quiere mostrarlo el director.

El discreto encanto de la burguesía se evapora en los momentos álgidos, y se abandona en privado lo políticamente correcto, aunque en público  se procure mantener las formas. Todos los que han tenido contacto  con Elizabeth King, la esposa de Matt,  desde el marido hasta la mujer de su amante, pasando por la propia hija, le cantan la sonata de otoño, por si puede escucharles. ¿El film es humanista? Evidentemente sí. Todos los hombres tienen su corazoncito, incluidos los especuladores, los rentistas, los parásitos y los que nunca han tenido dificultades económicas, pero no se pueden librar de los azotes que da la vida. Elizabeth se aburría, según el padre porque el marido  no le compró un yate siendo tan rico, la hija mayor hubiese preferido la mesoterapia, el deporte, o la esteticien a  un colegio caro, y al fin y al cabo todos quieren a la madre, como el padre quiere a sus hijos. La vida es así  y no hay ningún misterio en ello; Payne nos ha mostrado la reacción de una familia sin problemas económicos, que como las islas, forman un conjunto pero viven aislados, y no tienen garantizado ni el amor ni la vida eterna.


Comentarios

  1. Humanista, esa es la palabra exacta. La actriz Shailene Woodley me ha sorprendido gratamente.

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  2. Me encanta recibir vuestros comentarios, porque si el cine ha cumplido siempre una función de abrirnos a nuevas experiencias y supone una crónica del momento en que se realiza un film, ya sea de manera consciente o inconsciente, ahora está superando a la prensa, en cualquiera de sus manifestaciones (radio, periódicos o televisión) en interpretar el mundo que nos toca vivir. Buena falta nos hace.

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