Asalto a la comisaría del distrito 13. John Carpenter.













Ficha técnica:


Título original: Assault on Precinct 13
País: USA
Año: 1976
Duración:
Guión y Dirección: John Carpenter.
Productor: J. Stein Kaplan.
Productor ejecutivo: Joseph Kaufman.
Director de Fotografía: Douglas  Knapp.
Montaje: John T. Chance, John Carpenter.
Música: John Carpenter
Dirección artística: Tommy Lee Wallace.
Dirección de producción: John Syriamaki.
CKK Productions, Overseas FilmGroup, Marceau-Cocinor, Kleberfilm, Manga Films.

Intérpretes:

Austin Stoker: Lt. Ethan Bishop.
Darwin Joston: Napoleon Wilson.
Laurie Zimmer: Leigh.
Martin West: Lawson.
Tony Burton: Wells
Charles Cyphers: Special Officer Starker.
Nancy Kiers: Julie.
Peter Bruni: El hombre de los helados.
Kim Richards: Kathy.


Sinopsis oficial:

Esta mítica película pretende ser una revisión actualizada de  Río Bravo de Howard Hawks, director idolatrado por Carpenter, utilizando como referencia  La noche de los muertos vivientes de George A. Romero., películas en las que un grupo de personas tienen que resistir los ataques indiscriminados de gente del exterior, con la muerte como único objetivo. Carpenter evita todo tipo de moralinas y metáforas socio-políticas, y nos ofrece un thriller de culto, dosificado a la perfección el humor la acción y la violencia.


Comentario:

Este film con el que se consagró John Carpenter, un director al que más tarde  se relacionará con David Cronenberg o Wes Craven, grupo al que se llamó de las tres 'C', inicia su afianzamiento ante la crítica como un cineasta de serie 'B' con un sello muy personal, cuyas notas características suelen ser: la dosificación de los silencios, la creación de un score musical sencillo, pero muy efectivo y personal y la producción de terror con tiempos de espera dilatados, la frialdad de sus 'monstruos', humanos o no, y la contención en el gesto de víctimas y asesinos. Rasgos que observamos en sus obras maestras, como Halloween, la cosa o Fantasmas de Marte,

Se suele utilizar como una especie de coletilla, que indica ¿? no sabemos qué,  el que tal o cual director evita todo tipo de moralina y metáforas socio-políticas,  pero tanto la inducción como la deducción son procedimientos analíticos conducentes a una conclusión. Si atamos cabos, gran parte de los agentes pertenecen al mismo grupo social que los delincuentes que custodian, y lo mismo sucede a la inversa. La situación que se produce ante  la comisaría, 'cholo' la denominan los asaltantes, es harto extrema: los marginados del distrito han acordado una lucha sin cuartel, suicida,  contra un símbolo de la opresión que padecen, tras  la masacre de nueve de ellos,  y, el hombre, reducido a su lucha por la supervivencia, no dudará en unise codo con codo con el preso más peligroso dentro del pequeño espacio de las dependencias policiales, para salvar la piel.

Los asaltantes son  contemplados, y esto es lo más notable del film, como un grupo de zombies, que se mueven sigilosamente en la oscuridad en grandes manadas. Los sitiados, reducidos a   su condición animal, pierden la patina  con que les han cubierto las convenciones sociales, y una de las funcionarias pide que se les entregue a un pobre hombre, que ha buscado refugio en la comisaría; aprovechando al máximo la ventaja que les da estar protegidos en el interior de una casa, realizan  una masacre, sólo comparable con ficciones en las que el enemigo pertenece a otra especie,  alienígena o muerto viviente. Los ataques del exterior no son indiscriminados, con la muerte como único objetivo, responden a la venganza social, aprovechando la debilidad de una comisaría con muy pocos agentes, a causa de un traslado a una oficina nueva; pero la respuesta del interior tampoco tiene como objetivo matar a los asaltantes por el simple motivo de disfrutar con ello, es la violencia que genera el instinto de supervivencia.

Con frecuencia incluye mucha más carga de denuncia moral y ética la  forma de expresión visual de John Carpenter, que otras más torpes y obvias, pero esto es  cuestión de  saber hacer, de dominar el lenguaje audiovisual, con muchos recursos o con pocos, como hace el director de La cosa, La niebla, El Príncipe de las Tinieblas... Quienes disfruten del cine de Carpenter, no están ante un thriller policial al uso. Sentirán el frío de  las calles adyacentes a la comisaría sospechosamente vacías, delincuentes a los que no se aproxima la cámara y que se mueven a lo lejos en la noche como auténticos zombies, tiro al hombre como si de un ya muerto se tratara; en ningún momento se individualiza un rostro humano que lo aproxime al esoectador: los delincuentes son un todo, un conjunto a derribar, y en eso Carpenter se acerca al género en el que es un maestro: el terror.

El policía negro y el delincuente blanco, cambiados sus roles, se unen en la defensa de unos valores sociales mínimos, sin entrar, eso sí, a ponderar la radicalización y animalidad de los asaltantes, que, pérdida su humanidad, no dudan en matar a una niña que compra un helado. El origen de su marginación pierde relevancia, y lo que importa es el peligro que representan para sus conciudadanos. Carpenter plantea un situación in extremis, en un mundo diferente al representado por Howard Hawks


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