Al este del Edén. Elia Kazan.




Ficha técnica:

Título original: East of Eden.
País: USA.
Año: 1955.
Duración: 110 minutos.
Dirección y Producción : Elia Kazan.
Asistentes dirección: Don Page y Horace Hough.
Guión: Paul Osborn, basado en la novela de John Steinbeck.
Música: Leonard Rosenman.
Director de fotografía: Ted McCord, A.S.C.
Directores artísticos: James Basevi, Malcolm Bert.
Edición:OOwen Marks, A.C.E.
Decorador del set: George James Hopkins.
Maquillaje: Gordon Bau, S.M.A.
Warner Bross

Reparto:

Julie Harris: Abra,
James Dean: Cal.
Raymond Massey: padre de Cal y Aaron,
Burl Ives: Sheriff ,
Richard Davalos: Aaron,
Jo Van Fleet: madre de Cal y Aaron,


Sinopsis:

Basada en la novela de John Steinbeck y dirigida por Elia Kazan, Al Este del Edén es la primera de las tres  películas  que  completan el legado cinematográfico de James Dean. Con tan sólo 24 años interpreta a Cal, un joven desobediente y rebelde del Valle de las Salinas que rivaliza con su modélico hermano Aaron (Richard  Davalos) por el afecto de su duro padre (Raymond Massey). Compitiendo con la aparente sensibilidad de Julie Harris, la actuación de Dean obtuvo una de las cuatro nominaciones de la película a los Oscar. Entre las actuaciones estelares de la película, Jo Van Fleet ganó el Oscar a la mejor actriz secundaria.

Comentario.

El director de origen  turco Elia Kazan, realizador no sólo de grandes gestas que narran la llegada de su pueblo  a la tierra prometida, (América, América), sino  experimentado escudriñador de la condición  humana, adapta para la gran pantalla la novela de uno de los llamados escritores malditos, John Steinbeck (Las uvas de la ira), pues muestra al hombre como un ser corrupto y malvado que vaga sobre una naturaleza salvaje y pura, que aborrece el materialismo y el "american way of life" norteamericano (Leonardo Robles. El Mercurio  de Valparaiso).

En esta ocasión aborda la epopeya cotidiana, con frecuencia la más heroica, que comporta el esfuerzo de vivir cada día superando las contradicciones. Tras la obertura de la pieza musical construida por Leonard Rosenman para el film, un texto de Steinbeck nos sitúa en el tiempo y el lugar en el que se va a desarrollar el drama: California en 1917, un contexto de Guerra Mundial, en la que se iba a involucrar el pueblo americano. Pero el mismo texto señala un accidente geográfico, las montañas de Santa Lucía,  que separan  dos mundos, Salinas (pueblo natal del escritor) y Monterrey . Aunque sólo existan 25 kilómetros de distancia entre ambas poblaciones, las diferencias culturales son siderales, representando cada una de ellas una ética y un ambiente social  diametralmente opuestos.

Salinas, en el interior, es el dominio del padre, un auténtico patriarca, puritano y religioso, que ha  sido abandonado por su mujer y ha educado a sus hijos en la competencia por conseguir su afecto, a base de humillaciones y un trato desigual, complaciente con Aaron, joven conformista como él, y despectivo y recriminatorio con Cal (James Dean), más rebelde  y librepensador. Una de las secuencias más elocuentes, aunque esta actitud sea una constante en el film, es la del cumpleaños del padre, en la que ambos hermanos compiten por agradarle, y éste desprecia el esfuerzo que ha realizado Cal para recuperar el dinero que había perdido en un negocio ruinoso de hielo para conservar alimentos, no siempre con procedimientos honestos.

Monterrey, en la costa,  es el reino de la madre, que regenta un lupanar que le da pingües beneficios. El carácter inconformista de Cal le  arrastra a indagar el paradero de la progenitora, presuntamente muerta, a la que pide financiación para su negocio. Ésta le hace caer en la cuenta de que la virtud de su padre se paga con los rendimientos económicos de la perversión que ella practica, cuestión que debe tener muy clara si pretende acceder a la Universidad. La semilla que ha germinado en  el hijo, de odio y resentimiento, no le permite sentir agradecimiento por los favores de la madre, con la que finalmente se comportará con la crueldad  que le atormenta. Aaron es aún peor, ya que en el mundo beatífico que él preside no tienen cabida la prostitución y el universo sórdido de su propia madre, cuyo descubrimiento le hundirá definitivamente, desprovisto de cualquier inclinación a la tolerancia o la comprensión de los demás y dominado por la envidia a Cal, el marginal, el desobediente y, en definitiva, el independiente.

El nexo entre ambos mundos lo provoca Cal, que transita de un mundo a otro viajando como polizón en el tren, ausentándose del hogar secretamente durante la noche. En la primera secuencia Elia Kazan plantea ya el conflicto, cuando nos muestra al joven sentado en una calle de Monterrey esperando a su madre, que acude a un banco a depositar dinero, producto de su próspero negocio y es observada por unas mujeres  de apariencia burguesa, que la miran escandalizadas, mientras un grupo de hombres, trabajadores, la felicitan por sus éxitos. Así pues, desde el principio, entran en liza el bien y el mal, la religión y la laicidad, y el camino que debe recorrer Cal para alcanzar  su regeneración y la superación del sentimiento de culpa, que sólo le puede venir de la bendición  del padre, odiado e idealizado. Las mujeres, tanto Abra que traslada su sentimiento amoroso de Aaron al hijo pródigo, como la madre, maltratada finalmente por ambos vástagos, quedan relegadas a un segundo plano en esta tragedia.

El tema del envejecimiento y la enfermedad está emblematizado en la artritis de las antes bellas manos de la madre, ahora siempre enguantadas, que ya sólo sirven para manejar el dinero que le proporcionan las jóvenes que ejercen la prostitución en una casa situada frente al lugar donde se encuentra el bar de copas y la residencia de la mujer. Aaron descubre el lado oscuro de la familia, a la que él consideraba un refugio de perfección y beatitud, de repente, empujado por su hermano sediento de venganza, y lo que ve rompe todos sus esquemas mentales y lo enloquece. La maldad podía existir, pero siempre discurriendo paralelamente al mundo sacrosanto que el padre había creador para él; en definitiva, era mucho menos fuerte que su hermano.

Elia Kazan nos abre, pues,  una ventana a la reflexión sobre la condición del ser humano, a los conceptos inherentes al mismo del bien y el mal, la culpa y la redención, la sumisión y la rebeldía que atormentan al hombre en su trayecto vital, con una interpretación de lujo, la del prematuramente malogrado James Dean. Imprescindible.


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