El ángel y el pistolero. James Edward Grant.
Ficha técnica:
Título original: Angel and the Badman.
País: USA.
Año: 1947.
Duración: 100 minutos.
Guión y dirección: James Edward Grant.
Score musical: Richard Hageman. Director musical: Cy Feuer.
Sonido: Vic Appel.
Dirección de Fotografía: Archie JJ. Stout, A.S.C.
Diseño de producción: Ernst Fegté.
Edición: Harry Keller.
Vestuario: Adele Palmer.
Supervisión maquillaje: Bob Mark.
Peluquería: Peggy Gray.
Decorador del set: John McCarthy, Jr., Charles Thompson.
Efectos especiales: Howard y Theodore Lydecker.
Productor: JohnWayne.
Republic Production.
Intérpretes:
John Wayne: Quirt Evans,
Gail Russell : Penelope Worth.
Harry Carey: Wistful McClinton,
Harry Carey: Wistful McClinton,
Bruce Cabot: Laredo Stevens,
Irene Rich: Mrs. Worth,
Lee Dixon: Randy McCall,
Stephen Grant: Johnny Worth,
Tom Powers: Dr. Mangram,
Paul Hurst: Frederick Carson,
Olin Howlin: Bradley,
John Halloran: Thomas Worth,
Joan Barton: Lila Neal,
Craig Woods: Ward Withers,
Marshall Reed: Nelson.
Sinopsis:
El pistolero Quirt Evans (John Wayne) resulta herido en el atraco a un banco y se refugia en una granja. Allí recibirá los cuidados de Penélope (Gail Russell), la encantadora hija de los granjeros. Quirt se enamora de su enfermera y empieza a reconsiderar su salvaje estilo de vida. Uno de los mejores westerns de John Wayne.
Comentario:
Uno de los filmes más maniqueos de la historia del western, en los que se da una combinación antitética imposible: cuatreros y cuáqueros, ganaderos y agricultores, religiosos y pistoleros vividores, en un prototipo de sociedad patriarcal, en la que el hombre es granjero y la mujer cuida a los niños. Es absolutamente inverosímil y de escasa credibilidad ver al duro John Wayne desempeñando el papel de un sumiso pater familias que abandona sus pistolas por una mujer toda bondad, que coge petunias, margaritas y helechos en el campo, y no tiene desperdicio la conversación entre ellos, en la que la mujer, Penelope Worth (Gail Russell), le viene a decir que no crea que es tonta y sabe lo que hay por ahí, pero ella también sabe que el realismo, como dice su madre, si no está templado por el sentimiento, la humanidad y la religiosidad es una actitud fría que se debe combatir. El final es forzado y manipulador y aumenta la perplejidad de un espectador que utiliza la materia gris. Se podría reducir a un lema muy cristiano: "Antes morir que pecar", que no pienso discutir, pero que en un personaje como los que encarna John Wayne, que aún conserva la camisa militar de la Guerra de Secesión y que se gana la vida con las pistolas, resulta duro de digerir.
No es que sea imposible que un 'pecador' se reforme y se convierta en un pacífico agricultor que lee la Biblia, pero en absoluto se puede vender, ni J.Edward Grant ha sabido hacerlo, como un tema universal de interés. Quirt Evans es un malo de manual, un badman, un pistolero con muchos enemigos, de los que disfrutan rompiendo locales de ocio en peleas de saloon, y que se relaciona con prostitutas. Pero, tras despertar al ser herido durante el atraco de un banco, y comerse seis huevos, doce longanizas, y no sé cuantas tortitas fritas, como corresponde a un hombre-hombre, descubre que está enamorado de una mujer virtuosa y dispuesto a dar la vuelta a su vida como a un calcetín por ella. Cierto que tiene un último arrebato e intenta aplicar la Ley del Talión en un duelo a muerte, tras ser atacado por antiguos compinches, pero para la paz de las conciencias, todo se resuelve mágicamente. Brutal; es antigua, pero incoherente.
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