Salvador Puig Antich. Manuel Huerga.







Ficha técnica:

Título original: Salvador (Puig Antich).
País: España.
Año: 2006.
Duración: 134  minutos.
Dirección: Manuel Huerga.
Guión: Lluís Arcarazo.
Dirección de Fotografía: David Omedes.
Música original: Lluís Llach.
Productor: Jaume Roures.
Producción ejecutiva: Javier Méndez, Stephen Margolis.
Producción delegada: Albert Martínez.
Dirección de producción: Bernat Elias.
Compañías:  Mediapro, Future Films.

Intérpretes:

Daniel Brühl:  Salvador Puig Antich,
Tristán Ulloa: Oriol Arau,
Leonardo Sbaraglia: Jesús,
Leonor WWatling: Cuca,
Ingrid Rubio: Margalida,
Celso Bugallo: Padre de Salvador,
Mercedes Sampietro: Madre de Salvador.
Olalla Escribano: Imma,
Carlota Olcina: Carme,
Bea Segura: Montse.
Andrea Ros: Merçona.

Sinopsis:

El 2 de marzo de 1974, el joven militante del Movimiento Ibérico de Liberación, Salvador Puig Antich, se convirtió en el último preso ejecutado en España mediante "garrote vil". Esta es su historia y la de los intentos  desesperados de su familia, compañeros y abogados por evitar su ejecución.


Comentario.

Manuel Huerga inicia sus estudios de Historia en la Universidad de Barcelona en 1975, un año después de la ejecución de Puig Antich, lo que le da una  buena perspectiva  para analizar la idiosincrasia del estudiante catalán de la época. Una de las notas características de esta película extraordinaria,  muy valorada por la crítica de todos los periódicos españoles, es el correcto análisis de los jóvenes del momento, que aparecen oyendo música de Leonard Cohen o Bob Dylan en los ahora viejos vinilos, experimentando la sexualidad libre independizados de sus hogares, vistiendo ropa hippie, ambientando sus estancias con perfumes de incienso o fumando maría; frente a ellos otros sectores de universitarios mantenían posiciones más conservadoras, tenían como objetivo el matrimonio y se preservaban sexualmente hasta que llegara el momento del casamiento. En un momento en que la Universidad estaba poco concurrida, nada masificada, los contactos entre unos y otros no eran infrecuentes, y todos tenían algo en común: habían sido educados en colegios de curas y monjas, segregados por sexos. El padre de Salvador, un izquierdista que se había librado por pelos de la muerte, llevaba a sus hijos a colegios religiosos, y concretamente Salvador era ex-alumno de los salesianos. En ciertos sectores sociales queda todavía  el tic de llamar hippie a cualquier joven,  pertenezca a este movimiento contracultural o no, que se aparte algo de las normas a juicio del que lo califica de esta manera. Huerga acierta en la representación de este ambiente.

Salvador es el trabajo más brillante que ha realizado Daniel Brühl en su carrera cinematográfica, en la que no faltan bellos ejemplos como el de Alex, el hijo abnegado de Good bye Lennin!, de Wolfgang Becker, o el orgulloso oficial alemán de Malditos Bastardos, de Quentin Tarantino. Pero en la película de Huerga encarna un personaje que pasa de la militancia revolucionaria, de carácter anarquista, en  el MIL, al 'corredor de la muerte' y  finalmente  es ajusticiado con un procedimiento medieval, el ' garrote vil', que afortunadamente forma parte ya del Museo de los Horrores de la humanidad. Este tránsito esta representado por el actor sin melodrama ni idealización; un complejo personaje magistralmente interpretado según Carlos Boyero, cercano, que entiende que puede haber errado el camino para alcanzar sus objetivos, pero que mantiene hasta el final la esperanza en la condición humana. Finalmente será derrotado en una escena  magistralmente insoportable, en la que el realizador  obliga al espectador a reflexionar sobre la pena capital, no privándolo de la dureza de su ejecución y los momentos que la preceden, con familiares, ejecutores, policías, curas,  y guardias ded prisiones,  en los que cada uno juega su papel.

Este film, magníficamente ejecutado, vigente,  en cuanto se inscribe en la década de los 70, en la que se estaban gestando movimientos literarios, musicales, cinematográficos, que siguen dominando la actualidad, fue la oportunidad de Daniel Brühl, y la supo aprovechar, de demostrar su capacidad de realizar una gran papel trágico pero dotado de la serenidad del clasicismo. El veredicto de la crítica fue unánime. El estreno de la película  no dejó contentos a todos, y grupos anarquistas protestaron por la exaltación de un héroe, contrario a sus ideas; efectivamente, en  la propia cinta  Salvador le dice a su abogado Oriol, que no quiere morir y convertirse en un mártir, cuya fotografía cuelgue en una pared. Pero evidentemente nadie controla lo que sucede después de su muerte.

La música de Lluís Llach evoca más que ninguna otra los momentos históricos que narra el film, conocida por todas las generaciones de universitarios del postfranquismo.

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