El hijo de Montecristo. Rowland V.Lee.






Título original: The son of Monte Cristo.
País: Estados Unidos.
Año: 1940.
Duración: 102 minutos. 
Director: Rowland V.Lee.
Guión: George Bruce.
Dirección de Fotografía: George Robinson.
Música original: Edward Ward.Decorados: Edward G. Boyle.
Diseño de Vestuario: Edward P. Lambert.
Maquillaje: Don L. Cash.
Sonido: Charles  Althouse.
Efectos especiales:  Howard A.Anderson.
Asistente de dirección: Joseph Boyle.
Director de producción: Val Paul.
Productor ejecutivo: Edward Small.
Compañías. Productora: Edward Small Productiones; Distribuidora: United Artists.






Intérpretes:

Louis Hayward: Edmon Dantes, Conde de Montecristo.
Joan Bennett: Gran duquesa Zona, 
George Sanders: General Gurko Lanen,
Florence Bates: Condesa Mathilde,
Lionel Royce: Coronel Zimmerman,
Montagu Love: Barón Von Neuhof.
Ian MacWolfe: Conrad Stadt,
Dwight Moore: Teniente Fritz Domer,
Ralph Byrd: William Gluck,
Georges Renavent: Embajador francés.Michael Visaroff: Príncipe Paul Pavlov,
Rand Brooks: Hans Mirbach.
Theodore Von Etz: Capitán,
James Seay: Teniente,
Henry  Brandon: Teniente Schultz,
Jack Mulhall: Schmidt,
Edward Keane: Carcelero,
....





Sinopsis:

El hijo de Montecristo llega a Lichtenburg en 1865 y encuentra un país deprimido, víctima de un dictador, el general Gurko Lanen. Sus problemas comienzan cuando se enamora de Zona, una joven duquesa que está siendo forzada a contraer matrimonio con el dictador, y decide intentar ayudarla.


Comentario.

El hijo de Montecristo es un film de los que llaman los aficionados, que nada tienen que ver con el público adolescente del cine de aventuras,  de capa y espada, con decorados de cartón y nobles de opereta, en el que se enfrenta un militar descamisado, hijo de un obrero,  con la gente de sangre azul por la gracia de Dios, portadores de un poder legitimo que no puede sustraerles nadie.  En cuanto a la caracterización de los personajes, las fulgurantes joyas, los tirabuzones,los  lacitos en el pelo y en la mayor parte del cuerpo, que adornaban a  la Gran Duquesa de Lichtenburg,   Zona (Joan Bennetts) , hacen juego con las lágrimas de sus ojos cuando debe casarse con el malvado General Gurko Lane (George Sanders).

La nobleza se presenta como portadora de los intereses y valores de su pueblo, que corre peligro cada vez que su poder flaquea, con la confianza en que con la simple lectura de una carta que prueba que el Zar de Rusia apoya el régimen del militar las masas se levantarán. No así si el apoyo a los nobles viene de Francia. Alejandro Dumas padre escribió su novela en 1844, en plena reacción de la nobleza contra la revolución de 1789, y, aunque muchas cosas ya no volvieron a ser nunca igual que antes, las testas coronadas volvieron al poder. En el film se acusa al general, que francamente no sabemos qué perfil atribuirle,  de fascista, algo imposible en la mitad del siglo XIX,

Napoleón, nombrado  emperador del sacro imperio romano germánico, nunca rey, de acuerdo  con la tradición republicana romana,  en el momento de ser  coronado por el Papa le arrebató la corona y se la colocó el mismo sobre su cabeza. La mejor metáfora de la separación de la iglesia y el estado. El final de la película  no sólo camina en dirección contraria, sino que es absolutamente inverosímil. Un colaborador del  Conde de Monte Cristo, en nombre del pueblo declara traidor al General y mata a su lugarteniente en la ceremonia de la boda y ante todos los invitados. Éste permanece oculto tras su máscara de un rebelde al que llaman 'La Antorcha', que le aproxima a otros héroes populares como 'El Zorro'.

Seguramente son detalles que no importan demasiado a un público que disfruta, o disfrutaba ya que ha perdido toda actualidad  tanto en el fondo como en la forma,  viendo a espadachines pelear con sus espadas y lanzarse al cuerpo a cuerpo con sus capas, que eran un fiel reflejo de su arrojo. El problema es que hay más metraje sobre alianzas políticas incomprensibles, que sobre aventuras de espadachín. Si alguien tuviera la tentación de intentar distraer a sus hijos con un film clásico de aventuras y eligiera esta película, quizás cayera en el ridículo que Wes Anderson denuncia cuando nos presenta a unos padres induciendo a sus hijos a oír la descripción del papel de cada uno de los instrumentos en una pieza clásica, sentados en el suelo en torno a su pick-up

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