Relato criminal. Eddie Arno y Markus Innocenti.





 Ficha técnica:

Título original: Murder story.
País: Reino Unido/Holanda.
Año 1989.
Duración: 89 minutos.
Dirección: Eddie Arno y Markus Innocenti.
Guión: Eddie Arno y Markus Innocenti.
Música: Wayne Bickerton.
Dirección de Fotografía: Mark Felperlaan.
Edición: Rodney Holland.
Producción: Tom Reeve.
Productores ejecutivos: Ronnie Gerschtanowitz y James Reeve.
Diseño de producción: Morley Smith.
Productor manager: Simon Jansen.
Compañías. Contracts International / Elsevier-Vendex Film Beheer / Murder Story B.V. / Reeve and Partners








Intérpretes:

Christopher Lee: Willard Hope.
Bruce Boa: Corrigan,
Alexis Denisof: Tony Zonis,
Stacia Burton: Marty,
Kieron Jecchinis:  Eric.
Jeff Harding: Larry Deleo.
Kate Harper: Miss Swan,
Garrick Hagon: Ben Zonis,
Marte Stillin:  Judy Zonis,
Bill Balley: Billy van Wyck/Keilman.
William Jongeneel: Toe-Jam.
Pamela Teves: Mrs. Weber.
...
Sinopsis:

Tony Zonis (Alexis Denisof) quiere escribir el  thriller del año y para ello decide estudiar  el trabajo de Willard Hope, (Christopher Lee), un maestro de la novela criminal. Ambos se nutren de recortes de periódicos y noticias macabras, buscando un acontecimiento que les inspire para construir una buena trama. De este modo destapan un escabroso asunto en el que está involucrado el gobierno. Ahora Tony no sólo está escribiendo un best seller, sino su propia necrológica.
Comentario:

Magnífico thriller de bajo presupuesto  realizado por  Eddie Arno y Markus Innocenti, ubicado en los canales de Amsterdam y las ciudades de Loosdrecht y Utrecht, sin olvidar un paseo por el barrio de la capital en el que las prostitutas se exhiben en los escaparates, que es el signo distintivo de la ciudad. El trabajo de Christopher Lee, uno de los actores más emblemáticos del género de terror, como novelista de relatos  de intriga y de miedo  nos adoctrina sobre la forma en que muchos escritores y guionistas escriben sus relatos, basándose en las páginas de sucesos de los periódicos y estableciendo relaciones entre las historias imaginadas a raíz de la columna.  En algún momento la estética y la fotografía nos recuerda el famoso thriller de Antonioni Blow-up(1966), y la forma de cometerse el crimen al giallo italiano y   a Dario Argento y su Rojo Profundo (Profondo rosso, 1975), especialmente cuando Tony Zonis (Alexis Denisof exhibe el terrible cuchillo de cocina ante su agresor, arma con la que lo asesina Marty, su compañera.

Donde declina su creatividad y no llega a la altura   que exige a su personaje,  Tony, que  acude a la Universidad para adquirir destreza en la construcción de narraciones creativas, es en el motor que hace avanzar la historia, en lo que se esconde tras los asesinatos, que en realidad es la lucha entre los empresarios y los gobiernos que han invertido en energía nuclear con unos científicos que han superado en potencia y rentabilidad la fuente tradicional, inventando una nueva fórmula a la que llaman magnaflux. Lo cierto es que la calidad de los personajes y el clima de la intriga parecían encaminarse hacia la presencia de un sociópata, cuando en realidad  se estaba representando el cinismo posmoderno que alienta teorías conspirativas y que intenta diluir la barrera existente entre el bien y el mal; una vez suprimidas las fronteras cualquier perversión es posible y siempre se atribuirá a la presencia de psicópatas que se mueven por instintos personales, sin responder a ideología o bandería de cualquier tipo.

Creo que esto es denunciable, y es meritorio que lo hicieran estos realizadores en 1989, mucho antes de que el hombre, a escala global, comenzara a sentirse sólo y desamparado, roto el cordón umbilical que le unía a una matriz solidaria, el problema está quizás en las expectativas generadas. Los asesinos no son psicópatas ni sociópatas, sino agentes criminales al servicio de los grandes intereses empresariales y las inversiones gigantescas en torno a la energía nuclear. Esta denuncia le sirve para hacer un ejercicio metalingüístico y  mostrar al espectador la forma en que se construyen los relatos cinematográficos o novelísticos.

Una joya que pasa desapercibida. Hay que verla.




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