El fraude. Nicholas Jarecki.






Ficha técnica:

Título original: Arbitrage.
País: Estados Unidos.
Año: 2012.
Duración: 107 minutos.
Dirección: Nicholas Jarecki.
Guión: Nicholas  Jarecki,
Dirección de Fotografía:  Yorick  Le Saux.
Música: Cliff Martínez.
Casting: Laura Rosenthal.
Edición: Douglas Crise.
Dirección de Fotografía:  Yorick Le SaTyczynskiux 
Co-producción:  Michael Bederman, Michael Heller, Marek Gabry Jelski y Anna Rozalska.
Diseño de producción: Beth Mickle.
Producción: Brian Young, Mohamed Al Turki,  Lisa Wilson, Stanislaw  Tyzzynski
Vestuario Joseph G.Aulisi.
Productoras:  Green Room Films & Treehouse Pictures presentan una co-producción de  Parlay Films LB Productions Artina Films en asociación con Alvernia Studios, Lucky Monkey Productions. Distribuidora: Tripictures.

Intérpretes:

Richard Gerr: Robert Miller,
Susan Sarandon: Ellen Miller,
Tim Roth: Michael Bryer,
Brit  Marling: Brooke Miller,
Laetitia Casta: Julie Cote,
Nate Parker:  Jimmy Grant.

Sinopsis:
Robert Miller,  (Richard Gere), es  un magnate que  representa el éxito tanto profesional como familiar,  siempre acompañado por su fiel esposa (Susan Sarandon) y por su hija y heredera (Brit Marling). Pero, en realidad, Miller está con el agua al cuello, es un multimillonario administrador de fondos de inversión que ha perdido la mitad de sus reserva fifuciarias y ha maquillado sus cuentas para hacer invisible el agujero a los auditores y  necesita urgentemente vender todo su imperio a un gran banco antes de que se descubra que ha cometido un fraude. Además, a espaldas de su mujer y de su hija, tiene un romance con una marchante de arte francesa (Laetitia Casta). Cuando está a punto de deshacerse de su problemático imperio, un inesperado error lo obliga a enfrentarse con su pasado y con su doble moral. 

Críticas:

Carlos Boyero la considera una  estimable y digna ópera prima del realizador,  solvente para Luis Martínez del diario El Mundo, un thriller comercial para Gregorio Belinchon de El País.

Fotogramas atribuye el mérito a Ricard Gere al afirmar que "Es tanto su carisma y tan firme el pulso escénico que, a menudo,  la película danza al filo de un estimulante ( en términos creativos ) aunque incómodo doble rasero  doctrinal. Lástima que  la subtrama  criminal resulta más chata que la tecnocrática monetaria, campo en el cual, es lógico, el espectador actual encuentra más motivo para sentirse  implicado, cuando no rabioso." (Antonio Trashorras. Fotogramas, Septiembre 2012).

Un nuevo film de carácter documental que contribuye a  comprender el momento crítico que estamos atravesando, "un thriller con hechuras, adulto y de trama anclada en la crisis financiera. En él, Gere es Robert Miller, un mago de las finanzas, un tiburón sin escrúpulos atrapado en una doble encrucijada." (Cinefilia. Richard Gere. Roger Salvans. Fotogramas. Septiembre 2012).

Comentario


Un nuevo film sobre la durísima crisis económica que azota al mundo y que tiene su origen en la especulación financiera, primero sobre los  inmuebles, que se bautizó con el nombre de 'burbuja inmobiliaria', y ahora sobre la deuda soberana de los países, aún a sabiendas de que  es incobrable, pero sigue alimentando a los tiburones, que miran divertidos como recibe el palo la clase política, corrompida  en parte por estos lobos económicos que les tira alguna que otra migaja. Recomendamos encarecidamente el artículo de uno de los críticos más lúcidos, que desde su espacio en Dirigido por... ayuda a  sus lectores a poder asomarse a esa ventana que abren al mundo los creadores cinematográficos. En su artículo 'Crimen sin castigo' consigue hacer visibles a "esa nueva tipología de villano que la actual crisis económica ha puesto de moda: el especulador financiero sin escrúpulos de ninguna clase."

Antonio José Navarro,( Dirigido por ...Octubre 2012), ve en el protagonista,   Robert Miller (Richard Gere),  la sombra de Bernard Lawrence Madoff, que cumple una condena de 150 años de cárcel, y recuerda  al galán  de Pretty Woman, Edward Lewis , que ha perdido gran parte de su aura, no sólo a causa de su edad, (han transcurrido ya veintidós años),  sino de la pérdida de carisma de estos hombres de negocios, estos príncipes azules que provocaron la caída de entidades financieras como  Lehman Brothers, Enron Corporation, Fanie Mae, aseguradoras como  AIG, etc. que han sido objeto de análisis por parte de los cineastas con formatos de todo tipo, dramatizados o documentales, con un objetivo pedagógico, que contrasta con otras producciones catástrofistas, fenómeno que ha sido objeto de seguimiento constante en nuestro blog. Hasta ahora han conseguido desviar la atención y dirigir los focos de la opinión pública y publicada hacia una población que ha creído en la evolución histórica sin traumas ni revoluciones, generadora de un estado del bienestar y hacia los políticos que la representan. Unos y otros todavía no han reaccionado ante el shock, una pesadilla de la que no pueden despertar, mientras los depredadores siguen repartiendo calificaciones a los países para que se  doblegan a sus intereses, a través de sus agencias de calificación que reparten triples A o B, y bonos basura a diestro y siniestro, mientras sus propias cuentas están  más maquilladas que la cara de un mimo y con más agujeros que un colador.

Nicholas Jarecki señala con su dedo acusador a "un grupo de personajes representativos de diversos grados de  comportamiento poco ético: desde la complicidad pasiva con los deshonestos, bien por (necia) ignorancia o (interesada) ingenuidad, hasta los bastardos que se lucran cínicamente gracias  a actividades financieras que puentean las leyes, pasando por sujetos que basan su "prestigio" social/laboral en  una intrincada red de apariencias..." (Antonio José Navarro). El pueblo norteamericano parece haber perdido la confianza en las virtudes de héroes individuales y a sumarse a acciones colectivas como el movimiento Ocupemos Wall Street, que ha obligado a los gobiernos a levantar muros legales en torno a la institución desde la que se decide el sufrimiento de los pueblos. Una prueba de este nuevo espíritu es ese Caballero Oscuro, maltrecho físicamente y perseguido por jueces y policías que lleva a la pantalla Chritopher Nolan.

El fraude transmite ese pesimismo que azota al mundo, que ha perdido la confianza en un justicia venal, incapaz, más que nunca, de llegar a estos personajes, y que se limita a llenar  las cárceles de todos los miserables que van dejando a su paso. La magnitud del fraude en la sociedad de la comunicación, con sus redes que llegan a la mayor parte de los hogares mundiales, reduce historias que en otros tiempos conmovieron, como la de M. Madeleine (Jean Valjean) de Victor Hugo (Los miseresables) que pasó  gran parte de su vida en la prisión por robar un pan, a  meras anécdotas de un mundo dominado por los pluitócratas. Curiosamente el escritor francés se basó para crear su personaje en en Vidocq, criminal francés que se redimió y acabó inaugurando la Policía Nacional francesa, hecho que se reproduce con gran frecuencia y que 'transforma' a conocidos delincuentes económicos en 'defensores' del bien común, apoyados en grandes medios de comunicación  controlados por ellos mismos, que Jarecki  emblematiza  con  esa panorámica vertical, tantas veces vista en el cine americano, hacia arriba, que relaciona, según Antonio José Navarro, sexo sin compromiso y traición, con esa fálica representación del poder.

Si en otras ocasiones el cine americano ha denunciado los trapicheos  de los grupos financieros para sobrevivir, ahora denuncia directamente la  estafa, el fraude, tan extendido que  cuando Miller trapichea con el  máximo responsable de otra macroempresa con la que se va a fusionar, ambos enjuagan sus propias pérdidas con simples asientos contables. Si en  Margin call , (expresión que designa algo tan sofisticado como  'demanda para margen adicional) de  J.C.Chandor , se ilumina al ciudadano corriente sobre  cómo es posible que  una especie de préstamo que recibe una persona o entidad para intercambiar o comprar acciones, si  pierde valor, permite  que  el prestamista pueda obligar al prestatario a  vender sus acciones y como consecuencia  se produce un agujero negro, que van a acabar pagando países enteros, y no los actores del negocio. Si el fenómeno se extiende y los inversores, perdida ña confianza,  quieren  dinero y no acciones, éstas reducen paulatinamentte su precio y aumentan el apalancamiento. En El fraude, Miller vende, con pingües beneficios para todos los inversores, y especialmente para él mismo, con una autoestima muy elevada de 'mago de las finanzas, un producto que aún no tiene en sus manos: unas minas de cobre en Rusia. Un simple cambio de gobierno que no deja extraer y sacar del país la materia prima, deja al descubierto la gran estafa y un agujero en los libros de contabilidad de más de cuatrocientos millones de dólares, cantidad que, a la luz de los acontecimientos, nos parece hasta modesta, y quizás este sentimiento nace de la falta de explicación a la americana, de por qué algunas instituciones bancarias precisan rescates multimillonarios. La prensa salmón y muchos economistas están empezando a echar de menos la poca atención que el cine europea dedica a estos fracasos financieros en Europa,  que están sin embargo están  en la base de la crisis actual y  están arrojando a la miseria y el hambre a millones de ciudadanos del  mundo entero, mientras se embarcan en ejercicios diletantes o de pura evasión, olvidando el axioma clásico: Primum vivere, deinde philosophari. La pobreza en el mundo desarrollado tiene incalculables consecuencias en el tercer mundo, por el drástio recorte de los programas de ayuda.

La ignorancia de los propios hijos del financiero, que ha  animado a relacionar la historia con el caso de  Bernard Lawrence Madoff, uno de los pocos que cumplen condena por este tipo de estafas, nos sitúa en una disyuntiva intelectual: mientras se acusa a delegados sindicales y otros  asesores de los partidos políticos en las empresas intervenidas por los estados, se proclama a los cuatro vientos la inocencia de los hijos del empresario, cuando su retoña dirigía precisamente el departamento que debía haber velado para que estos hechos no se hubieran producido. Si es posible que su propio padre  hubiera metido semejante gol a una economista formada en las mejores universidades, que creía que todas las actuaciones de la empresa eran rectas y legales, ¿cómo se puede culpar a quienes ella misma vendía con convicción, la legalidad de las acciones que llevaba a cabo la empresa? De  hecho,cuando su padre se ve implicado en un accidente de coche mortal con su amante no recurre a su hijo para que le ayude, sino al hijo de un chófer, unido a su persona por el agradecimiento que se deriva de la beneficencia, del apoyo que recibió cuando murió su padre. Un negro de Harlem sobre el que  la jujsticia quería ejercer toda su presión, presionada por un policía que buscaba pescar al 'pez gordo'.

Jarecki no se olvida de las familias de estos 'delincuentes', que nadan en la abundancia, que hablan de millones de dólares como si fueran calderilla, viven en casas de lujo, se cuidan el cuerpo en gimnasios de alto standing, disfrutan de limusinas, jets privados, fiestas portentosas, donan fondos a través de fundaciones a causas sociales... y no se preguntan de dónde salen tantos recursos. Descubierto el pastel y con un montón de documentos privados sobre la mesa, que implican separaciones legales de patrimonio, disolución del matrimonio de Miller y que dejan al millonario dependiendo del dinero alojado en paraisos fiscales, de cuya existencia nadie duda y de los que habla con toda natural la esposa, protagonizada por Susan Sarandon, la familia aparece de nuevo unida en público, sin apenas mostrar, excepto al espectador que ha conocido todos los entresijos de la trama, la frialdad polar que se ha instalado entre todos sus miembros, hasta el momento aparentemente felices.

El film de Jarecki da un paso más en  su esfuerzo  por añadir teselas al mosaico de la crisis  y realiza una película  para engrosar nuestra videoteca, que aporta un poco de luz en este túnel oscuro que estamos atravesando,y  que supone un pedrusco en el camino de un hombre que creía en el desarrollo sostenible, una factura que van a pagar no sólo los ciudadanos menos favorecidos por la fortuna, sino los países económicamente más débiles, los situados en ese Sur que dolía a Mario Benedetti, para quien el Norte es 'el que ordena'.


Cmrl.

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