Lawrence de Arabia. David Lean.















Ficha técnica:

Título original: Lawrence of Arabia.
País: Reino Unido
Año: 1962.
Duración: 227 minutos.
Dirección: David Lean.
Guión: Robert Bolt y Mihael Wilson.
Casting: Maude Spector.
Dirección de Fotografía: F.A. Young, B.S.C. Tecnicolor.; super-panavisión 70.
Música: Maurice Jarre; interpretada por la Orquesta Filarmónia de Londres y dirigida por Sir Arian Boult.
Efectos especiales: Cliff Richardson.
Edición: Anne V. Coates
Edición de sonido: Winston Ryder.
Director artístico: John Stoll.
Producción Sam Spiegel y David Lean.
Producción manager: John Palmer.
Diseño de producción: John Box.
Vestuario: Phyllips Dalton.
Maquillaje: Charles Parker.
Peluquería: A.G.Scott.
Columbia, Columbia/Tristar Video


Intérpretes:


Intérpretes: Peter O'Toole: T.E. Lawrence ; Alec Guiness: Principe Feisal;  Anthony Quinn: Auda Abu Tayi; Jack Hawkins: General Allenby;  José Ferrer: Turkish Bey;  Anthony Quayle: Coronel Brighton.; Claudia Rains: Mr. Dryden;   Arthur Kennedy: Jackson Bentley;  I.S. Johar: Gasim;  Donald Wolfit: General Murray ; Omar Sharif: Sherif Ali.





Volvemos sobre el  héroe creado por el cine, Al Lawrene de Arabia,  un conflictivo y enigmático oficial británico, enviado en 1917, durante la Gran Guerra, la primera llamada mundial, al desierto para participar en una campaña de apoyo a los árabes contra Turquía. David Lean generó el mito a partir de  un hombre que murió joven,un  militar, arqueólogo y escritor británico (1888-1935), hijo ilegítimo de  Sir Thomas Robert Tighe Chapman, un pequeño terrateniente irlandés. Miembro del servicio de inteligencia británico, se ganó el respeto y la confianza de los jefes de distintas tribus, que le otorgaron el  agnomen  de Arabia. Pero fue el cineasta inglés quien escribió con el lenguaje fílmico, predominante en el siglo XX, la gran epopeya que lo hizo inmortal, un poema épico de un hombre que amaba el desierto, pero que acabó llenándolo de sangre; un poeta, un sabio, un guerrero, pero también un exhibicionista  que maba la ' Fama '; en definitiva un hombre. David Lean demostró el poder del cine para crear mitos, como en otro tiempo hiciera la literatura, en el que las imágenes dotan de gran dignidad a unos personajes a los que los diálogos describen como salvajes y sucios. Todos los recursos se conjuntaron para crear una obra sublime e inmortal. Ccasi treinta años después otro cineasta de prestigio, Bernardo Betolucci, se adentra de nuevo en el desierto y crea imágenes poéticas de sus paisajes, en una obra que no igualó a la de Lean. Actores de método británicos, procedentes de los escenarios, como Sir Alec Guiness o Peter O'Toole, y norteamericanos de adopción, como Omar Sharif y Anthony Quinn contribuyen a crear la magia de un título inolvidable. Esto esribíamos en nuestra entrada de 18 de enero de 2012.

Los grandes directores que marcan todavía  la estela a los realizadores noveles vuelven su mirada hacia el héroe nacido en la década prodigiosa. Ridley Scott lo convierte en el espejo en que se mira David,  interpretado por Michael Fassbender,  un ser creado por la  ficticia Compañía Weyland, ilustrado y  cinéfilo que se identifica con  Peter O'Toole en su papel de Lawrence de ArabiaWerner Herzog trae de nuevo al personaje con motivo de la realización del biopic de Gertrude Bell, una arqueóloga, compañera del inglés,  y encarga el papel del amante del pueblo árabe al protagonista de la saga Crepúsculo, Robert Pattison.

El Lawrence de O'Toole  se forja con un  físico endeble que le aleja de los héroes actuales con músculos tallados con cincel, una gran expresividad derivada del oficio  de  actor de teatro, formado  en la Academia Real de Arte Dramático de Dublín, compartiendo cartel con Sir Alec Guines, un buen contraposto en que apoyarse. Su fuerza radica en su determinación, en la confianza en sí mismo, el dominio de sus propios miedos, que le costó la vida, la extravagancia e incluso cierto grado de exhibicionismo, según sus compañeros de la milicia. La primera secuencia, que pone el fondo a  los títulos de crédito, comienza con un plano cenital que sólo permite observar a un prototipo de hombre moderno que prepara su entonces vanguardista motocicleta; el final que termina con la muerte del hombre y que prologa un gran flashback, no sólo informa de cómo murió Thomas Edward  Lawrence, sino que  se convierte en el símbolo de cómo vivió, emblematiza al héroe, un hombre soberbio, un defensor a ultranza del  libre albedrío que combate el determinismo religioso, lo que en ese momento  era considerado una blasfemia entre musulmanes y cristianos.

Hijo  natural e ilegítimo de un lord inglés, la conmdición de bastardo le libera de todo tipo de corsés de lo que llama 'gente gorda', como se denominaba  a los ricos desde la Roma clásica (eso es precisamente lo que significa el nombre de Craso). Lean conforma un  héroe romántico, formado en lenguas clásicas y conocedor de textos greco-latinos y del Corán, que ama al pueblo árabe  y el desierto desde su perspectiva de hombre occidental acomodado; el emir Feisal se encarga de desengañarlo en lo que puede: no existe el pueblo árabe, sino tribus enfrentadas de bedús, hasemitas, etc, y el desierto es un constructo literario europeo: los hombres que lo habitan lo desprecian porque en el desierto no hay nada y nadie puede vivir de la nada. Grandes panorámicas muestran la insignificancia de las caravanas en la inmensidad del mar de arena, un océano en el que se hunde el remo de sus navegantes; En sus ensueños impulsa a un grupo de bedús a cruzar el Desierto de Nefud, el peor lugar creado por Dios, al que desafía el orgullo del ilustrado inglés, protagonizando su Rubicón particular, más alla de los railes de hierro del ferrocarril que serpentea por las áridas tierras. Pero  Al Lawrence sabe que nada está ecrito y que todo lo puede la voluntad del hombre, desafiando incluso las leyes de la lógica y enalteciendo la belleza de gestos con frecuencia inútiles.

Lean aceptó el reto y contó con el actor perfecto, Peter O'Toole, cuya fuerza interpretativa y capaz de transmitir las emociones más fuertes con la expresión de su rostro, contrasta con un ser  débil en apariencia; la primera vez que  dos hombres,  Lawrence y Alí, que encarnan dos sistemas económicos, imperialista y de subsistencia, dos naturalezas y diferente adiestramiento, cada uno en un extremo de un plano general, desafiantes  y provocadores, sabemos que hay más cosas que les unen que las que les separan, y que el bedú acabará por aceptar el pragmatismo de su contrincante, al tiempo que ayuda a Lawrence a amar todavía más a su pueblo. La racionalidad formal y discursiva, el esquematismo racional de las imágenes y la marcha lenta y armoniosa de los hombres  a través de infiernos de Dante, son el marco idóneo en el que se desenvuelven los personajes, cuyos perfiles llegan nítidos, como pocas veces en la historia del cine, al espectador. El contrapunto emotivo lo pone la música de Maurice Jarre y el leitmotif que identifica y sublima al  único e inimitable Lawrence de Arabia.

Casi cuatro horas de  belleza ininterrumpida desfilan ante los ojos de un espectador absorto en su butaca, que acaba  idealizando el inhóspito desierto como lo hicieran en su momento David Lean y Peter 'Toole y así lo trasladaron a su público. Y esto es lo que hace tan grande a un hombre, cuyo papel en la historia no es tan significativo como pudiera parecer. El cine puede levantar grandes mitos y su inmediatez, mayor que la de la obra escrita, puede llegar a ser más efectiva en la incorporación de modelos en el imaginario colectivo.


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