Mala semilla. Mervyn LeRoy.








Ficha técnica:

Título original: The bad seed.
País: Estados Unidos.
Año: 1956.
Duración:  129 minutos.
Direección: Mervy LeRoy.
Guión: John Lee Mahin, basado en la obra  Maxwell Anderson de William March.
Música: Alex North.
Dirección de Fotografía:  Harold Rosson (B&W).
Warner Bros. Pictures.
Intérpretes:

Nancy Kelly: Christine Penmack,
Patty McCormack : Rhoda Penmarck,
Henry Jones: Leroy Jessup,
Eileen Heckart: Hortense Daigle,
Evelyn Varden: Monia Breddlove,
William Hopper: Coronel Kenneth Penmark,
Paul Fix:  Richard Bravo,
Jesse White: Emory Wages,
Gage Clarke: Reginald 'Regie' Tasker,
Joan Croydon: Claudia Fern, Frank Cady: Henry Daigle.







Premios (Filmaffinity):


1956: 4 nominaciones Oscar: Actriz (Kelly), actrices sec. (Heckart & McCormack), fotografía B&N 1956: Globo de Oro: Mejor actriz secundaria (Eileen Heckart).

Sinopsis:

Una niña de ocho años, que vive sola con su madre, Rhoda, comete una serie de crímenes, y su madre, mal informada, cree que la maldad es hereditaria. La conjunción de los hechos y las creencias desembocará en la tragedia.

Comentario.

El film es una reflexión sobre  hasta qué punto una madre puede querer a su progenie, tema tratado de forma magistral por Polansky en La semilla del diablo, y que en la película de Mervyn LeRoy queda reducido a la inquietud que produce esa niña rubia de ojos claros, fría y calculadora, que maneja y administra los sentimientos de su madre hasta acabar con ella. El acierto en la creación del icono, con sus trenzas y su traje blanco  impecable, un símbolo de gran pureza, y mimosamente almidonado que  contrasta con la   negrura de la conciencia de la niña.

Hay quien piensa que un niño albino, de tez blanca y ojos claros representa la antítesis del mal, pero, precisamente basados en esta creencia popular y en el hecho de que el hombre blanco haya sido hasta ahora el dominante en  nuestro planeta, ha inclinado a muchos cineastas elegir este arquetipo para encarnar la maldad, como Wolff Rilla y John Carpenter en sus respectivas versiones de El pueblo de los malditos, Narciso Ibáñez Serrador en ¿Quién puede matar a un niño? o la protagonista de  Let me in, versión americana de Déjame entrar de Tomas Alfredson, que frente a muchos niños malignos es morenita por diferentes razones, aunque  su partner es rubio muy claro. Esa conjunción de perfección y maldad produce paradójicamente un efecto perverso.

Cmrl.



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