The long shadow. Vilmos Zsigmond.





Ficha técnica:

Título original: The long shadow
País: Hungría/Israel.
Año: 1992.
Duración: 90 minutos aproximadamente.
Dirección: Vilmos Zsigmond.
Guión:  Paul Salomon y Janos Edelenyi.
Casting: Tova Tzipin. 
Dirección de Fotografía: Gábor Szabó, H.S.C.
Edición: Mari Miklós.
Música: György Selmeczi.
Decorador del set: Anat Avivi, Agnes Menyhárt.
Productores: Janos Edelenyi y Paul Salomon.
Productores ejecutivos: Joe Gantz y William M Zachman.
Co-productores ejecutivos: Usa: Richard Seale y Savid Weil; Hungria: György Lendvai y Péter  Somosi.
Productores asociados: Israel: Zvi Spielman, Hungría: Pál Sándor.
Diseño de producción: Avi Avivi
Vestuario: Rakefet Levi, Zsófia Eordogh.
Maquillaje: Katalin Tomola.
Peluquería: Károly Magyar.

Intérpretes:

Michael York: Gábor y Raphael Romándy.
Liv Ullmann: Katherine,
Oded Teomi: Johann,
Zoltán Cera: Rabbi Rosner,
Ava Haddad: Rachel
Babi Neeman: Abu,
Róbert Koltai: Sanyi.

Sinopsis:

The long shadow narra la historia de un famoso actor húngaro que pospone el estreno de 'Hamlet' en Budapest para visitar la tumba de su padre en Israel, donde encuentra a su segunda esposa, una bella mujer en la que descarga todo su resentimiento y amargura. Pero en los días siguientes va descubriendo que su padre siempre lo amó. También se da cuenta de que se está enamorando de la viuda y de que ella le corresponde. Ambos piensan que es la mano del padre la que ha dispuesto todo para reunirlos.

Comentario:

Vilmos Zsigmond nos induce con su película a una doble reflexión: cómo es posible que un pueblo que ha dado los mejores realizadores a nivel mundial, haga un cine tan mediocre, a pesar de recibir el apoyo de la Fundación para la Promoción de la calidad del Cine de Israel, con la colaboración de la televisión húngara,  y cómo es posible que los hombres puedan matar y morir por una tierra árida, cuya monotonia cromática ahoga incluso a la ciudad de Jerusalén. Puede mucho, incluso en el viajero y el caminante,  la evocación histórica o bíblica de los acontecimientos que en estas tierras se produjeron, pero cuando el protagonista se estremece de felicidad contemplando la belleza de un lugar, sin una sola hierba, una no deja de pensar en la Generación del 98 que amaba los campos de Castilla y los anteponía al vergel que se extiende por el norte de la Peníncula  Ibérica.

Los personajes no son en absoluto creíbles. Cuesta mucho imaginar a Liv Ullmann como una mujer tan joven como el hijo de su marido muerto, que por otra parte es tan mayor como ella, ( por mucho que mire a las veinteañeras cuando se cruzan en su camino, como si tuviera muchas posibilidades), y lo que es peor, casi tan mayor como su padre. La solidez cultural se da por sobreentendida: un actor que interpreta a Hamlet no puede ser un ignorante, y para reconstruir la intelectualidad del progenitor bastan unos pocos objetos de escritorio encima de una mesa, y la reconstrucción de sus hazañas como ¿arqueólogo?  en forma de película, ( ¿metacine? ),  que el hijo completará como actor, envejecido con algunas prótesis, no muchas, unos rulos en la cabeza para ahuecarle un tanto  el pelo y una barba rala postiza. Momento en que descubre  su amor por la mujer y se dan un beso de película, que no toca en un documental tan serio; a este descubrimiento añaden otro muy oportuno; su padre quería la unión de ambos, aunque la carta llamándolo a Israel la escribiera su viuda. Fantástico.

Posiblemente el cine de cualquier país progresa más y mejor, sin fundaciones que le apoyen y aunque la dirijan realizadores de prestigio como Vilmos Zsigmond. colaborador de Steven Spielberg en filmes como Encuentros en la tercera fase o Loca evasión.


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