Werner Herzog y Robert Pattison.

El matrimonio de Werner Herzog (ni más, ni menos)  y Robert Pattinson, para dar vida a Lawrence de Arabia en un film sobre Gertrude Bell,  Queen of the Desert, es  una pequeña muestra de los tiempos revueltos en que estamos viviendo. Directores de la talla del alemán que nos han legado obras como Fitzcarraldo o Aguirre, la cólera de Dios, se acercan al mayor símbolo  mainstream  para suplir en el imaginario popular la imagen de Peter O'Toole, el gran actor irlandés que  dio vida al legendario militar y que de hecho lo convirtió en el mito que es hoy día. Ridley Scott  rinde  un magnífico homenaje al actor en Prometheus, cuya imagen imita Fassbender, que tiñe su pelo de color rubio claro  con el propósito de emular al mito levantado por Lean.

Los productores Cassian Elwes y Nick Rastan han querido cuadrar el círculo de la taquilla con el prestigio de un realizador clásico, uno de los primeros que dieron el paso de acercarse a la nueva tecnología de 3D. Pero nos tememos que esta combinación puede ser explosiva; los ejércitos de admiradores de Pattison anhelan ver a su ídolo  convertido en una  estrella del cine independiente, a pesar de que, como advertía Tarkovski, toda elección impone un sacrificio, y la opción de su participación en la saga que lo llevó a la fama pesará como una losa sobre él  durante mucho tiempo. Por otra parte la inevitable  confrontación con el protagonista de Lawrence de Arabia  de David Lean (1962) sería un gran reto para cualquiera y más aún para el que protagonizó aquella secuencia  vergonzante de la noche de bodas, cuyo resultado fue la destrucción de la suite nupcial a causa de su gran potencia sexual.

Llamar cineasta independiente a Werner Herzog me parece totalmente inexacto, salvo que usemos etiquetas con diferente significado. No se sabe quién saldrá más beneficiado o perjudicado con esta unión o matrimonio de conveniencia, y desde luego no queremos resultar deterministas  sino  esperar por  si se produce un milagro.