El artista y la modelo. Fernando Trueba.
Ficha Técnica:
Título original: El artista y la modelo.
País: España.
Año: 2012.
Duración: 104minutos.
Dirección: FernandoTrueba.
Guión: Fernando Trueba y Jean-Claude Carrière.
Dirección de Fotografía: Daniel Vilar. Blanco y negro.
Dirección artística: Pilar Revuelta.
Sonido directo: Pierre Gamet.
Montaje: Marta Velasco.
Producción: Cristina Huete.
Vestuario: Lala Huete.
ICO, TVE, Alta Classics, Six Sales.
Intérpretes:
Jean Rochefort: Marc Cross,
Aida Folch: Mercè,
Claudia Cardinale: Léa,
Chus Lampreave: Maria,
Götz Otto: Werner,
Web oficial: www.elartistaylamodelo.com
Sinopsis:
En la Francia ocupada de 1943 viven un viejo escultor y su esposa en un pequeño pueblo cercano a la frontera española. El artista Marc Cros, de 80 años, dejó de esculpir hace ya tiempo. Ha visto dos guerras y, desilusionado, no espera gran cosa de la vida y de la especie humana. Pero un día su mujer, Léa, recoge de la calle a una joven campesina española, Mercè, que huye del ejército franquista. El matrimonio le ofrece a Mercè que viva en el taller del escultor y, mientras dure su estancia allí, que sea su modelo en la que será la última obra del viejo Cros. Poco a poco, nace una hermosa relación entre la joven que acaba de empezar a vivir y el artista que ve cercano su horizonte final. En el taller de la montaña, mientras trabajan, modelo y artista hablan con sencillez y cercanía de todo lo que les rodea.
Crítica:
Filmaffinity extrae un pequeño fragmento del comentario de Carlos Boyero en el Diario 'El País', sobre esta película profundamente intimista ( Jordi Batlle de 'La Vanguardia') que refleja el ambiente general de la crítica en España : "Una reflexión llena de arte sobre el arte. (...) Hay muchas cosas que me fascinan en esta película a contracorriente, profunda, escrita con mimo".
Contrasta el clasicismo del blanco y negro, la veta de oro que ha encontrado el cine español para entrar en la modernidad del siglo XXI, afortunadamente sin piano y con una joven frecuentemente desnuda en primer plano, (hubiera sido más rompedor un joven adolescente, ya que nos ponemos), con la aparente modernidad del cartel, que en realidad se homologa con trabajos de la Facultad de Bellas Artes, con algo tan superado como la falta de correspondencia entre la mancha de color y el dibujo. ¿Una reflexión llena de arte sobre el arte, como dice Carlos Boyero? El viejo enfant terrible está perdiendo su talante caústico e irónico.
Un nuevo film sobre la Guerra Civil española, cuya novedad radica en que los actores se trasladan al territorio francés, y que ha encandilado a la crítica española con su visión retro 'del arte por el arte', que plasma Sergi Sánchez en su columna de Fotogramas (Octubre 2012): "El blanco y negro le queda bien a las un estatuas y viste aún mejor la compleja relación entre un artista y su musa. Fuera de ella, la Historia se ocupa de visitar a ambos desde bandos contrarios, pero la inteligencia del punto de vista de Trueba y su coguionista Carrière es la de poner el arte por encima de la ideología."
El castellano viejo busca una belleza que' pocos alcanzan'; José Arce (La Butaca.net) siente la emoción que le transmite una película que percibe " hermosa en su planteamiento técnico, con un blanco y negro que realza un entorno ya de por sí atractivo pero potenciado por una gran dirección artística, una estupenda edición de sonido y una fantástica fotografía. También lo es en las lecturas a las que invita su guion, abundantes e inextricables por debajo de los acontecimientos que muestra y consecuentes a lo largo de su desarrollo, y que apuntan a esa percepción de la belleza a la que tan sólo acceden unos pocos, a esa sensibilidad incansable, incuestionable, satisfactoria y frustrante hasta lo obsesivo".
Una película de Fernando Trueba siempre es un acontecimiento cultural para ciertos sectores del país, que constituyen una de las élites culturales, en este caso anclada en el clasicismo del siglo XIX, que sienten que el cine es una manifestación menor que siempre necesita el apoyo de cualquiera de sus hermanas mayores: la pintura, la escultura, la música, o la literatura. Gema Nierga ha llevado al programa de la SER que codirige con Pepa Bueno, Hoy por Hoy,a un joven escultor, 'un artista de verdad', a la entrevista que ha realizado al director y a sus protagonistas, Jean Rochefort y Aida Folch, que apenas ha podido expresar su concepto del arte y de la percepción de la realidad, y que tan sólo ha tenido la oportunidad de introducir, en el poco espacio que le dejaban, la palabra clasicismo. Su siemple presencia ya dotaba de aura artística este film en blanco y negro, matiz que parecía molestar a un realizador, que no le ha concedido más importancia que la de una elección estética. Éste es todavía un problema del cine español: no considerar la obra cinematográfica como un valor en sí mismo, excepto el de entretener y funcionar como soporte de realizaciones superiores. Aún no se han superado aquellos tiempos que denunciaba Umberto Eco de los 'apocalípticos e integrados' y el cine sigue siendo para algunos un entretenimiento de los pobres, salvo que se ponga al servicio de la excelencia; en este caso de la escultura.
Todos conocen las sesiones de ópera filmada que se realizan en los cines en algunas temporadas para quienes no pueden costearse el acceso a un palacio de la música, mientras que las clases pudientes acuden al teatro a unas representaciones, cuyas puestas en escena corrían y corren a cargo de grandes directores de cine como Lucino Visconti, Robert Lepage, Werner Herzog, Doris Dorrie...Situados en este terreno dialéctico, convence más la teoría y la política fílmica de Jean-Maríe Straub, que procuraba que en sus películas quedaran bien delimitados los espacios de cada manifestación artística y que suprimía la traducción de los diálogos en gran parte para que el espectador se concentrara en el discurso visual; el resultado son películas de gran dureza y sin concesiones a nadie ni a nada.
Contrasta el clasicismo del blanco y negro, la veta de oro que ha encontrado el cine español para entrar en la modernidad del siglo XXI, afortunadamente sin piano y con una joven frecuentemente desnuda en primer plano, (hubiera sido más rompedor un joven adolescente, ya que nos ponemos), con la aparente modernidad del cartel, que en realidad se homologa con trabajos de la Facultad de Bellas Artes, con algo tan superado como la falta de correspondencia entre la mancha de color y el dibujo. ¿Una reflexión llena de arte sobre el arte, como dice Carlos Boyero? El viejo enfant terrible está perdiendo su talante caústico e irónico.
Un nuevo film sobre la Guerra Civil española, cuya novedad radica en que los actores se trasladan al territorio francés, y que ha encandilado a la crítica española con su visión retro 'del arte por el arte', que plasma Sergi Sánchez en su columna de Fotogramas (Octubre 2012): "El blanco y negro le queda bien a las un estatuas y viste aún mejor la compleja relación entre un artista y su musa. Fuera de ella, la Historia se ocupa de visitar a ambos desde bandos contrarios, pero la inteligencia del punto de vista de Trueba y su coguionista Carrière es la de poner el arte por encima de la ideología."
El castellano viejo busca una belleza que' pocos alcanzan'; José Arce (La Butaca.net) siente la emoción que le transmite una película que percibe " hermosa en su planteamiento técnico, con un blanco y negro que realza un entorno ya de por sí atractivo pero potenciado por una gran dirección artística, una estupenda edición de sonido y una fantástica fotografía. También lo es en las lecturas a las que invita su guion, abundantes e inextricables por debajo de los acontecimientos que muestra y consecuentes a lo largo de su desarrollo, y que apuntan a esa percepción de la belleza a la que tan sólo acceden unos pocos, a esa sensibilidad incansable, incuestionable, satisfactoria y frustrante hasta lo obsesivo".
Una película de Fernando Trueba siempre es un acontecimiento cultural para ciertos sectores del país, que constituyen una de las élites culturales, en este caso anclada en el clasicismo del siglo XIX, que sienten que el cine es una manifestación menor que siempre necesita el apoyo de cualquiera de sus hermanas mayores: la pintura, la escultura, la música, o la literatura. Gema Nierga ha llevado al programa de la SER que codirige con Pepa Bueno, Hoy por Hoy,a un joven escultor, 'un artista de verdad', a la entrevista que ha realizado al director y a sus protagonistas, Jean Rochefort y Aida Folch, que apenas ha podido expresar su concepto del arte y de la percepción de la realidad, y que tan sólo ha tenido la oportunidad de introducir, en el poco espacio que le dejaban, la palabra clasicismo. Su siemple presencia ya dotaba de aura artística este film en blanco y negro, matiz que parecía molestar a un realizador, que no le ha concedido más importancia que la de una elección estética. Éste es todavía un problema del cine español: no considerar la obra cinematográfica como un valor en sí mismo, excepto el de entretener y funcionar como soporte de realizaciones superiores. Aún no se han superado aquellos tiempos que denunciaba Umberto Eco de los 'apocalípticos e integrados' y el cine sigue siendo para algunos un entretenimiento de los pobres, salvo que se ponga al servicio de la excelencia; en este caso de la escultura.
Todos conocen las sesiones de ópera filmada que se realizan en los cines en algunas temporadas para quienes no pueden costearse el acceso a un palacio de la música, mientras que las clases pudientes acuden al teatro a unas representaciones, cuyas puestas en escena corrían y corren a cargo de grandes directores de cine como Lucino Visconti, Robert Lepage, Werner Herzog, Doris Dorrie...Situados en este terreno dialéctico, convence más la teoría y la política fílmica de Jean-Maríe Straub, que procuraba que en sus películas quedaran bien delimitados los espacios de cada manifestación artística y que suprimía la traducción de los diálogos en gran parte para que el espectador se concentrara en el discurso visual; el resultado son películas de gran dureza y sin concesiones a nadie ni a nada.
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