Los jueves milagro. Luis García Berlanga.
Ficha técnica:
Título original: El jueves milagro.
País: España.
Año: 1957.
Duración: 85 minutos.
Dirección: Luís García Berlanga.
Guión: Luís García Berlanga, José Luís Volina, basado en un argumento de Luis García Berlanga.
Música: Franco Ferrara.
Dirección de Fotografía:
Decorador: Enrique Alarcon.
Ingeniero de sonido: Fernando Bernaldez.
Montadora: Pepita Orduña
Maquillaje: Adolfo Ponte,
Vestuario: Peris Hermanos.
Operador Jefe: Francisco Sempere.
Jefe de Producción: Enrique Balader.
Tribanda. Co-producción Hispano-Italiana de Ariel, S.A. y Continental Produzione Domiziana Internazionales Cinematografica. Estudios Cinematográficos Chamartin, S.A.
Intérpretes:
Richard Basehart
José Isbert
Paolo Stoppa,
Juan Calvo,
Alberto Romea,
Felix Fernández,
Manuel De Juan,
Guadalupe M. Sampedro,
Manuel Alexandre,
José Luís López Vazquez
Luigi Tosi
Nicolas D. Perchicot,
Mariano Ozores.
Sonido:
El viejo balneario de un pueblecito abandonado ha caído en el olvido. Para solventar tal situación, seis amigos, fuerzas vivas de la aldea, deciden revitalizar las termas organizando un convincente milagro que atraiga al turismo remiso.. Uno de los seis amigos se disfraza de santo y con una parafernalia de física recreativa representan una aparición milagrosa ante el tonto del pueblo. La noticia se extiende y paulatinamente aumentan los crédulos y la notoriedad de la localidad y el negocio de los seis pícaros.
Comentario:
Luís García Berlanga, a pesar de sus particulares creencias conservadoras, proyecta una mirada dura, incisiva y muy crítica sobre las clases dominantes españolas, ávidas de negocio, avariciosas, que se aprovechan de los más tontos para hacer suculentos negocios. Las maniobras, los disfraces, la puesta en escena, mientras suena la música de Figaro de 'El barbero de Sevilla' de Rossini , son tan toscos, chungos y burdos, que hace falta ser analfabeto, real, funcional y todos los apelativos que se quieran agregar, para caer en la trampa.
Una vez captado el tonto lo demás funciona sobre ruedas, se crea la creencia dogmática en el santo y ya nadie, ni el propio sacerdote, se atreverá a dudar de él; las beatas encuentran un lugar a donde ir a diario, y el turismo se multiplica. El problema es que hay mucho descreído en el pueblo, especialmente entre los adolescentes que acuden a la escuela, que se toman todo a chacota y los inconformistas de la localidad. Mientras, los engañados llaman brutos a los incrédulos. La mirada de la cámara del cineasta no puede ser más cruel, burlona y crítica sobre un pueblo de ignorantes que acuden detrás de unas pancartas y transportados en carros al lugar de las apariciones. Hay imágenes especialmente dolorosas, como la de unos niños pequeños que portan velas, marchando tras una pizarra en la que el maestro, con buena letra de cuadernillo escolar, ha escrito: ¡Viva Fontecilla y loor a San Dimas ! Ya en el lugar 'sagrado' donde espera el tonto, arrodillado y con los brazos en cruz, se ha colocado un reclinatorio para la mujer del cacique, y en los alrededores comienzan a surgir negocios de agua milagrosa de la localidad.
Muchos directores tienen un toque snob, como salir en sus propias películas, como Alfred Hitchcock; Berlanga tenía el firme propósito de introducir la expresión de imperio austro-húngaro, que en esta ocasión pone en boca de José Isbert, el falso San Dimas. Muchos se han preguntado cómo es posible que Berlanga burlara a la férrea censura española, lo que no le resultaba muy difícil pues criticaba a una clase a la que pertenecía y sabia cómo provocar una sonrisa que neutralizara la dura crítica y la dejara en una broma inofensiva. ¿Cómo lo soluciona el defensor del imperio austro-húngaro ? convirtiendo el milagro en real , haciendo descender desde los cielos al auténtico San Dimas, que fue ladrón antes que santo y que viene a salvar sus almas y restaurar la fe. Paulatinamente la película se va tornando bobalicona y paternalista, y a ratos deshonesta. El azote a la ignorancia y el sentido de la vergüenza viene de fuera del país, de la mano de un actor americano: Richard Basehart.
Las masas utilizadas como extras nos muestran un pueblo atrasado, desdentado, empobrecido, ignorante y presa fácil de todos los engaños. El cojo se recupera, gracias al milagro del santo, pero el tonto, tonto queda. Las últimas imágenes del film muestran lo mucho que ha avanzado el pueblo español desde 1957 hasta ahora, y no sólo en lo que se refiere al bienestar económico, sino en dignidad física e intelectual.
Luís García Berlanga, a pesar de sus particulares creencias conservadoras, proyecta una mirada dura, incisiva y muy crítica sobre las clases dominantes españolas, ávidas de negocio, avariciosas, que se aprovechan de los más tontos para hacer suculentos negocios. Las maniobras, los disfraces, la puesta en escena, mientras suena la música de Figaro de 'El barbero de Sevilla' de Rossini , son tan toscos, chungos y burdos, que hace falta ser analfabeto, real, funcional y todos los apelativos que se quieran agregar, para caer en la trampa.
Una vez captado el tonto lo demás funciona sobre ruedas, se crea la creencia dogmática en el santo y ya nadie, ni el propio sacerdote, se atreverá a dudar de él; las beatas encuentran un lugar a donde ir a diario, y el turismo se multiplica. El problema es que hay mucho descreído en el pueblo, especialmente entre los adolescentes que acuden a la escuela, que se toman todo a chacota y los inconformistas de la localidad. Mientras, los engañados llaman brutos a los incrédulos. La mirada de la cámara del cineasta no puede ser más cruel, burlona y crítica sobre un pueblo de ignorantes que acuden detrás de unas pancartas y transportados en carros al lugar de las apariciones. Hay imágenes especialmente dolorosas, como la de unos niños pequeños que portan velas, marchando tras una pizarra en la que el maestro, con buena letra de cuadernillo escolar, ha escrito: ¡Viva Fontecilla y loor a San Dimas ! Ya en el lugar 'sagrado' donde espera el tonto, arrodillado y con los brazos en cruz, se ha colocado un reclinatorio para la mujer del cacique, y en los alrededores comienzan a surgir negocios de agua milagrosa de la localidad.
Muchos directores tienen un toque snob, como salir en sus propias películas, como Alfred Hitchcock; Berlanga tenía el firme propósito de introducir la expresión de imperio austro-húngaro, que en esta ocasión pone en boca de José Isbert, el falso San Dimas. Muchos se han preguntado cómo es posible que Berlanga burlara a la férrea censura española, lo que no le resultaba muy difícil pues criticaba a una clase a la que pertenecía y sabia cómo provocar una sonrisa que neutralizara la dura crítica y la dejara en una broma inofensiva. ¿Cómo lo soluciona el defensor del imperio austro-húngaro ? convirtiendo el milagro en real , haciendo descender desde los cielos al auténtico San Dimas, que fue ladrón antes que santo y que viene a salvar sus almas y restaurar la fe. Paulatinamente la película se va tornando bobalicona y paternalista, y a ratos deshonesta. El azote a la ignorancia y el sentido de la vergüenza viene de fuera del país, de la mano de un actor americano: Richard Basehart.
Las masas utilizadas como extras nos muestran un pueblo atrasado, desdentado, empobrecido, ignorante y presa fácil de todos los engaños. El cojo se recupera, gracias al milagro del santo, pero el tonto, tonto queda. Las últimas imágenes del film muestran lo mucho que ha avanzado el pueblo español desde 1957 hasta ahora, y no sólo en lo que se refiere al bienestar económico, sino en dignidad física e intelectual.
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