Enemigo público número 1. W.S. Van Dyke.






Ficha técnica:

Título original:  In Manhattan Melodrama.
País:Estados Unidos.
Año: 1934,
Duración: 93 minutos aprox.
Dirección: W.S. Van Dyke.
Guión: Oliver H.P. Garret y Joseph L. Mankiewicz-, basado en la obra de Arthur Cesar.
Dirección de Fotografía: James Wong Howe, A.S.C.
Edición: Ben Lewis.
Efectos especiales: Slavko Vorkapich.
Director artístico: Cedric Gibbons.
Producción: David O. Selznick
Compañías: Metro Goldwyn Mayer.


Intérpretes:

Clark Gable: Edward J.'Blackie' Gallagher,
William Powell: Jim Wade,
Myrna Loy: Eleanor Packer,
Leo Carrillo: Padre Joe,
Nat Pendleton: Spud,
George Sidney: Poppa Rosen,
Isabel Jewell: Annabelle
Muriel Evans: Totsie Malone,
Thomas Jackson: Richard Snow, Ayudante del Fiscal,
Mickey Rooney: Blackie, niño,
Jimmy Butler: Wade
...

Sinopsis:

Dos niños que han perdido a sus familias en un accidente son adoptados por el mismo padre. Sin embargo, el destino los llevará por caminos muy diferentes y hará que se enamoren de la misma mujer.


Comentario:

 Lo mejor que se puede decir de un relato tan inverosímil como Enemigo público número1, (In Manhattan Melodrama), es que juega con arquetipos irreconcilliables y poco  creíbles. Lo peor que plantea una paradoja de difícil solución que, en caso de ser cierta, lo que es imposible, convertiría a practicamente toda la sociedad en criminal. Dos buenos amigos, interpretados por  Clark Gable y William Powell,dos huérfanos en plena crisis económica del 29, inician caminos muy divergentes: uno hacia la Fiscalía del Distrito, lo que supone una buena formación jurídica, que el guión no se preocupa en explicar de ninguna manera, otro hacia el juego y el mundo del crimen y el delito. Si tenemos en cuenta que Wade está inmerso en una campaña política, primero por el puesto de Fiscal y después por el de Gobernador, su amistad con el amigo de la infancia se hace bastante difícil.

El cómo se desarrollan los acontecimientos, tanto da que nos fijemos en el terreno personal como en el profesional, es de tal buenismo, (no me hago responsable del palabro),  que resulta muy difícil de digerir. Pero una vez cometido el delito, el Fiscal no puede hacer excepciones con el amigo y debe aplicarle la pena capital; quitar la vida a una persona no le causa el menor conflicto moral, pensar en perdonarlo es motivo incluso de dimisión, porque no se peca sólo con la acción, sino con el pensamiento. Pero en el fondo de su debate interno hay un problema ético y moral mucho mayor: si perdona a  Blackie, acepta implícitamente que cada vez que no conmuta una pena mata a una persona, comete un asesinato. La confesión de que ha llegado al poder apoyándose en el crimen es la que debe dejar más preocupados a quienes sostienen la misma actitud que el personaje: el hecho de condenar a muerte a un amigo le ha proporcionado la mayoría de los votos, es decir, muchos han comerciado con la vida de un ser humano. Otra cuestión casi de la misma gravedad queda flotando en el aire, el carácter ejemplificante de las sentencias, especialmente en una momento en que la sociedad sale de las leyes de prohibición (Ley Volstead), en la que el pueblo ha elevado a los delincuentes a la categoría de héroes, lo que no se puede consentir; esto hace preciso realizar algunas ejecuciones  que sirvan de advertencia a la sociedad.

En cuanto a la otra parte es difícil de calificar: por favorecer el ascenso del amigo uno se va hasta contento a la muerte; cuando las luces  varían la intensidad de las lámparas que iluminan el pasillo en  el que se encuentra el Fiscal, la situación ha perdido todo su dramatismo. Nada, ni la más mínima emoción. Clark Gable nos regala sus mejores sonrisas y su integridad como hombre, cuando atraviesa el corredor de la muerte.


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