Querido diario. Nanni Moretti







Ficha técnica: 


Título original: Caro Diario
País: Italia.
Año: 1993.
Duración: 96 minutos.

Guión y dirección: Nanni Moretti.
Dirección de fotografía:  Giusppe Lanci, A.I.C.
Operador de Cámara: Franco Bruni Música: Nicola Piovani.
Montaje: Mirco Garrone.
Escenografía: Marta Maffucci.

Vestuario: María Rita Barbera.

Productor: Angelo Barbagallo y Nanni Moretti (Sacher Film).
Director de producción: Luigi Lagrasta. Delegada de la RAI en la producción: Cecilia Valmarana.
Compañías productorasSacher Film (Roma), Ban Film, La Sept Cinema (París). RAI Uno y Canal Plus. Intérpretes: Renato Carpentieri, Antonio Neiwiller, Claudia Della Seta, Lorenzo Alessandri, Raffaella Lebboroni, Marco Paolini, Moni Ovadia, Riccardo Zinna,



Premios: 


1994: Premio al Mejor Director del Festival de Cannes.
1993: Premios David Di Donatello a la  Mejor Película. 9 Nominaciones. Sinopsis:

Nanni Moretti se dirige a sí mismo en esta humorística visión de la vida; hace uso de sus vivencias recorriendo Roma con su vespa, haciendo un crucero por islas remotas con un amigo en busca de paz para finalizar su nueva película y visitando doctor tras doctor para curar su molesta erupción cutánea.


Crítica:


El realizador italiano estructura su película en tres capítulos:  'En mi vespa', en el que recorre la mítica urbe de Roma en agosto, una ciudad agostada por el sol, sin romanos, sin cine y sin más distracciones que recorrer la ciudad en la 'Vespa' que la emblematiza, desacralizádola; 'Islas', en las que con su amigo Gerardo realiza un viaje desmitificador de islas como Salina, Strombolí, Panadea o Alicudi. Termina con 'Médicos' en la que hace testigos a los espectadores, utilizando la mirada indiscreta de la cámara, de su  quimioterapia y el prurito que le amargó un temporada de su vida.

Moretti hace un ejercicio de metalenguaje  cinematográfico y analiza la perspectiva, el punto de vista del director, su forma de documentarse, dejando retazos de su  sensibilidad emocional y artística. En su recorrido por la ciudad, y tras un preámbulo en el que quiere dejar bastante claro que no es partícipe, en absoluto, del intento de crear un sentimiento de culpa colectiva, generado en una trayectoria de aburguesamiento de generaciones enteras de publicistas, ingenieros, arquitectos, agentes de bolsa, diputados..., que se sintieron derrotadas, y proclamaban constantemente que toda la sociedad era cómplice, que había  perdido la honradez  cuando  en su juventud gritaban cosas horribles en las manifestaciones; Moretti alza su voz y les dice que él no gritaba consignas horribles o violentas, sino que demandaba cosas justas y ésta es la razón por la que no se siente feo, sino un cuarentón estupendo. Tras este alegato comienza un recorrido por los barrios de la ciudad  nada inocente, haciendo a su cámara testigo de sus  desigualdades sociales  que tienen un fiel reflejo en sus habitáculos y enseñando esas zonas que no hollan los turistas, mientras suena la voz de Leonard Cohen,y desfilan ante la cámara esas casas  que contrastan de forma ostentosa con las villas de Casalpalocco; las masas populares bailan salsa en la calle, liberando el senso en Ferragosto, los burgueses se esconden detrás de sus altas vallas y setos, en casas 'que huelen a ropa deportiva , a DVD, a perros en el jardín haciendo guardia, y a pizzas precocinadas dentro de cajas de cazrtón'.  Las viiendas, que le gusta mirar, son muy diferentes unas de otras, y en algún lugar de la costa, donde mataron a Passolini, una zona sórdida ,  se yergue un monumento decadente, olvidado y  carcomido por el óxido y el mal de la piedra. Así trata Italia a los cineastas incómodos.

No menos demoledor es su periplo por islas de la costa italiana, alguna de ella inmortalizada por cineastas italianos entre las que ocupa un lugar destacado la humeante Stromboli, en la que Rosellini filmó su inquietante película.  No existe un lugar paradisiaco, ni la Arcadia perdida, sino que estos bellos enclaves se han convertido en refugio de pijos con hijos únicos que dominan sus vidas; tienen un tráfico insorportable que no deja vivir de noche ni de día o carece de todo lo indispensable para un hombre moderno: teléfono, electricidad, agua caliente, televisión...No parece mucho pedir, pero hasta eso se lo niegan. De su mirada ácida e incisiva no se salva la crítica cinematográfica,  a la que atormenta con sus mismos argumentos, y se pregunta si el que escribe ciertas  cosas no tendrá un momento de remordimiento antes de dormir. Henry, retrato de un asesino, ( John McNaughton, 1986), que vuelve cada verano a las carteleras romanas, compartiendo espacio fílmico con  películas de sexo,violencia o italianas, es el paradigma de los excesos de unos y otros.

Finalmente su ojo crítico se centra en el negocio que tienen montado médicos, clínicas y laboratorios farmacéuticos de prestigio, que llenan su casa de todo tipo de fármacos inútiles y  nocivos. Sólo  su perspectiva de cineasta que le aleja de sí mismo y lo convierte en el protagonista de su película, le permite descargar la angustia de una situación  dramática; estando en Salina  con un amigo escritor que se ha retirado a  esta isla para estudiar el Ulises de James Lloyd, y que  ha adoptado  una pose intelectual  que le ha tenido apartado durante  tres años de  la televisión, le contagia su amor por la imagen al ver a Silvana Mangano bailando el bayon de Anna (Anna de Alberto Lattuada, 1951).


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