Viernes 13. Parte 3. Steve Miner







Ficha técnica:

Título original: Fridai the 13th, Part III.
País: Estados Unidos.
Año: 1982.
Duración: 95 minutos.
Dirección: Steve Miner.
Guión: Martin Kitrosser y Karol Watson.
Casting: Bill Lytle y  Dave Emann.
Director de Fotrografía:  Gerald Feild.
Música: Harry Manfredini.
Edición: George Hively.
Director artístico: Rob Wilson  King.
Supervisor 3D : Martin Jay Sadoff.
Coproductor: Tony Bishop.
Productor: Frank Mancuso, Jr.
Productor ejecutivo: Lisa Barsamian.
Producción Manager: Terry Collins
Productor asociado: Peter Schlinder.
Maquillaje: Cheri Minns
Peluquería:  Shannon Ely.
Paramount Pictures, para Jason Inc./Frank Mancuso Jr. Production.


Intérpretes:

Dana Kimmell: Chris Higgins,
Paul Kratka: Rick,
Tracie Savage:  Debbie,
Catherine Parks:  Vera Sánchez,
Larry Zerner: Shelly,
Jeffrey Rogers: Andy,
David Katims: Chuck,
Rachel  Howard: Chili,
Terry Ballard: Policía,
Richard Brooker: Jason.
Annie Gaybis: Cashier,
Cheri Maugans: Edna,
Terence McCorry . Policía,
Charlie Messenger: Policía,
Gianna Standaart: Mujer,
Ste Suskind: Harold,
Perla Walter: Mrs.  Sanchez,
David Wiley:  Abel,
Kevin o'Brien: Loco.
Catherine Parks: Vera,
Betsy Palmer, Amy Steel, John Furey, Steve  Daskawisz




Sinopsis:

De nuevo un  verano va a convertirse en la peor de las pesadillas para otro grupo turistas, personas de vacaciones, en los alrededores de Crital Lake, algunos de los cuales ignoran el legado de sangre del  viejo campamento;  uno por uno van siendo víctimas del maníaco Jasón, quien los acecha en cada momento.

Comentario:

Tras la primera secuencia, a modo de prólogo, previa a los título de crédito, que coincide grosso modo  con la última de la entrega anterior, la primera escena nos muestra que la presente película va a dar  un gran giro semántico, y que  el objetivo del sociópata ya no son esos grupos de jóvenes urbanitas, de maneras liberales, inclinados al sexo y las drogas, a los que Jason y su madre hacían responsables de su desgracia. Este tranquilo pueblo de la América puritana y profunda, con sus Savonarolas particulares que anuncian la catástrofe de quien se atreve a adentrarse en sus bosques buscando una soledad cómplice de sus excesos, comenzará a pagar la factura de su intolerancia. Ahora el puñal se dirige contra cualquiera de ellos, incluídos unos moteros, muy agresivos, que al parecer conocen al asesino, con el que compiten en brutalidad.

En esta ocasión el grupo es heterogénero: una pareja cercana a los cuarenta, de estética hippie, otra  en la que la mujer espera un hijo, la dueña de la casa que es del lugar, la única que salvará su vida, su  antiguo novio,  un joven bromista y una chica que no mantienen relaciones de ningún tipo. Las ventanas servirán para hacer patentes los planos subjetivos, y los espejos advertirán de una presencia extraña, a la que siempre acompaña el leitmotif de Jason, una música diegética que reproduce las primeras sílabas de la horrible expresión (¡mátala mama!). El  mito se va forjando y adquiriendo solidez al incorporar la máscara que  acompañará definitivamente al personaje, y lo hará reconocible para las masas, una vez integrado  en el imaginario del cine de terror.

Lo sorprendente es que Jason, 'El Ángel Exterminador', parece dotado de una fuerza sobrehumana, resiste las heridas más graves, que incluso dan la impresión de  hacerle más fuerte, al contrario que sus oponentes, a los que liquida con extrema facilidad. En tan sólo tres películas se ha desgastado  el efecto siniestro de las armas propias del género slasher, especialmente el hacha, que en el primer film buscaba connotaciones cirquenses  y aquí  hace guiños muy explícitos a su  uso cómico en ese personaje jovencillo que le gusta simular que ha sido atravesado por todo tipo de  instrumentos cortantes.

Parece que los norteamericanos tienen algún problema con esos espacios que construyen para almacenar objetos inservibles, armas y todo tipo de elementos aptos para el bricolage, que acaban convirtiéndose en su cámara de los monstruos particular: los sótanos en las zonas urbanas y los graneros en las rurales y boscosas. Una simple toma de uno de estos espacios  infunde terror, advierte de que algo amenaza el equilibrio y la tranquilidad de los habitantes del lugar, ya que es fácil esconderse entre tanto trasto y pergeñar una maldad.  Es como si ellos mismos construyeran sus propias trampas.

Steve Miner está menos inspirado en esta entrega que en la anterior; quizás traduzca en su película el cansancio de repetir la misma estructura, los mismos efectos que impactaron en las primeras entregas y que ahora ya esperas, como ensartar a la pareja que ha pecado en el lecho en el que han yacido momentos antes, susto final, casi en presencia de la policía, debido  al trauma de la situación vivida... Sin embargo los productores creyeron que había material para rato, llegando a la decimotercera entrega.


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