David Lean. Lawrence de Arabia
Ficha técnica:
Título original: Lawrence of Arabia.
País: Reino Unido
Año: 1962.
Duración: 220 minutos.
Dirección: David Lean.
Guión: Robert Bolt y Michael Wilson.
Producción manager: John Palmer.
Casting: Maude Spector.
Maquillaje: Charles Parker.
Peluquería: A.G.Scott.
Efectos especiales: Cliff Richardson.
Editor: Anne V.Coates.
Edición de sonido: Winston Ryder.
Producción: Sam Spiegel.
Diseño de producción: John Box.
Director artístico: John Stoll.
Vestuario: Phyllys Dalton.
Director de Fotografía: F.A. Young, B.S.C., en tercnicolor.
Música: Maurice Jarre.
Orquestación: Gerard Schurmann Horizon Pictures Production, The San Spiegel-David Lean Production.
Intérpretes:
Peter O'Toole: T.E. Lawrence
Alec Guiness: Principe Feisal
Anthony Quinn: Auda Abu Tayi.
Jack Hawkins: General Allenby.
José Ferrer: Turkish Bey.
Anthony Quayle: Coronel Brighton.
Claudia Rains: Mr. Dryden
Arthur Kennedy: Jackson Bentley.
I.S. Johar:: Gasim.
Donald Wolfit: General Murray
Omar Sharif: Sherif Ali.Ali
Premios:
1962: 7 Oscar, incluyendo mejor Película, Director, Fotografía y Música
1962: 4 Premios Globos de Oro: Drama, Director, Secundario (Sharif), Fotografía. 3 nom.
1962: 4 Premios BAFTA: Film británico, Film internacional, actor y guión
1962: National Board of Review: Mejor director
1963: David di Donatello: Mejor Producción extranjera, Actor extranjero (O'Toole)
Sinopsis:
El Cairo, 1917. Durante la Gran Guerra, T.E. Lawrence (Peter O'Toole),
un conflictivo y enigmático oficial británico, es enviado al desierto
para participar en una campaña de apoyo a los árabes contra Turquía. Y,
junto a su amigo Sherif Alí (Omar Sharif), pondrá en esta misión
toda su alma. Los nativos lo adoran porque ha demostrado ser un amante
del desierto y del pueblo árabe. En cambio, sus superiores británicos
creen que se ha vuelto loco. Cuando los planes de Lawrence se ven coronados por el éxito, su sueño de una Arabia independiente fracasará
Comentario.
David Lean generó un mito de la Primera Guerra Mundial, un hombre que murió joven, Thomas Edward Lawrence, militar, arqueólogo y escritor británico (1888-1935), hijo ilegítimo de Thomas Robert Tighe Chapman, un pequeño terrateniente irlandés. Miembro del servicio de inteligencia británico, se ganó el respeto y la confianza de los jefes de distintas tribus, que le otorgaron el sobrenombre de Lawrenca de Arabia. Pero fue el cineasta inglés quien escribió con el lenguaje fílmico, predominante en el siglo XX, la gran epopeya que lo hizo inmortal, un poema épico de un hombre que amaba el desierto, pero que acabó llenándolo de sangre; un poeta, un sabio, un guerrero, pero también un exhibicionista al que le gustaba ser famoso; en definitiva un hombre. David Lean demostró el poder del cine para crear poemas épicos, como en otro tiempo hiciera la literatura, en el que las imágenes dotan de gran dignidad a unos personajes a los que los diálogos describen como salvajes y sucios.
Todos los recursos se conjuntaron para crear una obra sublime e inmortal: la magistral dirección de David Lean, en la que planos largos del imponente e inmenso desierto, sus tormentas de arena, sus Fata Morgana o sus espejismos, auténticos protagonistas, ofrecen al espectador la posibilidad de contemplar las formas de combate y desplazamiento de las hordas de las distintas tribus, el elegante galope de los camellos y sus jinetes, interrumpidos por primeros planos que individualizan a los personajes, los acercan al espectador y les desvelan sus emociones e inquietudes; la edición dinámica e invisible de Anne V. Coates cohesiona el relato con la ayuda de una bellísima fotografía y la música inolvidable de Maurice Jarre, en cuyo score el leitmotiv que identifica al héroe pertenece al imaginario colectivo de un film universalmente admirado y respetado. Debieron pasar casi treinta años hasta que otro cineasta de prestigio, Bernardo Betolucci, se adentrara en el desierto y ofreciera imágenes poéticas de sus paisajes, en una obra que no igualó a la de Lean. Actores de método británicos, procedentes de los escenarios, como Sir Alec Guiness o Peter O'Toole, y norteamericanos de adopción, como Omar Sharif y Anthony Quinn contribuyen a crear la magia de un título inolvidable. Muchos actores aspiran a repetir el trabajo de Peter O'Toole, como Jude Law, convirtiéndose en emuladores de Lawrence en su búsqueda de un imposible.
Lawrence fue un mito soberbio que de pronto comprendió la importancia de ser un hombre normal, objetivo que no consiguió ni en el momento de abandonar esta vida. Hoy Ridley Scott, consciente del reto de hacer un remake de la película de David Lean, aborda la epopeya de su compañera Gertrude Bell, la llamada Lawrence de Arabia femenina; el británico hizo un film que triunfó contra todo pronóstico, en el que no había una sola mujer, estaba ausente el romance amoroso y no se libraban grandes batallas, ingredientes que se consideran imprescindibles para atraer al gran publico; con frecuencia, como dice Noël Simsolo, falla la ceguera de los jueces.
Comentario.
David Lean generó un mito de la Primera Guerra Mundial, un hombre que murió joven, Thomas Edward Lawrence, militar, arqueólogo y escritor británico (1888-1935), hijo ilegítimo de Thomas Robert Tighe Chapman, un pequeño terrateniente irlandés. Miembro del servicio de inteligencia británico, se ganó el respeto y la confianza de los jefes de distintas tribus, que le otorgaron el sobrenombre de Lawrenca de Arabia. Pero fue el cineasta inglés quien escribió con el lenguaje fílmico, predominante en el siglo XX, la gran epopeya que lo hizo inmortal, un poema épico de un hombre que amaba el desierto, pero que acabó llenándolo de sangre; un poeta, un sabio, un guerrero, pero también un exhibicionista al que le gustaba ser famoso; en definitiva un hombre. David Lean demostró el poder del cine para crear poemas épicos, como en otro tiempo hiciera la literatura, en el que las imágenes dotan de gran dignidad a unos personajes a los que los diálogos describen como salvajes y sucios.
Todos los recursos se conjuntaron para crear una obra sublime e inmortal: la magistral dirección de David Lean, en la que planos largos del imponente e inmenso desierto, sus tormentas de arena, sus Fata Morgana o sus espejismos, auténticos protagonistas, ofrecen al espectador la posibilidad de contemplar las formas de combate y desplazamiento de las hordas de las distintas tribus, el elegante galope de los camellos y sus jinetes, interrumpidos por primeros planos que individualizan a los personajes, los acercan al espectador y les desvelan sus emociones e inquietudes; la edición dinámica e invisible de Anne V. Coates cohesiona el relato con la ayuda de una bellísima fotografía y la música inolvidable de Maurice Jarre, en cuyo score el leitmotiv que identifica al héroe pertenece al imaginario colectivo de un film universalmente admirado y respetado. Debieron pasar casi treinta años hasta que otro cineasta de prestigio, Bernardo Betolucci, se adentrara en el desierto y ofreciera imágenes poéticas de sus paisajes, en una obra que no igualó a la de Lean. Actores de método británicos, procedentes de los escenarios, como Sir Alec Guiness o Peter O'Toole, y norteamericanos de adopción, como Omar Sharif y Anthony Quinn contribuyen a crear la magia de un título inolvidable. Muchos actores aspiran a repetir el trabajo de Peter O'Toole, como Jude Law, convirtiéndose en emuladores de Lawrence en su búsqueda de un imposible.
Lawrence fue un mito soberbio que de pronto comprendió la importancia de ser un hombre normal, objetivo que no consiguió ni en el momento de abandonar esta vida. Hoy Ridley Scott, consciente del reto de hacer un remake de la película de David Lean, aborda la epopeya de su compañera Gertrude Bell, la llamada Lawrence de Arabia femenina; el británico hizo un film que triunfó contra todo pronóstico, en el que no había una sola mujer, estaba ausente el romance amoroso y no se libraban grandes batallas, ingredientes que se consideran imprescindibles para atraer al gran publico; con frecuencia, como dice Noël Simsolo, falla la ceguera de los jueces.
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