Historia de una monja. Fred Zinneman.










Ficha técnica:

Título original: The Nun's Story.
País: Estados Unidos.
Año: 1959.
Duración: 149 minutos.
Guión: Robert Anderson, basado en la novela de Kathryn  Hulme
Dirección: Fred Zinneman.
Dirección de Fotografía: Franz Planer
Música: Franz Waxman
Edición: Walter Thomson.
Productores: Henry Blanke, Fred Zinneman.
Maquillaje: Albertode Rossi.
Vestuario: Marjorie West.
Warner Bros.Pictures.




Intérpretes:


 Audrey Hepburn: Gabrielle Van Der Mal; Sor Luc o Luke.

 Peter Finch: Doctor Fortunaty,,
 Edith Evans: Madre Emmanuelle,
 Peggy Ashcroft,
 Dean Jagger,
 Mildred Dunnock,
 Beatrice Straight,
 Patricia Collinge
 Rosalie Crutchley,
 Ruth White,
 Barbara O'Neil,
 Margaret Phillips,
 Patricia Bosworth,
 Colleen Dewhurst,
 Stephen Murray,
 Lionel Jeffries,
 Niall MacGinnis





Premios:

1959: 8 nominaciones al Oscar, incluyendo, película, director, actriz (Hepburn), fotografía
1959: Festival de San Sebastián: Concha de Oro (mejor película) y mejor actriz (Hepburn
1959: National Board of Review: Mejor película
1959: Círculo de Críticos de Nueva York: Mejor director y actriz (Audrey Hepburn)
1959: Premios David di Donatello: MeCírculo de Críticos de Nueva York: Mejor película extranjera, mejor actriz extranjera (Audrey Hepburn).





 Sinopsis:

Una joven belga, Gabriele Van Der Mal (Audrey Hepburn) de la clase alta, hija del célebre cirujano  Dr. Paskin, ingresa como novicia en un convento, con el firme propósito de cumplir sus sueños: marchar al Congo Belga a ejercer la caridad con los famélicos de la tierra. Tras profesar  y cumplir los votos de pobreza, castidad y obediencia y convertirse en una  monja, con el nombre de hermana Luke y formarse en medicina,  tiene que recorrer su particular via crucis en un  psiquiátrico en Bruselas, una exigencia de la Superiora, Madre Emmanuelle (Edith Evans), que le impone una prueba de humildad que no termina aquí: cuando por fin es enviada al Congo a trabajar como enfermera en una misión, su  sorpresa será mayúscula cuando compruebe que ha sido destinada a un hospital para blancos, como ayudante de un cirujano ateo y cínico,  del que se enamora, aunque reprime sus sentimientos.

Al estallar la Guerra Mundial regresa a Bélgica y descubre horrorizada que su padre, que nunca asumió su ingreso en el convento, ha sido asesinado por atender a miembros de la resistencia belga. Por fin cuelga los hábitos, incapaz de mantener, como sus compañeras, una actitud neutral ante el holocausto.




Comentario:

La elección  de Audrey Heprburn, con su sempiterna cara de niña, a pesar de haber cumplido ya los treinta años, no es casual, y buscaba llenar los cines por el morbo que producía en su público la sola idea de encerrar entre cuatro paredes, per in saecula, a una mujer semejante y verla sufrir humillaciones constantes, mientras la familia, de clase alta y liberal , soportaba con disgusto la decisión vital que había tomado la joven. Ya en el siglo XIX las Hermanas Bronte veían con poca simpatía  la soberbia que llevaba implícito el acto de desplazarse al tercer mundo a poner parches a los desaguisados que se producían en el primero, de los que con frecuencia eran muy responables quienes adoptaban esta actitud farisáica. Éste es el espíritu que quiere domeñar la Superiora de la Congregación, imponiendo duras pruebas de humildad a sus novicias, a pesar de la inocencia y romanticismo que parecen destilar los sueños de la protagonista. Desde las primeras imágenes choca el rictus de altivez y distanciamiento de la Madre Emmanuelle (Edith Evans) cuando se dirige a las nuevas aspirantes, mostrando  en el gesto que el tiempo que ha transcurrido desde que ingresó en la orden no han podido doblegarla a ella.

Las jóvenes que juran sus votos pertenecen a la nobleza y la alta burguesía, lo que se advierte en los nombres aristocráticos. Fred Zinneman no se molesta en mostrar quien realizaba las tareas indignas del convento , (lavar, fregar el suelo, servir a las señoritas...), que es de dominio popular que estaba a cargo de las novicias pobres, que han dejado testimonios bastante más horribles que  trabajar en un psiquiátrico o enamorarse de un médico atractivo. Claro que el interés de Zinneman no era el presentar esta realidad social, sino el de señalar las contradiciones morales e ideológicas de quien está en la cúspide de la pirámide, y eso parece ser que lo logra. Las profundas raíces de la educación liberal de Gabriele  y las contradicciones entre las enseñanzas recibidas en el hogar de su infancia harán eclosión ante unos acontecimientos que ya no permitían  mirar hacia otra parte, ni podían ser domeñados como la contrariedad por su primer destino o el sometimiento a un amor romántico, surgido en medio de un paraje selvático y sin reglas.



















Zinneman (Solo ante el peligro,  1952, o De aquí a la eternidad,  1953) se inclina por un modo de representación institucional hollywoodiense, solemne  y sencillo para recoger la espiritualidad de la vida monacal, y las pruebas a que son sometidas aquellas mujeres que muestran, por su educación liberal, como la protagonista del film, para hacerlas dóciles frente a la institución, lo que finalmente no logran. Audrey Hepburn no sólo era una cara con ángel, sino que había sufrido una operación de imagen a cargo de una de las creadoras de estrellas más grande que ha tenido la historia del cine, Edith Head, de la que ya hemos hablado profusamente en este blog; la actriz se había convertido en un icono de la mujer libre en sus movimientos, con zapatos planos, sin guantes, y con los cabellos cortos, esbelta, delgada y con mucho glamour, que dejó imágenes imborrables en el imaginario colectivo delante de Tiffany, comiendo donuts al amanecer y pertrechada con su larga pipa, corriendo en Vespa por la ciudad eterna sin un dólar en los bolsillos o enamorando al'señorito' de la casa en la que trabajaba su padre como chófer, recién llegada de París, con esos zapatos de bailarina que a partir de ese momento llevarás el nombre del famoso personaje: 'sabrinas'.

Tras convertir a Audrey en una 'princesa'  mediante el trabajo de su Pigmalión particular, la citada Edith Heath,  una mujer pequeña, de gusto andrógino, gafas glamourosas y gran discrección en el vestir, a la que seguían más las mujeres de la calle que a los propios creadores de moda, buscando parecerse a sus mitos, vestirla de monja supuso un reto cuyo objetivo era llenar el cine de admiradores/as a los que comía la curiosidad y provocaba un sentimiento de tristeza al imaginar a la joven  encerrada en sus 'cárceles del alma'. No era mala idea, y de hecho el film se convirtió en un betseller y un éxito de taquilla. La trea difícil de vestir a la actriz con la  austeridad de quien ha decidido dedicar su vida a la espiritualidad fue Marjorie West.

Hoy ha muerto un periodista que advertía a sus compañeros de que el periodismo ha de buscar la información, porque el poder la esconde y las personas mienten de verdad. Durante tiempo mucha gente ha querido confundir el cine con la ficción y considerar unos pirados a los que lo toman como referencia, sin percatarse de que hay cineastas comprometidos con su tiempo, y, que sin estar sometidos a la inmediatez y con la perspectiva que da el paso del tiempo, han dejado auténticos documentos para la historia. Los jóvenes de hoy no pueden entender qué significa adoptar unos hábitos porque no conocen a nadie que lo haga; quien ha vivido otros tiempos pueden conectar mejor con Zinneman y su 'Historia de una monja'. Unos y otro entenderán mucho mejor la gravedad de ciertas decisiones, gracias a un cineasta que supo mirar a la sociedad de su tiempo.



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