Werner Herzog. Signos de vida
Ficha técnica:
Año: 1968.
Duración; 91 minutos. País: Alemania.
Dirección: Werner Herzog.
Guión: Werner Herzog, basado en un relato de Achim Von Arnim.
Productor: Werner Herzog.
Fotografía: Thomas Mauch.
Montaje: Beate Mainka y Maxi Mainka.
Música: Stavros Xarhakos.
Sonido: Herbert Prasch.
Ficha artística:
Stroszek: Peter Brogle.
Meinhard: Wolfgang Reichmann.
Nora: Athina Zacharopoulou.
Becker: Wolfang von Ungern-Sternberg.
Gitano: Julio Pinheiro.
Pianista: Florian Fricke.
Productora: Werner Herzog Filmproduktion.
Signos de vida es el primer largometraje de Werner Herzog, una obra en la que recae sobre el autor la mayor parte de las tareas de un equipo, y que incluso él mismo financia. Los rasgos estilísticos que lo definen como director, especialmente lo absurdo de la vida, están presentes ya en la película y utiliza con habilidad el metalenguaje cinematográfico para representar la pasividad agobiante de los pueblos que soportan todas las desdichas que preparan para ellos los señores de la avaricia y de la guerra. Planos largos en blanco y negro, encuadres en los que tiene la misma relevancia lo que se produce en primer plano que en el fondo de la imagen, salidas y entradas de campo constantes para evitar cortes, cámaras fijas, travellings circulares, voces en off...
Sitúa la acción en Creta, en la seca, polvorienta, calurosa y atávica isla de Kos, en el Dodecaneso ,que nunca había sido bombardeada y que ocultaba tras sus viejas y gruesas paredes costumbres y tradiciones milenarias y donde había un destacamento de 60 hombres que estaba en la capital de manera pacífica. Llevan a este lugar a tres soldados heridos leves: Stroszek, un paracaidista alemán, su mujer Nora, una enfermera de origen griego, Meinhart, un soldado que trabajaba como chófer antes de la guerra, y Becker, un licenciado en Filología Clásica. Son albergados en el polvorín de una vieja fortaleza, con restos aqueológicos, utilizados en otros tiempos para nuevas construcciones, algo que ocurrió incluso con el mutilado Coliseo romano.
La vida transcurre tediosa y mientras Becker se dedica a traducir y transcribir antiguas inscripciones y Meinhart caza asquerosas cucarachas, Stroszek comienza a desquiciarse y a desvariar por la falta de algún signo de vida humana. Todos ellos comienzan a dar una utilidad civil a la pólvora de las granadas que se almacenan en el polvorín, fabricando con ella fuegos artificiales.
El calor y el aburrimiento nublan la razón de Stroszek, enloquece, se auto-asciende a General del Mediterráneo Este y se rebela contra una ciudad de apariencia virginal, que estaba esperando pasiva que alguien la bombardease. Sólo ella sería la culpable si quedaba insatisfecha.
Una voz en off, un narrador omnisciente penetra en la psique de los personajes, los define y caracteriza, y al final pontifica que Stroszek no se dejó intimidar y se mantuvo firme contra todos, casi intocable. Retó a amigos y enemigos a la lucha. Como nadie respondió se rebeló incluso contra el curso del sol, cuya luz sólo puede ser combatida con más luz , ¿de la razón?En su lucha contra todos, incluida la ciudad, había comenzado algo titánico, ya que el enemigo era mucho más fuerte. Su fracaso fue tan desgraciado y miserable como todo lo que había emprendido.
Las guerras acaban con las ilusiones y las expectativas de muchos hombres: el filólogo, el gitano que se considera rey y toca su pìanola mientras busca a su gente, el pianista que interpreta a Chopin y ve como sus manos se quebrantan con trabajos que exigen cargar peso, el hombre joven y fuerte que pasa su tiempo cazando cucarachas y el gran artesano, Stroszek que con la pólvora de las granadas regala al pueblo de Kos el castillo de fuegos artificiales más espectacular que podía haber soñado nunca.
Herzog, en su opera prima, busca signos de vida en el habitáculo de la muerte, las guerras, e intenta despertar a hombres dormidos a los que la Parca encuentra desprevenidos. Interesantísimo film, que no pierde actualidad, y que transmite el sopor y el agobio de una vida que transcurre en la inacción. Del hombre miro siempre las manos,decía el cantante Raimon; las manos del que realiza trabajos pesados y útiles para la sociedad, del pianista, el escultor, el escritor o el internauta. El hombre es lo que hace, y Stroszek enloquece por no hacer nada.
El film de Herzog es para una tarde de reflexión, de horas muertas, representadas en la imagen de una plaza con todos sus habitantes inmóviles y en la que los gatos muestran hastío. Si se logra superar esta sensación , en la estructura profunda el film muestra el lado del hombre que lo hace humano: un signo de vida.
Sitúa la acción en Creta, en la seca, polvorienta, calurosa y atávica isla de Kos, en el Dodecaneso ,que nunca había sido bombardeada y que ocultaba tras sus viejas y gruesas paredes costumbres y tradiciones milenarias y donde había un destacamento de 60 hombres que estaba en la capital de manera pacífica. Llevan a este lugar a tres soldados heridos leves: Stroszek, un paracaidista alemán, su mujer Nora, una enfermera de origen griego, Meinhart, un soldado que trabajaba como chófer antes de la guerra, y Becker, un licenciado en Filología Clásica. Son albergados en el polvorín de una vieja fortaleza, con restos aqueológicos, utilizados en otros tiempos para nuevas construcciones, algo que ocurrió incluso con el mutilado Coliseo romano.
La vida transcurre tediosa y mientras Becker se dedica a traducir y transcribir antiguas inscripciones y Meinhart caza asquerosas cucarachas, Stroszek comienza a desquiciarse y a desvariar por la falta de algún signo de vida humana. Todos ellos comienzan a dar una utilidad civil a la pólvora de las granadas que se almacenan en el polvorín, fabricando con ella fuegos artificiales.
El calor y el aburrimiento nublan la razón de Stroszek, enloquece, se auto-asciende a General del Mediterráneo Este y se rebela contra una ciudad de apariencia virginal, que estaba esperando pasiva que alguien la bombardease. Sólo ella sería la culpable si quedaba insatisfecha.
Una voz en off, un narrador omnisciente penetra en la psique de los personajes, los define y caracteriza, y al final pontifica que Stroszek no se dejó intimidar y se mantuvo firme contra todos, casi intocable. Retó a amigos y enemigos a la lucha. Como nadie respondió se rebeló incluso contra el curso del sol, cuya luz sólo puede ser combatida con más luz , ¿de la razón?En su lucha contra todos, incluida la ciudad, había comenzado algo titánico, ya que el enemigo era mucho más fuerte. Su fracaso fue tan desgraciado y miserable como todo lo que había emprendido.
Las guerras acaban con las ilusiones y las expectativas de muchos hombres: el filólogo, el gitano que se considera rey y toca su pìanola mientras busca a su gente, el pianista que interpreta a Chopin y ve como sus manos se quebrantan con trabajos que exigen cargar peso, el hombre joven y fuerte que pasa su tiempo cazando cucarachas y el gran artesano, Stroszek que con la pólvora de las granadas regala al pueblo de Kos el castillo de fuegos artificiales más espectacular que podía haber soñado nunca.
Herzog, en su opera prima, busca signos de vida en el habitáculo de la muerte, las guerras, e intenta despertar a hombres dormidos a los que la Parca encuentra desprevenidos. Interesantísimo film, que no pierde actualidad, y que transmite el sopor y el agobio de una vida que transcurre en la inacción. Del hombre miro siempre las manos,decía el cantante Raimon; las manos del que realiza trabajos pesados y útiles para la sociedad, del pianista, el escultor, el escritor o el internauta. El hombre es lo que hace, y Stroszek enloquece por no hacer nada.
El film de Herzog es para una tarde de reflexión, de horas muertas, representadas en la imagen de una plaza con todos sus habitantes inmóviles y en la que los gatos muestran hastío. Si se logra superar esta sensación , en la estructura profunda el film muestra el lado del hombre que lo hace humano: un signo de vida.
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