El reino de los cielos. Ridley Scott
Ficha técnica :
Título original: Kingdom of heaven.
País: Reino Unido.
Año: 2005.
Duración: 144 minutos.
Dirección: Ridley Scott,
Guión: William Monaham.
Castin: Debra Zane, C.S.A. y Jina Jay.
Dirección de Fotografía: John Mathieson, B.S.C.
Música: Harry Gregson-Williams; Supervisor: Marc Streitenfeld.
Edición: Dody Dorn, A.C.E.
Director artístico: Arthur Max.
Productor: Ridley Scott.
Productores asociados: Teresa Kelly, Ty Warren.
Productores ejecutivos: Lisa Ellzey, Branko Lustig, Terry Needham.
Diseño de producción: Arthur Max.
Diseño de Vestuario: Janty Yates.
Diseño de maquillaje: Paul Engelen.
20th Century Fox Home Entertainment, Scott Free Productions, Kanzaman.
Efectos visuales: The Moving Picture Company. Efectos visuales digitales: Framestore CFC
Intérpretes:
Orlando Bloom: Bailan,
Eva Green : Sibylla
Liam Neeson: Godfrey,
Jeremy Irons: Tiberias,
Edward Norton: Rey Balduino IV de Jerusalén,
David Thewlis: Caballero de la Orden del Hospital.
Brendan Gleeson: Reinaldo,
Marton Csokas: Guy de Luisignan.
Michael Sheen: clérigo,
Chassan Massoud: Saladino,
Alexander Siddig: Nasir,
Khaled Nabawy: Mullah,
Kevin McKidd: Sargento inglés.
Velibor Topic: Almaric,
John Finch: Patriarca,
Ulrich Thomsen: Maestro templario,
Nikolaj Coster-Waldau
Iain Glen: Ricardo Corazón de León.
Sinopsis:
Ridley Scott, director de Gladiator y maestro de la épica moderna, dirige esta dramática historia de valor, pasión y aventura. En el esplendor del Jerusalén medieval, Orlando Bloom interpreta el papel de Balian, un joven francés que, después de perderlo todo, encuentrael honor y la salvación participando en una valiente cruzada. Balian deberá enftrentarse a insólitas situaciones y luchar contra fuerzas implacables para salvar a su gente y cumplir su destino como un verdadero caballero.
Comentario:
Ridley Scott se convierte con Gladiator (2000) y El reino de los cielos (2005) en el creador del cine épico moderno, que, apoyado en las nuevas tecnologías permite recrear la diégesis de las grandes batallas, clásicas o medievales, con gran lealtad a las maquinarias de guerra y las armas, los impedimenta o el avituallamiento de los ejércitos, a la vez que favorece una mirada, a vista de pájaro, de las tácticas y estrategias militares, camino que seguirá, con igual fortuna y un sinnúmero de críticas, Oliver Stone, al llevar a la pantalla al gran Alejandro Magno (valga la redundancia). Nos permite contemplar esas torres de asedio a las ciudades, que hicieron sonreir a los habitantes de Gergovia, cuando César las construía a cierta distancia, pero que les demudó el rostro cuando las vieron avanzar hacia sus murallas, deslizándose sobre unas plataformas con ruedas, ingenio que ahora utiliza Saladino en el ataque a Jerusalén; los arietes, en ocasiones cubiertos para proteger a los soldados de aceites o líquidos hirvientes, piedras o bolas incendiarias...
Pero impresiona la incineración de cadáveres dentro y fuera de la ciudad, por los ejércitos contendientes, a causa de una guerra que no les concierne personalmente, pero les implica a ellos y sus familias; como advierte Balian, ningún musulmán entre los actuales combatientes había nacido cuando los cristianos tomaron Jerusalén, ni ninguno de los actuales residentes en la ciudad sagrada había sido víctima del cuchillo de los sarracenos; los nobles medievales luchaban, como los de todos los tiempos, por las tierras y la riqueza, y Dios era una excusa. Ahora, muertos los caballeros, la Iglesia pretendía abandonar al pueblo a su suerte, pero el recién llegado a la aristocracia lucha para defender a su gente, y nombra caballeros a todos los hombres capaces de llevar armas con un juramento bien diferente al del vasallaje habitual: proteger a los indefensos. De este modo Ridley Scott rinde tributo a la humanidad y desliza su discuro contrario a la guerra y al choque de civilizaciones. (M.Torreiro. El País).No es extraño que alguno, aunque muy pocos, lo criticaran, cuando aún siguen resistiéndose a la alianza de las civilizaciones, con los mismos motivos de siempre.
Impresiona la nómina de coaboradores de todas las especializades que han actuado conjuntamente bajo la batuta de Ridley Scott para crear una obra de tamaña belleza, que no ha despreciado ningún recurso audiovisual, ni analógico ni digital, cuyos movimientos de masas evocan las puestas en escena de Akira Kurosawa. Es especialmente impactante el avance de los ejércitos, precedidos por la ilusión óptica de su espejismo en el desierto, sobresaliendo en estas imágenes fantasmales una inmensa cruz dorada, que debía ser vista por el enemigo en cualquier punto donde se hallara. Una forma de infringir terror en el enemigo e impactar al observador en su butaca.
Esta historia abarca cinco años de la incesante e ininterrumpida lucha entre cristianos y sarracenos por la ocupación de los santos lugares, Jerusalén, 'El reino de los Cielos': desde 1184 a 1189. Caidos estos territorios en poder de Saladino, en la batalla de Hattin, se organiza la III Cruzada, a cuyo frente se coloca Ricardo I de Inglaterra, Corazón de León, que se cruza en el camino con los cristianos que huyen de la ciudad. Todas las muertes han sido en vano: unos caballeros han encontrado en la muerte su fama, otros lo intentarán de nuevo, y muchos morirán sin pena ni gloria, al reiniciarse el ciclo de la muerte. Bailan renuncia al título heredado de su padre, y prefiere donfundirse con la masa como un herrero, que es lo que es en definitiva.
Ridley Scott no olvida otras lacras de la Edad Media, fruto de la miseria, la falta de higiene y la mala alimentación, y nos presenta al inquietante rey Balduino IV de Jerusalén, víctima de la lepra, llamado por esta razón 'El Leproso' o 'El Santo', vestido de blanco con una máscara de plata, al frente de sus ejércitos, y dejando ver parte de sus llagas a través de los orificios abiertos en la careta para permitirle ver a través de ellos. Los sarracenos consideraban esta enfermedad como una venganza divina por la vanidad del hombre, aunque el castigo que espera a los leprosos en el infierno es mucho más cruel y duradero.
Ridley Scott se convierte con Gladiator (2000) y El reino de los cielos (2005) en el creador del cine épico moderno, que, apoyado en las nuevas tecnologías permite recrear la diégesis de las grandes batallas, clásicas o medievales, con gran lealtad a las maquinarias de guerra y las armas, los impedimenta o el avituallamiento de los ejércitos, a la vez que favorece una mirada, a vista de pájaro, de las tácticas y estrategias militares, camino que seguirá, con igual fortuna y un sinnúmero de críticas, Oliver Stone, al llevar a la pantalla al gran Alejandro Magno (valga la redundancia). Nos permite contemplar esas torres de asedio a las ciudades, que hicieron sonreir a los habitantes de Gergovia, cuando César las construía a cierta distancia, pero que les demudó el rostro cuando las vieron avanzar hacia sus murallas, deslizándose sobre unas plataformas con ruedas, ingenio que ahora utiliza Saladino en el ataque a Jerusalén; los arietes, en ocasiones cubiertos para proteger a los soldados de aceites o líquidos hirvientes, piedras o bolas incendiarias...
Pero impresiona la incineración de cadáveres dentro y fuera de la ciudad, por los ejércitos contendientes, a causa de una guerra que no les concierne personalmente, pero les implica a ellos y sus familias; como advierte Balian, ningún musulmán entre los actuales combatientes había nacido cuando los cristianos tomaron Jerusalén, ni ninguno de los actuales residentes en la ciudad sagrada había sido víctima del cuchillo de los sarracenos; los nobles medievales luchaban, como los de todos los tiempos, por las tierras y la riqueza, y Dios era una excusa. Ahora, muertos los caballeros, la Iglesia pretendía abandonar al pueblo a su suerte, pero el recién llegado a la aristocracia lucha para defender a su gente, y nombra caballeros a todos los hombres capaces de llevar armas con un juramento bien diferente al del vasallaje habitual: proteger a los indefensos. De este modo Ridley Scott rinde tributo a la humanidad y desliza su discuro contrario a la guerra y al choque de civilizaciones. (M.Torreiro. El País).No es extraño que alguno, aunque muy pocos, lo criticaran, cuando aún siguen resistiéndose a la alianza de las civilizaciones, con los mismos motivos de siempre.
Impresiona la nómina de coaboradores de todas las especializades que han actuado conjuntamente bajo la batuta de Ridley Scott para crear una obra de tamaña belleza, que no ha despreciado ningún recurso audiovisual, ni analógico ni digital, cuyos movimientos de masas evocan las puestas en escena de Akira Kurosawa. Es especialmente impactante el avance de los ejércitos, precedidos por la ilusión óptica de su espejismo en el desierto, sobresaliendo en estas imágenes fantasmales una inmensa cruz dorada, que debía ser vista por el enemigo en cualquier punto donde se hallara. Una forma de infringir terror en el enemigo e impactar al observador en su butaca.
Esta historia abarca cinco años de la incesante e ininterrumpida lucha entre cristianos y sarracenos por la ocupación de los santos lugares, Jerusalén, 'El reino de los Cielos': desde 1184 a 1189. Caidos estos territorios en poder de Saladino, en la batalla de Hattin, se organiza la III Cruzada, a cuyo frente se coloca Ricardo I de Inglaterra, Corazón de León, que se cruza en el camino con los cristianos que huyen de la ciudad. Todas las muertes han sido en vano: unos caballeros han encontrado en la muerte su fama, otros lo intentarán de nuevo, y muchos morirán sin pena ni gloria, al reiniciarse el ciclo de la muerte. Bailan renuncia al título heredado de su padre, y prefiere donfundirse con la masa como un herrero, que es lo que es en definitiva.
Ridley Scott no olvida otras lacras de la Edad Media, fruto de la miseria, la falta de higiene y la mala alimentación, y nos presenta al inquietante rey Balduino IV de Jerusalén, víctima de la lepra, llamado por esta razón 'El Leproso' o 'El Santo', vestido de blanco con una máscara de plata, al frente de sus ejércitos, y dejando ver parte de sus llagas a través de los orificios abiertos en la careta para permitirle ver a través de ellos. Los sarracenos consideraban esta enfermedad como una venganza divina por la vanidad del hombre, aunque el castigo que espera a los leprosos en el infierno es mucho más cruel y duradero.
Lex dura sed lex, dirían los antiguos romanos.
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