Gran bola de fuego. Jim McBride
Ficha técnica:
Título original: Greats balls of fire
País: Estados Unidos.
Año: 1989.
Duración: 110 minutos.
Dirección: Jim McBride.
Guión Jack Baran y Jim McBride, basado en la novela de Myra Lewis y Murray Silver Jr.
Casting: Judith Holstra: C.S.A.
Dirección de Fotografía: Affonso Beato,
Música: Jerry Lee Lewis
Edición: Lisa Day y Mark Victor
Diseño de Vestuario: Tracy Tibnan.
Productor: Adam Fields
Productores ejecutivos: Michael Grais y Mark Victor
Productor asociado: Karen Penhale
Diseño de producción: David Nichols
Compañía productora: Orion Pictures. Metro Goldwyn Mayer
Intérpretes:
Dennis Quaid: Jerry Lee Lewis
Winona Ryder: Myra Gale Lewis
Alec Waldwin: sacerdote
Lisa BlountMadre de Myra
Trey Wilson: Sam Phillips
John Doe: J.W. Brown
Stephen Tobolowsky: Jud Phillips
Sinopsis:
Aproximación biográfica al mito del rock and roll Jerry Lee Lewis. Se narran sus comienzos como cantante, sus grandes éxitos -con sus espectaculares actuaciones donde quemaba el piano- y cómo cayó en desgracia cuando se casó con una prima suya de sólo trece años
Comentario:
Magnífico film, con magnífica música de Jerry Lee Lewis, que sufrió los prejuicios de la sociedad puritana de Estados Unidos y la metrópolis inglesa, Londres, que veía al rock and roll como una música demoníaca. La situación de agravó por la personalidad de un músico que se negó a doblegarse a esta hipócrita sociedad, y osó casarse con una joven de trece años. Film de estética ochentera que incorpora en su reparto a una Winona Raidar adolescente y un Alec Baldwin muy joven.
El film supone un gran homenaje a la música en la figura mítica de Jerry Lee Lewis, que dio páginas de gloria al rock and roll, que aprendió desde niño asomándose por las ventanas, a las que apenas llegaba, de un garito de blues negro, un dios que no quiso someterse a las reglas de los hombres lo que le trajo problemas con los sectores intransigentes de un lado y otro del Atlántico. Los ataques de estos frentes conservadores contra esta música satánica hallaron su justificación en el carácter intempestivo y desquiciado del genio, como ha ocurrido tantas veces con hombres notables, recibiendo los ataques de los predicadores que no conocen la compasión humana y no están preparados para atender los matices en el comportamiento de sus fieles.
El espectáculo del pastor es infinitamente mas deshonesto y radical que el del músico, que se despide de él con una confesión pública que no admite interpretación: "Si tengo que ir al infierno, me iré tocando el piano". Su joven esposa le sigue por este camino, no ancho como lo define el sacerdote, sino más empedrado y tortuoso que el que siguen sus acomodaticios fieles, mientras suena, como formula de transición la inigualable y enloquecedora música, producida por las notas que el roquero arranca a su piano, mientras hace sonar el rock con todo su cuerpo.
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