¡Tintorera! René Cardona Jr.





Ficha técnica:

Título original:  Tintorera: Killer shark
País: Méjico. Cooperación Reino Unido-Méjico
Año: 1977.
Duración: 126 minutos.
Guión: René Cardona Jr., basado en la novela de Ramón Bravo.
Dirección de Fotografía: Ramón Bravo y León Sánchez.
Música: Basil Poledouris.
Edición: Peter Zinner, A.C.E., Earle Herdan.
Edición de sonido: Abraham Cruz.
Efectos especiales: Miguel Vázquez.
Productor: Gerald Green.
Productor Manager: José Ojeda.
Maquillaje: Olga Ruiseko. 
Peluquería: Guadalupe Gorraez.
Conacite Uno/Hemdale/Productora Fílmica Real. MGM.

Intérpretes:

Susan George: Gabriella,
Hugo Stiglitz: Steven,
Andrés García: Miguel,
Fiona Lewis: Patricia,
Eleazar García 'Chelelo': Crique,
Roberto Guzman: Colonado,
Alejandro Ciangherotti: pescador,
Más créditos en Imdb.

Sinopsis:

Steve y Miguel son dos amigos mejicanos que se dedican  a la caza profesional de tiburones Mientras están disfrutando de sus vacaciones en compañía de unas preciosas chicas inglesas, comienzan a aparecer en las playas los cuerpos terriblemente mutilados de varios bañistas. Los dos jóvenes pospondrán sus vacaciones porque están ante el mejor trofeo que podrán conseguir.

Comentario:

Todos los hombres y mujeres son iguales. Si no han sufrido algún percance, todos tienen dos brazos, dos piernas, dos ojos, una nariz...en cualquier sitio del planeta Tierra. Es una verdad universal, aunque es bien cierto que no todos tienen organizados estos elemento de la misma manera, y de su armónica o disarmónica  conjunción, (según quién mira),  se produce un resultado u otro. Todos los hombres y mujeres sienten la llamada del sexo, pero como recuerda el Arcipreste de Hita: "Aristóteles dijo,  y es cosa verdadera, /que el hombre por dos cosas trabaja: la primera/  por el sustentamiento, y la segunda era/por conseguir unión con hembra placentera." Éste y no otro es el motor que gobierna el film de René Cardona Jr., una cinta  erótica  que intensifica la emoción de la relación sexual desenfrenada con la sangre que derrama una tintorera insaciable, capaz de cargarse ella sola y en cuestión de segundos a un ejército de bañistas descocados. Pero también  la organización neuronal es diferente en unos hombres y otros y  su  consecuencia es a la vez  muy visible; reconocer el rostro de un hombre o una mujer es tarea sencilla, no así su capacidad de reflexionar, recordar o resolver cuestiones.

Dos años antes de que René Cardona Jr. realizara su ¡Tintorera! Steven Spielberg había aterrorizado al mundo y hecho temibles las playas para amplios sectores de la población con un terrible y enorme tiburón, en una película de bajo presupuesto ( nueve millones de dólares), por la que los inversores obtuvieron  un altísimo rendimiento económico (cuatrocientos millones de dólares). No faltará quien clasifique el film de Spielberg con la etiqueta mainstream, y sienta una profunda atracción por una cinta cutre, de serie B, que satisface los instintos más primarios de un público que busca su propio reflejo en los personajes ficticios que pueblan la pantalla y la satisfacción voyeuristica de sus fantasías pobladas de  jóvenes blancos, (aunque esté rodada en Méjico), rubios, bien hechos y proporcionados. El héroe de esta hazaña que reúne todas las condiciones para jugar el papel de sex symbol masculino (buen cuerpo, osadía y valor...) es Hugo Stiglitz, al que Quentin Tarantino, gran consumidor de cine de bajo presupuesto, le hizo un gran homenaje en 'Malditos bastardos' (Inglorius Basterds, 2009), al atribuir su nombre al rudo y violento personaje encarnado por Til Schweiger.


Til Schwiger y Hugo Stiglitz

El ser buen conocedor de este cine marginal, realizado con pocos medios, es lo que define a un buen cinéfilo, el que siente curiosidad por todo y no se arreda ante nada, y esta es una característica que define al realizador norteamericano. Pero del mismo modo que todos los hombres y mujeres poseen los mismos órganos, aunque dispuestos de distinta  manera, lo que induce a interpretaciones diferentes según la estructura neuronal de quien contempla, las películas pueden tener los mismos elementos, playas, cuerpos ligeros de ropa, monstruos acechando, intereses económicos en juego, factores religiosos...,  pero según quien los combine da un resultado diferente.

En la obra de René Cardona, en la que los nativos juegan un papel marginal y exótico, vestidos con ropas locales y luciendo dientes de oro, ( detalles nada sugerentes),  lo que importa es el sexo y la satisfacción incrementada por la amenaza de una muerte cercana. No falta quien disfrute  haciendo el amor con riesgo ( y esto es muy universal), en un ascensor, en el escaparate de unos grandes almacenes, en un jardín poblado de niños...; la presencia de un tiburón da un toque sado muy atractivo para amplios sectores del público. Steven Spielberg, cuando inició el subgénero de los escualos,  prefierió centrar su atención en los intereses que rigen en las playas, en las que las autoridades priorizan los réditos económicos sobre la seguridad de los ciudadanos, y esconden lo que sea preciso: contaminación, oleaje  o animales peligrosos para la salud del usuario. Cuando Steven, el personaje de Cardona realiza esta acusación resulta forzada y falsa, complicando la imagen del responsable de la seguridad de los bañistas con complejos de culpa familiares que no se explican bien.

La resolución del conflicto correrá a cargo del héroe individual, (algo muy norteamericano), que se reta con el monstruo, mientras se repite a sí mismo  el axioma de Miguel: "El primer error es el último. Justo entre los ojos." Un personaje interpretado por el carismático actor que impresionó a Tarantino en su juventud, cuando lo vió por primera vez en una película que se exhibía en un cine de barrio, un guaperas aguerrido, rodeado siempre de las más bellas mujeres, en cuyos cuerpos no se aprecia la celulitis. Su partner femenina, la mujer del triángulo amoroso que comparte con Miguel, está interpretada por Susan George, que conmovió al público masculino en el célebre film de Sam Pekinpah 'Perros de paja' (1971), desnudándose delante de la ventana para provocar las pasiones de los voyeurs a uno y otro lado de la pantalla. En esta ocasión desempeña un papel más que discreto, merced al contexto playero en  el que el desnudo es menos impactante, máxime si está rodeada de bellas mujeres, muy provocativas y ligeras de ropa. Es algo que debía haber tenido en cuenta el director al pensar en ella como catalizadora de la pulsión escópica masculina.  En la película de Sam Pekinpah que la hizo tan célebre como femme fatale el medio en la que ella derramaba  sus encantos eróticos era bien distinto:  una ninfa capitolina, emigrada a la ciudad y reincorporada a la pequeña localidad,  rodeada de lugareñas pacatas, con atuendos discretos y virtuosos.



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