Esculturas humanas. Don Coscarelli



Ficha técnica:


Título original Incident on and off a Mountain Road.
País: Estados Unidos.
Año: 2005.
Duración: 51 minutos.

Dirección: Don Coscarelli.
Guión: Stephen Romano y Don Coscarelli, basado en el corto de Joe R. Lansdale.
Casting: Nancy Mayor Battino, Kelly Martin Wagner y Aikins/Cossey.
Teleplay: Don Coscarelli y Stephen Romano
Dirección de Fotografía: Jon Joffin.
Música: Score: Chris Stone;  Supervisores: Jennifer Ross, Lisa Brown y Happy Walters.
Editor: Patrick McMahon, A.C.E.
Supervisor efectos visuales: Lee Wilson.
Director artístico: Don MaCaulay.
Decorador del set: Ide Foyle.

Diseño de Vestuario: Lyn Kelly.
Responsable de Maquillaje: Dana Hamel. Maquillaje especial para criaturas y personajes: Gregory Nicotero y Howard Berger.
Responsable de Peluquería: Adina Shore.

Co-Productores: Pascal Vershooris, Ben Browning y Adam Goldworm.
Diseño de producción: David Fisher.
Masters of horror, creada y producida por Nick Garris.
IDT Entertainment, Nice Guy Productions, Industry Entertainment


Intérpretes:


Bree Turner : Ellen,
Angus Scrimm: Buddy,
John De Santis: Moonface,
Eather Feeney: Mujer joven,
Ethan Embry: Bruce.

Sinopsis:


Ellen ( Bree Turner ) conduce su coche por una carretera secundaria durante la noche, y, a causa de un despiste, choca con un vehículo aparcado en la carretera, del que está ausente el conductor. Un reguero de sangre la conduce hacia el bosque, en el que un terrible monstruo, un hombre alto, calvo y desfigurado, Moonface, tiene su museo particular, constituido por esculturas humanas, crucificadas y clavadas en postes estando aún vivas, en una clara alusión a la muerte de Cristo.

Comentario:


Incident on and off a Monuntain road de Don Coscarelli , representante notable del género de terror gracias a filmes como Phantasma (1979 ) y Bubba ho-tep (2002), inaugura la teleserie de Masters of Horror creada en 2005  por  Mick Garris, que se lanzó como piloto para comprobar el efecto del proyecto en el público y fue recibida de forma más que aceptable.

El film de Coscarelli representa un ejercicio metalingüístico sobre el género de terror y los recursos estilísticos que contribuyen a crear ansiedad y miedo en el espectador, planteamiento adecuado para iniciar una serie inusual en el medio televisivo, mucho menos exclusivo que el cine realizado para su exhibición en salas de cine, que supone un acto de voluntad del espectador para desplazarse hasta  estos lugares, o comprar el dvd y visionarlo en casa. A nadie se le escapan los límites que se establecen en los medios públicos, censura de la que no está exenta la red y que cada día ejerce una presión mayor sobre quien, de una forma u otra, cuelga contenidos en internet.

A estos antecedentes se une el hecho de que muchos padres no ejercen un control sobre sus propios hijos, y si a ello añadimos que otros mantienen una postura inquisitorial, se nos hace difícil pensar en la proyección de ciertas imágenes de aportaciones como la de Dario Argento en cualquiera de sus dos entregas, Jenifer o Pieles, por mucho que se exhibieran de madrugada, en un contexto en el que millones de adolescentes norteamericanos disponen de un televisor en el sacrosanto espacio de su habitación, en la que muchos padres no osan entrar sin permiso de su propietario, situación que denuncia de la forma más caústica y revulsiva Arie Posin en Historia de un secuestro, estrenada el mismo año de la serie, que levantó grandes ampollas entre público y críticos, que no dejan de ser también público. Ante este hecho hay quien, incapaz de imponer sus criterios a los suyos, predican una prohibición general, para todos, independientemente de su formación y capacidad de juicio. Una imagen terrorífica se compensa y se desacraliza poniendo al lado un tarro de tomate, como intenta probar James Wan en la foto al pie, aunque la sensibilidad de cada cual es personal e intransferible y de él mismo depende el acercarse  o no a determinadas imágenes ficticias.

Don Cosarelli no hace un discurso facilón. Otra cosa es el acierto  en su ejecución dramática, poética y cinematográfica, a cargo de unos técnicos más o menos eficaces. Elementos básicos que se relacionan con la superstición y el terror, como el recuerdo del holocausto nazi, las matanzas realizadas por militares y paramilitares en el cono sur americano y la violencia relacionada con las religiones que, con frecuencia, potencian el respeto de sus fieles mediante el temor a Dios, unidos a la soledad producida por un accidente de tráfico, en una carretera secundaria, circundada por los bosques, en una noche de luna llena, (el psicho killer se llama Moonface),  y la vulnerabilidad de la mujer en una sociedad patriarcal, sometida a la autoridad de padres y maridos, son magníficos ingredientes para  crear un buen marco en el que desarrollar una truculenta historia en la que el crimen, el exceso en su ejecución y la amenaza, ejercida dentro y fuera de la pantalla, funcionan con fuerza y dotan al episodio de interés.

Finalmente las cosas no son como parecen en principio: en casa, en el bosque, a través del hilo telefónico, con el padre, el marido y el malvado criminal, la mujer sufre las mismas agresiones y vejaciones, por lo que ha aprendido a defenderse usando las armas en las que ha sido adiestrada por los hombres. El parecido físico entre el marido y el asesino, salvada la deformación del rostro de Moonface, su máscara de monstruo oficial, y el desenlace final son una  evidencia de  la situación ante la que el director ha situado a su público, obligándole a asimilar la  imagen de sí mismo que le devuelve la pantalla. Ellen saldrá ilesa y triunfante de la apuesta, pero otras mujeres más débiles morirán en el camino, no sólo como consecuencia de las trampas que los hombres han puesto en su trayectoria, sino por las ideadas por  la protagonista, bien adiestrada en el manejo de todas las armas y tretas que colaboran al hecho violento.

La alternancia de una historia fantástica con flashbacks que relacionan la ficción con la realidad, y el hecho de tratarse de una historia totalmente nocturna, con constantes filtrados azules y con alguna referencia a la luz que emana de la luna, van generando un discurso en el que el disfrute de los sentimientos que proporciona el género a un amplio  porcentaje de espectadores, ávidos de sensaciones fuertes, se une una reflexión sobre otros temores mucho más reales y no por ello menos terroríficos. Es difícil hacer avanzar el género cuando ya se ha hecho casi todo, se han llevado a la pantalla aberraciones antihumanas difíciles de superar, fiel reflejo de las que anidan en muchos individuos que las generan, algunas de las cuales forman ya parte de un tremendo imaginario colectivo.

Trailer en Youtube. Esculturas Humanes (Masters of Horror). 

Comentarios

Entradas populares