Crank: Alto Voltaje. Mark Neveldine y Brian Taylor





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Ficha técnica:

Título original: Krank : High Voltage
País: Estados Unidos
Año: 2009
Duración: 96 minutos

Dirección: Mark Neveldine y Brian Taylor
Guión: Mark Neveldine y Brian Tylor
Casting: Barbara Harris
Director de Fotografía: Brandon Trost
Música: Mike Patton
Edición: Fernando Villena
Dirección artística: Sebastian Schroder

Diseño de Vestuario: Dayna Pink,  Joe  Diaz
Maquillaje: Bill Myer, Deborah Patino...

Productores: Tom Rosenberg, Gary Lucchesi, Skip Williamson, Richard S.Wright
Productores ejecutivos: Eric Reid, James McQuaide, Michael Davis...
Diseño de producción: Jerry Fleming
Compañías.Productora: Lakeshore Entertainment, Radical Media, Lionsgate.  Distribución: Sony Pictures Entertainment

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Intérpretes:

Jason Statham: Chev Chelios
Amy Smart: Eve
Dwight Yoakam: Doc Miles
Efren Ramirez : Venus
Julanne Chidi Hill : Dark Chocolate
Reno Willson : Orlando
Keone Young : Don Kim

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Sinopsis:

La primera entrega de esta que parece ser una nueva franquicia se cerró de la manera más ambigua: Chev cae de un avión, se estampa contra el suelo y una cámara recoge su perfil sobre el asfalto con un ojo que parece cerrarse definitivamente. En la extradiégesis las mafias chinas recogen su cuerpo, le extraen el corazón y lo sustituyen por una batería que precisa ser recargada periódicamente lo que limita la autonomía del héroe.

Género: Acción

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Comentario:

Cuando parecía que ciertos parámetros no podían ser superados, se devela que este apriorismo era falso. Se puede. Ahora vamos a ver a Chev (Jason Statham) luchar por su vida a tiempo real, aumentando las dosis de inverosimilitud y la radicalidad de la imagen. El corazón de este hombre es indestructible y tan valioso que merece que un montón de hombres se jueguen la vida, especialmente si vale tan poco como la de los emigrantes asiáticos y sudamericanos. No es exactamente surrealismo el sustantivo que define lo que hacen Neveldine y Taylor; sus personajes no se mueven en el umbral entre la conciencia y la inconsciencia, a no ser por la pérdida de riego sanguíneo y confusión que produce un corazón precario que necesita adrenalina o descargas imposibles de corriente eléctrica de alto voltaje, que guían al protagonista a buscar, de forma primaria, la energía vital que necesita, y que dan lugar a situaciones tan extremas que son difíciles de superar, aunque los directores nos proporcionan unas imágenes últimas que anuncian la siguiente barbaridad: el motorista fantasma. Pero son imágenes generadas desde la conciencia, con el propósito deliberado de escandalizar a un público sediento que cada vez exige más; el resultado es la hilaridad de unos espectadores, incapaces de asimilar, a tiempo real, un producto tan bizarro.

Todo film, aunque parezca inocuo y destinado sólo  a  incrementar los ingresos de taquilla y los  niveles de adrenalina de un público entregado a estas experiencias sensoriales y a los que poco importa si las imágenes responden a una realidad posible o no, no deja de ser una crónica de su tiempo;  en plena crisis económica, de cuya magnitud somos escasamente conscientes, pero que sorprenderá a las futuras generaciones cuando dispongan de la perspectiva necesaria para analizarla, Chev es un modelo bizarro, extremo y esquemático del paradigma de un individuo triunfador, aguerrido, sin miedo ni temores, que triunfa en un mundo enriquecido bajo la apariencia de un desarrollo ininterrumpido, en el que el hombre esculpía sus músculos y buscaba la  emoción en  la velocidad, el sexo y el consumo de drogas.  El modelo de mujer que se propone, representado por Amy Smart, responde a la definición de la única fémina que puede  supervivir en este medio, hecha por la protagonista de El Gran Gatsby, Daisy Buchanan: una mujer para triunfar debe ser guapa y muy tontita. Desde los agonizantes medios de comunicación del pasado, que deben competir con las redes sociales actuales, se puede escuchar a mujeres periodistas que ocupan los puestos más destacados y que con su micrófono manipulan a millones de 'ciudadanos' presumir de ignorancia, de no poder soportar una ópera de Wagner, a la que acuden por obligación,  para cubrir el acontecimiento, provistas de pinganillos en las orejas para seguir otros programas de radio. Me viene a la memoria aquella secuencia terrible de Fitzcarraldo , (Werner Herzog. 1982), en la que unos porteros dan champagne a los caballos, mientras los indígenas se apoyan discretamente y en silencio respetuoso en las paredes exteriores del edificio para escuchar la música del prestigioso alemán. Se divierten tanto como la protagonista de Neveldine y Taylor, entregada a las preocupaciones más absurdas, mientras la muerte y la desolación se producen a su alrededor.

Nos gustaría conocer tu opinión sobre esta saga que, al parecer, gusta mucho al público español.



 

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