Hannah Arendt. Margarethe Von Trotta. Comentario
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Ficha técnica:
Título original: Hannah Arendt
País: Alemania
Año: 2013
Duración: 113 minutos
Dirección: Margarethe Von Trotta
Guión: Pam Katz y Margarethe Von Trotta
Dirección de Casting: Susanne Ritter; John Hubbard, Ros Hubbard
Casting: Ros G.John Hubbar
Dirección de Fotografía: Caroline Champetier, a.f.c.
Música: André Merghentaler
Editor/Montaje: Bettine Bôhler
Diseño de Sonido: Greg Vitore
Diretor artístico: Anja Fromm
Deorador del set: Petra Klimek
Diseño de Vestuario: Frauke Firl
Maquillaje: Astrid Weber
Maquillaje y peluquería: Antje Bockeloh
Producción: Bettina Brokemper, Johannes Rexin
Co-Producción: Bady Minck, Alexander Dumreicher-Ivanceanu, Antoine de Clermount-Tonnerre, Sophie Dulic, Michel Zana, David Silber
Productor en linea: Sascha Verhey y Rüdiger Jordan
Diseño de Producción: Volker Schaefer
Compañías. Heimatfilm Production, en coproducción con Amour Fou Luxembourg, Mact Productions, Sophie Du Lac Productions, Metro Communications, Y Ard Degeto, BR.WDR. Film-Und Medes Medienstiftung New, FFF Bayern, FFA Deutscher Filmforderfonds, Filmfund Luxembourg, Eurimages, Program Media 121, CNC, Israel Film Fund, Jerusalen Film Fund
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Barbara Sukowa : Hannah Arendt,
Axel Milberg: Heinrich Blücher,
Janet McTeer: Mary McCarthy,
Julia Jentsch: Lotte Köhler,
Ulrich Noethen: Hans Jonas,
Michael Degen : Kurt Blumenfeld,
Nicholas Woodeson : William Shawn,
Victoria Trauttmansdorff : Charlotte Beradt,
Klaus Pohl : Martin Heidegger
Sascha Ley: Lore Jonas
Friederike BBecht : Joven Hanah Arendt
Michael Degen: Kurt Blumenfeld
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Sinopsis:
Al comienzo del film, Hannah Arendt –profesora, filósofa y aguda pensadora del siglo pasado– se prepara para asistir, enviada por The New Yorker, al juicio que se le realizará al jerarca nazi Adolf Eichmann en Jerusalén. Si bien la película es una ficción sobre la vida de Arendt, muchas de las imágenes del juicio son documentales y, mediante su fuerza realmente impactante, Von Trotta revela la decisión de no reconstruir justamente aquello que parecería imposible –la figura del genocida–, logrando una articulación eficaz de aquel famoso archivo, a la vez que nos enfrenta como espectadores al mismo Eichmann. Al regresar a Estados Unidos, después de su estadía en Israel, Arendt escribe sus tratados más controversiales acerca de la posición de los judíos en el Holocausto, y es en ese período en el que acuña, entre otras, la idea de la banalidad del mal. Si bien el film puede resultar, por momentos, un tanto introductorio, es un biopic muy logrado que consigue retratar la vida de la valiente mujer, al mismo tiempo que da cuenta de algunas de las ideas más brillantes de su pensamiento. Violeta Bava (BAFICI. Bueños Aires).
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Comentario.
Margarethe Von Trotta acepta recibir la patata caliente que quemó las manos de Hannah Arendt, cuyo mayor pecado fue la arrogancia, la superioridad que creía que le daba el saber, cuya luz la cegó y la empujó a dar el triple salto mortal, lanzándose desde el trampolín del discurso académico, la disciplina filosófica, a la divulgación en un medio de comunicación, The New Yorker, y la posterior publicación de estos escritos en forma de libro, 'Eichman en Jerusalén. Un estudio sobre la banalización del mal' de teorías controvertidas y discutibles, por muy exquisita que fuera esta publicación. La cineasta que aborda el traspiés que amargó los últimos tiempos de la célebre pensadora judía, es una realizadora comprometida, integrada en la corriente del Nuevo Cine Alemán de la década de los 70, a la que pertenecieron Fassbinder, Wender o Herzog, que aporta una visión crítica de la mujer alemana en el siglo XX. Al acercarse a la pensadora judía, nos mostró a una mujer que no quiso seguir ningún credo, ni someterse al yugo de ninguna patria, sino ser fiel a sus amigos, y que sufrió la triste experiencia de perderlos a todos, heridos en lo más profundo de su ser, al sentirse atacados y señalados como co-responsables del holocausto. Si el libro de la filósofa extendió la especie de que las élites judías participaron en la masacre de su pueblo de forma injusta, el film de Von Trotta criminaliza al ciudadano medio en el imaginario popular, que quizás no entiende que no tono el mundo puede convertirse en un gran criminal, pero que un asesino puede venir de cualquier parte.
La formuladora de la teoría del totalitarismo fue incapaz de prever las consecuencias de su altanería, refugiándose tras un sarcasmo que cada vez le servía menos de escudo. La que fue capaz de darse cuenta de que se había dado un salto cualitativo desde el pensamiento tradicional,- según el cual los peores crímenes de la humanidad respondían a estímulos egoístas -, a la expansión de un mal radical que ha presidido los crímenes del siglo XX, que nada tienen que ver con el egoísmo, tal y como lo entendemos, sino con el intento de convertir a los seres humanos en unas realidades superfluas y constatar este hecho en los campos de concentración, donde se trabajaba sin fisuras para convencer a los prisioneros de que eran innecesarios y donde los castigos no tenían nada que ver con la comisión de un delito, la explotación del ser humano no buscaba el beneficio, fue incapaz de conectar con sus compañeros de cátedra y camaradas intelectuales . Si bien denunciaba que toda actividad y acontecimiento carecía de sentido y este sinsentido era generado de forma activa, resultaba inquietante que en su intento de entender y de hacernos partícipes de sus elucubraciones filosóficas, quedaba en el aire una terrible pregunta: ¿ A qué responde tanta maldad, si no es al egoísmo, al deseo de explotar a los más débiles, a la avaricia...? Su amigo Hans quizás le dio la respuesta. Una respuesta que todos necesitamos para saber cómo actuar si tenemos necesidad de enfrentarnos de nuevo al mal, tal como ella misma predicaba.
Cuando acude como reportera al juicio de Adolf Eichman, observa que es un hombrecillo que no le da miedo, que jamás había hecho nada por iniciativa propia, que no tenía intenciones, ni buenas ni malas, que sólo cumplía órdenes, lo que demuestra que el mal más grande del mundo puede ser cometido por cualquiera y que no es necesario tener ningún motivo, ni convicciones, basta con negarse a ser persona, fenómeno al que llama la banalidad del mal. Eichman no era Mefisto, no hizo daño personalmente a nadie, sólo enviaba a la muerte a los demás, pero no se sentía responsable, el había cumplido su trabajo, incluso cuando le pidieron que cesara. Hay un abismo entre la brutalidad de los hechos y la mediocridad de quien los realiza, concluye.
Su gran amigo, Hans Jonas, le hace una reflexión terrible, la acusa de haber actuado con arrogancia y un gran desconocimiento de los asuntos de los judíos, comportándose como la típica intelectual alemana que mira a este pueblo por encima del hombro, que no tiene reparos en acusarlo de complicidad en el holocausto y que nunca pudo aceptar que había sido traicionada por el pueblo alemán: "Ellos te echaron, Hannah, y si hubieran podido te hubieran matado (...) A partir de hoy termina mi amistad con la favorita de Heidegger". La filósofa acaba negando lo que predicaba al principio, que el mal podía ser radical. Consciente y radical solo puede ser el bien; hay algo por encima del ser humano, pero qué es: ¿La locura, el resentimiento...?
Una leyenda cierra el film:" Volvió a tocar el tema una y otra vez y aún lo debatía a la hora de su muerte." Cuando dedicas tanto esfuerzo a intentar convencer, al observar el vacío a tu alrededor, lo que buscas en realidad es imponer tu criterio. Quizás la respuesta esté en ese espacio entre la resistencia y la colaboración, por el que penetra el mal banal cuando, por razones que no se explicitan, se quiebra la moral de los pueblos. Stanley Milgran se ocupó de cómo se formaba la mentalidad sumisa, coincidiendo sus experimentos con lo declarado por Adolf Eichman.
Una secuencia inicial, sin palabras, nos muestra cómo fue secuestrado por el Mossad el nazi Eichman y llevado al recién estrenado estado de Israel. A continuación una imagen de la filósofa, recostada en su diván y fumando, en un tiempo en que todos lo hacían, incluso en clase, nos introduce en una historia que va viajando a través del tiempo de acuerdo con las necesidades de ir construyendo el discurso que hizo célebre a la filósofa, admirada por unos y vilipendiada por otros. Probablemente The New Yorker obtuvo una gran rentabilidad de la polémica.
Margarethe Von Trotta acepta recibir la patata caliente que quemó las manos de Hannah Arendt, cuyo mayor pecado fue la arrogancia, la superioridad que creía que le daba el saber, cuya luz la cegó y la empujó a dar el triple salto mortal, lanzándose desde el trampolín del discurso académico, la disciplina filosófica, a la divulgación en un medio de comunicación, The New Yorker, y la posterior publicación de estos escritos en forma de libro, 'Eichman en Jerusalén. Un estudio sobre la banalización del mal' de teorías controvertidas y discutibles, por muy exquisita que fuera esta publicación. La cineasta que aborda el traspiés que amargó los últimos tiempos de la célebre pensadora judía, es una realizadora comprometida, integrada en la corriente del Nuevo Cine Alemán de la década de los 70, a la que pertenecieron Fassbinder, Wender o Herzog, que aporta una visión crítica de la mujer alemana en el siglo XX. Al acercarse a la pensadora judía, nos mostró a una mujer que no quiso seguir ningún credo, ni someterse al yugo de ninguna patria, sino ser fiel a sus amigos, y que sufrió la triste experiencia de perderlos a todos, heridos en lo más profundo de su ser, al sentirse atacados y señalados como co-responsables del holocausto. Si el libro de la filósofa extendió la especie de que las élites judías participaron en la masacre de su pueblo de forma injusta, el film de Von Trotta criminaliza al ciudadano medio en el imaginario popular, que quizás no entiende que no tono el mundo puede convertirse en un gran criminal, pero que un asesino puede venir de cualquier parte.
Adolf Eichmann |
Cuando acude como reportera al juicio de Adolf Eichman, observa que es un hombrecillo que no le da miedo, que jamás había hecho nada por iniciativa propia, que no tenía intenciones, ni buenas ni malas, que sólo cumplía órdenes, lo que demuestra que el mal más grande del mundo puede ser cometido por cualquiera y que no es necesario tener ningún motivo, ni convicciones, basta con negarse a ser persona, fenómeno al que llama la banalidad del mal. Eichman no era Mefisto, no hizo daño personalmente a nadie, sólo enviaba a la muerte a los demás, pero no se sentía responsable, el había cumplido su trabajo, incluso cuando le pidieron que cesara. Hay un abismo entre la brutalidad de los hechos y la mediocridad de quien los realiza, concluye.
Su gran amigo, Hans Jonas, le hace una reflexión terrible, la acusa de haber actuado con arrogancia y un gran desconocimiento de los asuntos de los judíos, comportándose como la típica intelectual alemana que mira a este pueblo por encima del hombro, que no tiene reparos en acusarlo de complicidad en el holocausto y que nunca pudo aceptar que había sido traicionada por el pueblo alemán: "Ellos te echaron, Hannah, y si hubieran podido te hubieran matado (...) A partir de hoy termina mi amistad con la favorita de Heidegger". La filósofa acaba negando lo que predicaba al principio, que el mal podía ser radical. Consciente y radical solo puede ser el bien; hay algo por encima del ser humano, pero qué es: ¿La locura, el resentimiento...?
Una leyenda cierra el film:" Volvió a tocar el tema una y otra vez y aún lo debatía a la hora de su muerte." Cuando dedicas tanto esfuerzo a intentar convencer, al observar el vacío a tu alrededor, lo que buscas en realidad es imponer tu criterio. Quizás la respuesta esté en ese espacio entre la resistencia y la colaboración, por el que penetra el mal banal cuando, por razones que no se explicitan, se quiebra la moral de los pueblos. Stanley Milgran se ocupó de cómo se formaba la mentalidad sumisa, coincidiendo sus experimentos con lo declarado por Adolf Eichman.
Una secuencia inicial, sin palabras, nos muestra cómo fue secuestrado por el Mossad el nazi Eichman y llevado al recién estrenado estado de Israel. A continuación una imagen de la filósofa, recostada en su diván y fumando, en un tiempo en que todos lo hacían, incluso en clase, nos introduce en una historia que va viajando a través del tiempo de acuerdo con las necesidades de ir construyendo el discurso que hizo célebre a la filósofa, admirada por unos y vilipendiada por otros. Probablemente The New Yorker obtuvo una gran rentabilidad de la polémica.
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