Los miserables: La leyenda nunca muere. Bille August





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Ficha técnica:

Título original: Les Misérables
País: Estados Unidos
Año: 1998
Duración: 134 minutos

Dirección: Bille August
Guión: Rafael Yglesias, basado en la novela de Victor Hugo
Casting: Louis Elman, Leo Davis
Dirección de Fotografía: Jörgen Persson
Música: Basil Polidouris
Edición: Janus Billeskov  Jansen
Director artístico: Peter Grant

Diseño de Vestuario: Gabriella Vescucci
Diseño de peluquería: Jan Archibald
Maquillaje: Miri Ben Schlomo

Producción: James Gorman, Sarah Radclyffe
Diseño de producción: Ann Asp
Distribuidora: Columbia Pictures

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Intérpretes:

Liam Neeson: Jean Valjean
Geoffrey Rush: Javert
Uma Thurman : Fantine
Claire Danes: Cossette
Hans Matheson: Marius
Peter Vaughn: Bishop
Jon Kenny: Thénardier
Gillian Hanna: Mademoiselle Thérnardier
Sylvie Koblizkova: Éponine
Mimi Newman: Cossette a los 8 años

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Sinopsis:

Contextualizada en la Francia revolucionaria del siglo XIX, narra la historia de Jean Valjean, perseguido durante su vida por una justicia de 'robagallinas', capaz de malgastar todos los recursos del estado para capturar a un hombre que ha robado un pan, pero que se deja corromper por unos cuantos francos de los auténticos corruptos y criminales. Una historia de injusticia, amor y obsesión, que formó a unas cuantas generaciones de jóvenes en el respeto al ser humano y en la ética de la piedad y la justicia.



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Comentario

Tras la consolidación de la revolución de 1789 y de la burguesía como clase dominante, este grupo social ascendente comenzó una deriva hacia el conservadurismo y el coqueteo con la nobleza,  que acabó  con la expulsión de Bonaparte ,  la restauración monárquica y el restablecimiento del poder de la Iglesia Católica. El empobrecimiento de la población en cuyos cuerpos debilitados medró la peste, y los enfrentamientos entre republicanos y legitimistas condujeron  a  la rebelión parisina de 1832, todavía encabezada por burgueses radicales, acontecimientos que irían calentando los motores para la primera revolución proletaria en Francia, la de 1848, en la que participaron personalmente Marx y Engels.

Esta sociedad convulsa es el marco en el que inscribe la obra del insigne escritor  francés, Victor Hugo,  un gran militante del romanticismo político, que vivió la derrota de sus ideales, el terror blanco y el empobrecimiento de las masas que habían luchado codo con codo con los que ahora los aplastaban. La nueva realidad le empujó a denunciar la justicia de 'robagallinas' que se instaló en la Francia legitimista, que permitía que un hombre macilento y hambriento como  Jean Valjean (Liam Neeson), pasara la mayor parte de su vida en la cárcel y se convirtiera en el emblema de los fugitivos perseguidos por un funcionario más atento a un deber carente de sentido, que a la auténtica justicia: Javert, interpretado por Geoffrey Rush. Tanto es así que este funcionario pertinaz y obsesionado con la ley, al comprender que Valjean era mucho más honesto que la mayor parte de los hombres 'honrados' que pululaban en una sociedad depauperada y corrupta como la de Francia en la primera mitad del siglo XIX, lo dejó en libertad, le perdonó la vida, pero a continuación se suicidó, al no poder seguir viviendo con semejante mancha en su expediente. Ésto es lo que ocurre cuando no se entiende que la justicia se alcanza en la resolución de cada caso concreto, que no contempla la letra de las normas escritas, y no en una aplicación genérica de unas leyes que las convierten en un coladero para quien puede pagarse una justicia de lujo. El vulgo tiene un axioma basado en la experiencia que afirma que 'hecha la ley, hecha la trampa'; no hay trampa, sólo interpretación.

El fallecimiento  del General Maximilien Lamarque, muerto de cólera en junio de 1832, que en el saqueo de la Catedral de Vabres rompió el altar de la iglesia para construir un monumento a Marat, fue un emblema de la lucha contra la restauración de la monarquía. El entierro del personaje en un momento de alta tensión, pobreza, miseria y epidemia de peste, que no distinguía entre legitimistas y republicanos se convirtió en un catalizador de una revolución por la dignidad de los seres humanos. Victor Hugo, el gran novelista revolucionario, convirtió estos hechos en una parte central de su relato, e hizo que Cossette, la hija de Jean Valjean, se enamorara de un  estudiante revolucionario .

Adaptaciones de obras de escritores románticos como Victor Hugo, Alejandro Dumas o Leon Tolstoi, auténticos novelones que describían con minucioso detalle la sociedad de su tiempo, una era de cambios y revoluciones que precedieron a la nueva sociedad industrial, tienen generalmente el problema de que el realizador se ve tentado a  complacer a un público amante de los grandes amores que perturbaron las mentes de grandes hombres y les arruinaron la vida, olvidando la vertiente del romanticismo que inspiró las sinfonías de  Beethoven, las polonesas de Chopin, las rapsodias húngaras de Liszt, (todas ellas obras exaltadas contra la invasión napoleónica de sus respectivos países),  las pinturas de Goya o la filosofía de Marx, en los que anidaban sentimientos de rabia e indignación que desembocaron en revoluciones que favorecieron la transición a la era contemporánea y que llevaron al poder a la clase que todavía gobierna el mundo. Sin entender este mundo es muy difícil poder  interpretar qué movió a Anna Karénina a actuar como lo hizo, o cómo pudo Jean Valjean inaugurar la tradición de los fugitivos, que darían un gran rendimiento en la pantalla, por razones bien diferentes. No obstante la Historia sufre grandes vaivenes y son frecuentes los periodos en los que se retrocede en derechos y bienestar del ciudadano, que se vuelve más sensible a relatos como el de Victor Hugo. Bille  August, realizador danés, ha sabido equilibrar bien todos estos sentimientos y dar el protagonismo que se merecen Jean Valjean  y Javert por un lado y Cossette y Marius por otro; todos destacan al personaje de Gavroche, (Shane Hervey),  el niño que murió luchando en las barricadas, un pequeño sin hogar que representa a tantos otros que mueren cada día por alcanzar un trozo de pan.


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