El Rey Escorpión II.El ascenso del guerrero. Russell Mulcahy
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Ficha técnica:
Título original: The Scorpion King II . Rise of a warrior.
País: Estados Unidos
Año: 2008
Duración: 110 minutos
Dirección: Russell Mulcahy
Guión: Randall McCormick
Casting: Jeremy Zimmerman y Manuel Puro
Dirección de Fotografía: Glyn Speeckaert
Música: Klaus Badelt
Edición: John Gilbert, A.C.E.
Coordinador de especialistas:
Diseño de Vestuario: Diana Cilliers
Productores: James Jacks y Sean Daniel
Productor ejecutivo: Kevin Misher
Co-productores germanos: Joerg Westerkamp y Thomas Becker
Co-productor: David Wicht
Productor en línea: Nina Heyns
Diseño de Producción : Tom Hannam
Universal Home Entertainment Productions, Alphaville/Misher Films Production
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Intérpretes:
Michael Copon
Karen David
Simon Quaterman
Tom Wli
Andreas Wisnie
Natalie Becker
Randy Couture
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Sinopsis:
La historia del joven Mathaus y como llega a convertirse en el Rey Escorpion. De pequeño presenció la muerte de su padre y le enviaron a una prestigiosa academia de escorpiones negros y se preparó
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Comentario:
Tras el fiasco de esta entrega, parece que los productores no escarmientan y amenazan con un nuevo episodio. El fracaso de crítica y público está más que justificado en esta realización en la que predominan los contorsionistas, las mujeres guerreras, cuyo atractivo aumenta cuando toman la espada en su mano y emulan a sus oponentes masculinos, haciendo una exhibición de arrogancia que nada tiene que ver con una reivindicación de género, sino con el añadido de una agresividad que las vuelve más excitantes. Efectos especiales espectaculares, pero que pierden toda su efectividad por la reiteración y la inclusión en un contexto privado de toda tensión. Si a ello añadimos un héroe adolescente con pinta de pijo que se enfrenta a malos de libro en el imperio babilónico, durante el tiempo de Hammurabi (el del código) y Sargon I de Akkad, un rey cruel y perverso, que accedió al trono tras asesinar a su predecesor y que se transforma en escorpión, el resultado es inverosímil. Pero para mayor gloria del espectador guionista y director debieron pensar que nada mejor que sumar mitos y símbolos, echando el resto con el Minotauro y la Espada de Damocles. Para poder legar esta hazaña a los herederos añade un personaje fundamental: el poeta, que el palurdo de Mathaus había confundido en Egipto con un escriba. No vale ni para pasas la tarde con un mainstream hecho con los pies; parece que así lo ha entendido la masa a la que iba dirigido.
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