Los albóndigas en remojo. Robert Butler
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Ficha técnica:
Título original: Up the Creek
País: Estados Unidos
Año: 1984
Duración: 96 minutos
Dirección: Robert Butler
Guión: Jim Kouf, basado en una historia de Jim Kouf, Jeff Sherman y Douglas Grossman
Director de Fotografía: James Glennon
Música. Score: William Goldstein, Cheap Trick; sonidos originales de Spencer Proffer
Edición: Bill Butler
Producción: Michael L. Meltzer, Joel Chenolffjj
Co-Productor: Fred Baum
Productores ejecutivos: Louis S. Arkoff y Samuel Z.Arkoff
Productor manager: Kevin Donnelly
Diseño de producción: William M.Hiney
Compañías: Orion Pictures Release, Samuel A. Arkoff y Louis S.Arkoff Production
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Intérpretes:
Tim Matheson: Bob McGraw
Dan Monaham: Max
Sandy Helberg: Irwin
Stephen Furst: Gonzer
Jeff East: Rex Grandall
James Sikking: Tozer
Blaine Novak: Capitán Braverman
John Hillerman: Dean Burch
Mark Andrews: Rocky
Jesse D. Goings: Brown
Julia Montgomery: Lisa
Jennifer Runyon: Heather Merriweather
Grant Wilson: Reggie
Romy Windsor: Corky
Jeana Tomasino: Molly
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Sinopsis:
Bob McGraw, Max, Gonzer e Irwin son obligados a competir en una carrera de balsas de agua de colegiales, en una competición contra la escuela preparatoria de ña Universidad de Ivy, que hacen trampas para ganar, con la ayuda de un alumno de dicha Universidad, llamado Tozer, También compiten con otros saboteadores del Instituto Militar de Washington, liderados por el Capitan Braverman...
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Comentario:
En la 'Universidad de la Lobotomía', el rector ofrece a varios de sus alumnos cualquier licenciatura, (o dos),a cambio de ganar una competición cualquiera, para entrar en un ranking diferente al de la libertad condicional. Eran otros tiempos; han transcurrido más de veinte años desde 1984, los estudios se han masificado y la competitividad se ha agudizado. Se habla mucho del descenso de la calidad de la educación, sin tener en cuenta que la mayoría analfabeta de ayer (incluidos los rednecks americanos) ha sido sustituida por una sociedad con estudios secundarios, obligatorios para todos los ciudadanos, de la que se ha erradicado en gran parte y se sigue luchando por eliminar de forma definitiva cualquier forma de discriminación racista, sexista, basada en el físico, la nacionalidad o cualquier otra circunstancia. El grupo de Bob McGrawn es un firme opositor a sufrir todo tipo de ataques, muy generalizados en la década de los 80, al estar constituido por un estudiante que se ha hecho mayor tras pasar por 16 universidades, de juerga en juerga, un gordito, un tímido, un nerd..., que deben competir en un medio en el que los chicos tienen cuerpos esculpidos y las chicas son todas una especie de Barbie. Un ambiente que generó películas como La revancha de los novatos (Jeff Kanew, 1984), que incidía en el aislamiento de los nerds o frikis, por otros nerds de bañador ajustado y cabellos rubios estandarizados; unos horteras con músculos. Para acabar de marear la perdiz se suma al mar de la confusión un grupo de militares descerebrados, que han declarado la guerra a la competición y se han tomado muy en serio su papel en el conflicto; para ellos no hay matices: pijos y 'comunistas' son la misma cosa, un objetivo a derribar.
Ser un calavera, un tunante y un rufián son tantos a favor del mal estudiante, un joven que dobla la edad de sus compañeros y que manipula a los Ken a su placer y les quita sus muñequitas. La posibilidad de que, en la actualidad, se diera una situación parecida a la que recogen las cámaras en la secuencia inicial: basuras, graffitis, borrachos...esparcidos aquí y allá, y la policía entrando en la zona de dormitorios de la ¿residencia universitaria? repartiendo leña a diestro y siniestro, es impensable. La sociedad es mucho más light, políticamente correcta, y los excesos se cometen fuera del alcance de la mirada de los que ya han ingresado en el mundo de los adultos, hoy vetado a la mayoría de los jóvenes, lo que conlleva más agresividad y mala leche. Es muy curiosa la escasa repercusión actual de una película mítica que, al parecer no tiene ninguna relación con la saga de los albóndigas, y que plantea el enfrentamiento clásico entre pijos-nazis, rubios-ricos, que beben champagne con espléndidas Barbie en tiendas engalanadas como para una boda, con camareros y jacuzzis, para favorecer la confraternización de ambos sexos en el agua, y una panda heterogénea de perdedores, multicultural y diversa (el calavera treintañero, el gordo-comilón, el cachondo-tímido y el nerd), y comunistas desaliñados, pobretones que sufren directamente la agresión física de los soldados pirados y especialmente del apodado, con grades dosis de cinismo, Braverman. Gags muy divertidos, sin excesos escatológicos y sexuales, pero a la vez sin inhibiciones; los diálogos con el perro de Bob McGraw son una locura. Un final esperpéntico en el que no faltan las bombas, colocadas por los militares, desairados por los pijos de la organización en connivencia con los estudiantes del mismo pelaje, que desviará el curso de los acontecimientos con el establecimiento de un nuevo recorrido del cauce. Una película de los ochenta que supone una buena crónica de su tiempo para el espectador actual, y permite un análisis diacrónico del comportamiento de unos jóvenes, entre los que se observa una obsesión por el sexo y por ganar cualquier competición, deportiva o vital, pero no se ve un sólo cigarrillo, ni se ha generalizado la droga, también ausente de la película; para contrarrestar semejante abstinencia Bob fuma un enorme puro, incluso cuando entra en el agua, una marca de estatus que le distancia de sus camaradas, mucho más jóvenes que él y como consecuencia perdedores en mayor grado. Cuatro años antes Ronald F.Maxwell había reunido en un campamento a niños de distintas clases sociales, entre 11 y 15 años, que no sólo se iniciaban sexualmente, sino que encadenaban, los más mayores un cigarro tras otro (Faldas revoltosas, 1980)
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Comentario:
En la 'Universidad de la Lobotomía', el rector ofrece a varios de sus alumnos cualquier licenciatura, (o dos),a cambio de ganar una competición cualquiera, para entrar en un ranking diferente al de la libertad condicional. Eran otros tiempos; han transcurrido más de veinte años desde 1984, los estudios se han masificado y la competitividad se ha agudizado. Se habla mucho del descenso de la calidad de la educación, sin tener en cuenta que la mayoría analfabeta de ayer (incluidos los rednecks americanos) ha sido sustituida por una sociedad con estudios secundarios, obligatorios para todos los ciudadanos, de la que se ha erradicado en gran parte y se sigue luchando por eliminar de forma definitiva cualquier forma de discriminación racista, sexista, basada en el físico, la nacionalidad o cualquier otra circunstancia. El grupo de Bob McGrawn es un firme opositor a sufrir todo tipo de ataques, muy generalizados en la década de los 80, al estar constituido por un estudiante que se ha hecho mayor tras pasar por 16 universidades, de juerga en juerga, un gordito, un tímido, un nerd..., que deben competir en un medio en el que los chicos tienen cuerpos esculpidos y las chicas son todas una especie de Barbie. Un ambiente que generó películas como La revancha de los novatos (Jeff Kanew, 1984), que incidía en el aislamiento de los nerds o frikis, por otros nerds de bañador ajustado y cabellos rubios estandarizados; unos horteras con músculos. Para acabar de marear la perdiz se suma al mar de la confusión un grupo de militares descerebrados, que han declarado la guerra a la competición y se han tomado muy en serio su papel en el conflicto; para ellos no hay matices: pijos y 'comunistas' son la misma cosa, un objetivo a derribar.
Ser un calavera, un tunante y un rufián son tantos a favor del mal estudiante, un joven que dobla la edad de sus compañeros y que manipula a los Ken a su placer y les quita sus muñequitas. La posibilidad de que, en la actualidad, se diera una situación parecida a la que recogen las cámaras en la secuencia inicial: basuras, graffitis, borrachos...esparcidos aquí y allá, y la policía entrando en la zona de dormitorios de la ¿residencia universitaria? repartiendo leña a diestro y siniestro, es impensable. La sociedad es mucho más light, políticamente correcta, y los excesos se cometen fuera del alcance de la mirada de los que ya han ingresado en el mundo de los adultos, hoy vetado a la mayoría de los jóvenes, lo que conlleva más agresividad y mala leche. Es muy curiosa la escasa repercusión actual de una película mítica que, al parecer no tiene ninguna relación con la saga de los albóndigas, y que plantea el enfrentamiento clásico entre pijos-nazis, rubios-ricos, que beben champagne con espléndidas Barbie en tiendas engalanadas como para una boda, con camareros y jacuzzis, para favorecer la confraternización de ambos sexos en el agua, y una panda heterogénea de perdedores, multicultural y diversa (el calavera treintañero, el gordo-comilón, el cachondo-tímido y el nerd), y comunistas desaliñados, pobretones que sufren directamente la agresión física de los soldados pirados y especialmente del apodado, con grades dosis de cinismo, Braverman. Gags muy divertidos, sin excesos escatológicos y sexuales, pero a la vez sin inhibiciones; los diálogos con el perro de Bob McGraw son una locura. Un final esperpéntico en el que no faltan las bombas, colocadas por los militares, desairados por los pijos de la organización en connivencia con los estudiantes del mismo pelaje, que desviará el curso de los acontecimientos con el establecimiento de un nuevo recorrido del cauce. Una película de los ochenta que supone una buena crónica de su tiempo para el espectador actual, y permite un análisis diacrónico del comportamiento de unos jóvenes, entre los que se observa una obsesión por el sexo y por ganar cualquier competición, deportiva o vital, pero no se ve un sólo cigarrillo, ni se ha generalizado la droga, también ausente de la película; para contrarrestar semejante abstinencia Bob fuma un enorme puro, incluso cuando entra en el agua, una marca de estatus que le distancia de sus camaradas, mucho más jóvenes que él y como consecuencia perdedores en mayor grado. Cuatro años antes Ronald F.Maxwell había reunido en un campamento a niños de distintas clases sociales, entre 11 y 15 años, que no sólo se iniciaban sexualmente, sino que encadenaban, los más mayores un cigarro tras otro (Faldas revoltosas, 1980)
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