Wonderland. Michael Winterbotton






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Ficha técnica:

Título original: Wonderland
País: Reino Unido
Año: 1999
Duración: 108 minutos

Dirección: Michael Winterbotton
Guión:  Laurence Coriat
Casting: Wendy Brazington
Dirección de Fotografía: Sean Bobbit
Música: Michael Nyman
Edición: Trevor Waite
Departamento artístico: Emma Robens
Decorador del set: Michelle Day

Diseño de Vestuario: Natalie Ward
Diseño de maquillaje: Konnie Daniel

Productores: Michele Camarda, Andrew Eaton
Productores ejecutivos: Stewart Till y David M.Thompson
Diseño de producción: Mark Tildesley
Universal Pictures & BBC, Kismet Film Company y Revolution Films Production

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Intérpretes:

Ian Hart: Dan
Shirley Henderson : Debbie
Kika Markham: Eileen
Gina McKee : Nadia
Molly Parker : Molly
Jack Shepherd: Bill
John Simm: Simm
Stwart Townsend: Tim
Enzo Cilcenti : Darren
Sarah-Jane-Potts : Melanie
David Fahm: Franklyn
Ellen Thomas: Donna
Peter Marfleet: Jack

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Premios:


1999: Festival de Cannes: Nominada a la Palma de Oro (mejor película)
1999: Nominada Premios BAFTA: Mejor film británico

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Sinopsis:

Crónica de la vida cotidiana de tres hermanas: Nadia que busca su alma gemela en las secciones de corazo hijones solitarios de los periódicos; Molly que espera un hijo y su marido la abandona y Debby, que forma un hogar monoparental con su

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Críticas

De nuevo Filmaffinity sale al paso de una película que considera lo suficientemente interesante como para dar su opinión a sus lectores, esta vez por medio Daniel Andreas:"Nunca el pulso de una ciudad fue retratado con tanta sinceridad como en esta película, la obra maestra de uno de los directores más interesantes y sorprendentes de la actualidad. El argumento no promete nada nuevo: contarnos la vida de una familia londinense y de los personajes que comparten su mundo. Sin embargo, el inmenso talento de Winterbottom para trasladar los sentimientos a imágenes pseudodocumentales, la apabullante sobriedad de las interpretaciones y la triste belleza de la música de Michael Nyman obran el milagro: el más desnudo, sutil y conmovedor drama urbano de los últimos años. Absolutamente imprescindible. Eso sí: en versión original y formato cine. "

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Comentario

Crónica londinense, sinfonía urbana, talento para trasladar los sentimientos a imágenes... Carlos Boyero habla de película de la clase baja, otros de una especie de mockumentary que convierte en protagonistas de su historia a los trabajadores, que con el desarrollo de la burbuja habían olvidado su verdadera condición, ya fueran peluqueras, dependientas de un restaurante, vendedores,  maestros o enfermeras: si no trabajan y no perciben un sueldo pueden ingresar en el paraíso, pero el de los excluidos sociales. No es clase baja, como dice Boyero, es el sector productivo, el que trabaja y mantiene un país. Unos proyectan pero otros deben ejecutar. Un negro londinense excluido  impetra al padre de las jóvenes, mientras le pide una limosna que no es atendida: "Pareces el tío del paro".

Padres que llevan un BMW pero no pueden pagar una hamburguesa a su hijo, que, tras un  partido de fútbol, que comparten con su retoño, se lían  a insultos  con otros conductores; un marido que, deprimido y sin expectativas, elucubra sobre una vida sin ilusiones, que puede acabar, tras la consolidación de la familia que ha creado al nacer  su primer hijo, con el odio más profundo a quienes le cortan las alas y le impiden soñar con un mundo mejor, como acaban muchas historias en las páginas de sucesos. O la joven  camarera que busca contactos en páginas de corazones solitarios. Esta situación crea miriadas de jóvenes encerrados en sí mismos. 'que se guardan todo dentro' y acaban siendo unos extraños en su propio hogar.

Nada es sórdido, todo es tan  cotidiano  que si uno se para a pensar que toda su vida va a ser igual, como revela el film de Harold Ramis, 'Atrapado en el tiempo', lo mejor que puede hacer es lo que hace el joven que espera un hijo: huir para siempre de esa cárcel que es la vida diaria, realizando un trabajo ordinario, poco creativo y sin esperanzas. Y esto es tan triste que la gente prefiere evadirse y generar adrenalina con placebos de una vida humana y de verdad. Hay que reconocer que son muy pocos, poquísimos, los que consiguen vivir de acuerdo  con sus deseos, sus ambiciones personales, pero Winterbotton pone el acento sobre quienes no parecen tener alternativa, porque no tienen más recursos que su trabajo, (del hombre miro siempre las manos, decía Raimond),  atrapados por el peso de sus miedos personales y los que se les inculcan desde el poder y la ideología de la sumisión. Cuando el marido huye de su hogar  y de su empleo se cruza con los jóvenes sin techo que duermen en la calle y le recuerdan la diferencia entre la realidad y la utopía, la domesticación y la rebeldía.

En esto es grande Winterbotton. Los jóvenes que retrata no viven mal  materialmente, pero ese pequeño  y precario bienestar tiene un precio muy alto: sus legítimos sueños de vivir como seres humanos, Hasta dónde se puede llegar se ejemplifica con la apariencia de convivencia aceptable entre la su madre y su padre, que no se soportan; la esposa vive amargada por el perro del vecino, cuyos ladridos se incrustan en su cerebro. Este podría ser el futuro de sus tres hijas, que optan por no atarse a ningún hombre, o al revés, por muy atractivo que parezca. Es triste, si, como dice los críticos, pero es tan habitual y corriente que rebelarse está mal visto.

Gran película, que nadie debía dejar de ver. Las últimas secuencias son  profundamente almodovarianass, con un tristísimo final para el ser vivo más inocente, un perro cuyos ladridos son incompatibles con la histeria y el estado desquiciado de una vecina. Unos fuegos artificiales servirán para recordar a un niño, que acude buscando un poco de ilusión de la que carece en su hogar desestructurado, que al fin y al cabo es un zombie como los que imaginará George A. Romero en 'La tierra de los muertos vivientes', a los que se neutralizaba con estas tracas.

Pero, como el hombre lo último que pierde es la esperanza, esta se cifra en  los  neonatos, la niña que se llamará Alicia, 'como la de Wonderland'. Así la bautiza un padre desencantado.  Una panorámica de la principal protagonista de la película, la ciudad de Londres, donde se hacinan tantas personas como  las que la protagonizan da paso a la secuencia final.


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