El lobo de Wall Street. Martin Scorsese. Comentario




Ficha técnica:


Título original: The Wolf of Wall Street
País: Estados Unidos
Año: 2013
Duración: 179 minutos


Dirección: Martin Scorsese
Guión: Terence Winter, basado en el libro de Jordan Belfort. (guionista de Los Soprano)
Dirección de Fotografía:  Rodrigo Prieto. Color
Música: Howard Shore
Edición: Telma Schoonmaker


Productores: Emma Tillinger, Leonardo DiCaprio y Martin Scorsese
Diseño de producción:  Bob Shaw
Compañías. Appian Way, EMJAG Productions, Red Granite Poctures, Sikelia ProductionsWarner Bros.Entertainment. Distribución: Universal Pictures



Intérpretes: 




Leonardo DiCaprio: Jordan Belfort,
Jonah Hill: Donnie Azoff,
Matthew McConaughey: Mark Hannan
Jean Dujardin: Jean-Jacques Saurel
Kyle Chandler: Patrick Denham,
Rob Reiner: Max Belfort
Jon Favreau: Manny Riskin
Ethan Suplee: Tovy Welch
Christine Ebersole: Leah Belfort
Margot Robbie: Naomi Lapaglia
Shea Whigham: Capitán Ted Beecham
Joanna  Lumley: Tí Emma
Cristin Milioti,  Katarina Kas...


Sinopsis: 



Jordan Belfort (Leonardo DiCaprio) es un joven broker de apenas 24 años, muy ambicioso. Su afán por hacer dinero le lleva a convertirse en un bróker destacado de Wall Street y directivo de la empresa de inversiones bursátiles Stratton Oakmont, dispuesto a todo para enriquecerse en el parqué de Nueva York, donde casi todo vale en la década de los 90. A costa de traficar con bonos basura y de estafar a numerosos inversores, se convierte pronto en una máquina de hacer dinero, y  de gastarlo. En un día podrá engordar sus cuentas con millones de dólares y gastarlos por la noche a la misma velocidad. El juego sucio que lleva en la bolsa lo aplica también en su vida extra profesional: drogas, prostitutas, caprichos muy caros…  Martin Scorsese dirige esta adaptación de la autobiografía de Jordan Belfort, un broker americano.

Género: Comedia negra


Premios:


2013: Globos de Oro: 2 nominaciones, mejor película y actor (DiCaprio)
2013: Critics Choice: 6 nominaciones, incluyendo Mejor película
2013: National Board of Review (NBR): Top 10 y mejor guión adaptado
2013: American Film Institute: Top 10 - Mejores películas del año
2013: Satellite Awards: 5 nominaciones, incluyendo mejor película y director



Críticas y Comentario:


El regreso del tandem Scorsese-DiCaprio, partiendo de la hedonista autobiografía de uno de los "brokers" más famosos de Wall Street de la década de los noventa, supone una reinterpretación en clave de  comedia negra de las grandes películas de mafiosos de su director. "El lobo de Wall Street" no sólo confirma el gran estado de forma de Martin Scorsese, sino que  constata la sana vitalidad de un maestro que con su nueva película consigue trascender los propios géneros. Esta es la entradilla de Roberto Alcover Oti , (Humor y) dinero (Dirigido por...enero 2014)

Es un lujo incuestionable poder disfrutar de nuevo con un director que domina su oficio como pocos, y que a pesar de las recetas que nos hace llegar a través del joven neófito, procedentes de viejos leones de las finanzas como el desaprensivo Mark Hannan (Matthew McConaughey), cuyo objetivo es la relajación,  clave del éxito en este mundo no apto para hipertensos, - masturbarse dos veces al día y estar constantemente bajo el efecto del alcohol y las drogas -, es, según Carlos Boyero,  la película menos relajada del mundo. No sólo compartimos con el crítico esta percepción, sino la sensación de que, a pesar de que el público se retuerce de risa en la sala, el relato visual no tiene la menor gracia; si clasíficamos el  film como comedia, lo correcto sería añadirle el apellido de bárbara, (Boyero), ya que hace gala de una " excesiva ostentación de atrocidades, diluidas en un sentido negrísimo del humor (que incluye hasta sorprendentes secuencias de puro  slapstick), sobre aquellos a los que confiamos nuestro dinero y entregamos las llaves de la economía." (Roberto Alcover). Si pensamos un poco en esto, al ver a Leonardo contrarrestar los efectos de una sobredosis de Lemmon con cocaina, inspirado en unos dibujos de Popeye tomando espinacas, que se emiten por la TV para disfrute de los niños, en lugar de un ataque de risa quizás nos de uno de pánico.

Tras una primera secuencia desquiciante en la que todo vale, incluso el maltrato de enanos o el sexo más delirante en masa y en público, un gran flashback, -o racconto-, nos retrotrae a los orígenes del personaje y va construyendo el relato de una nueva forma de crimen organizado, eso sí, sin sangre, de momento, que opera en el templo de las finanzas mundial, representado por un antihéroe, un personaje que no  pone ningún límite a su avaricia. Tras la gran caída de la Bolsa de 1987 muchos brokers se quedaron sin empleo, entre ellos Jordan Berlfort, precisamente el día que estrenaba su licencia para operar. Más, como el Ave Fenix, renace de sus cenizas y comienza a sentar, junto a otros muchos, las bases de la gran crisis que estallará en 2007, protagonizada por  grandes bancos de inversión y grupos financieros como City Group, Lehman Brothers o Morgan Stanley, y otras empresas gigantes que gozaban hasta ese momento de gran prestigio en el mundo de las finanzas. Los primeros pasos del film nos hacen temblar cuando observamos a estos prohombres de la economía cuyo saludo ritual es el de los gorilas de la selva, emitiendo sonidos  guturales con la boca y golpeándose el pecho con los puños. (¿Es esta una forma ritual que identifica al grupo, como en 'La ola' de Dennis Gansel? me pregunta mi amiga 'la economista')

En busca de un nuevo empleo, le sale al paso la oportunidad de fundar  un call center, un "cuarto de calderas" o boiler room, Stratton Oakmont, simbolizado por un león que deambula a sus anchas en medio de la excitación de los agentes, una imagen onírica que corresponde al estado lisérgico en el que los corredores realizaban su trabajo. Una estafa más al ciudadano medio y pobre americano, al que se vendía la ilusión de poder pagar su hipoteca, la asistencia sanitaria de un familiar o adquirir un coche, a través de la venta de unos bonos-basura con comisiones del cincuenta por ciento, muy superiores a las que se hacen en las transacciones entre operadores y clientes ricos. El fraude consistía en inflar de forma desmesurada y artificial los precios de las acciones para repartir estas cuantiosas comisiones entre los brokers antes de que sufrieran una estrepitosa caída y condujeran a la ruina de los inversores (unos miserables). Operaciones ilegales de Oferta Pública de Acciones o de Ventas generaban, al mismo tiempo, cuantiosas bolsas de dinero negro que había que lavar en bancos ubicados en paraísos fiscales. En este caso en  la altiva Suiza, a la que los weeke-leaks, más eficientes que el FBI, porque operan al margen de las normas que protegen a estos desaprensivos,  están arrebatando su chollo.

A medida que va creciendo la empresa se va generando un sentimiento de solidaridad entre los socios iniciales, cimentado en una codicia sin límites,  un desenfreno total, absoluto y permanente, y una entrega al lujo y al sexo más caro y codiciado ofrecido por mujeres del mundo del famoseo. Este hermanamiento recuerda el clima de una de las películas de cine negro más potente de Scorsese, 'Uno de los nuestros', con algún conflicto de familia resuelto, de la forma más chunga y convencional, en plena vía pública. En la construcción  de la diégesis se ha abandonado el swing clásico y se ha sustituido por músicas actuales trepidantes, acercando el clima resultante al film gerontocrático de la élite italiana, instalada en Roma, templo de la cristiandad,  que retrata Giuseppe Tornatore en 'La gran belleza', sustituyendo a los representantes del viejo mundo berlusconiano por esos jóvenes que huyen de Europa y se refugian en las tierras de las 'oportunidades', una secta hiperactiva y al borde del colapso, reflejo del infantilismo de una generación (Roberto Alcover). Inmadurez que nos ha lleva a la extrema precariedad que padecemos, en medio de la cual estos farsantes renacen una y otra vez, como ocurre con Jordan, travestido en vendedor de recetas de auto-ayuda, especialista en charlas motivacionales, del que tenemos más que algún digno representante en cada país, que pretende seguir viviendo del engaño hasta el final de sus vida;  unos charlatanes de feria que saben aquello que tanto han repetido viejos y nuevos gángsters en las pantallas: "No hay nobleza en la pobreza". Axioma que hace reflexionar al meditabundo agente del FBI, que había rechazado un soborno de medio millón de dólares, de vuelta a casa en el metro rodeado de los parias de la Tierra,

En medio de tanto desenfreno, ciertas secuencias funcionan como  hitos para la reflexión, que nos va proporcionando el cineasta. Lo primero que están aprendiendo las masas es que información es poder, y se entregan con fruición a las redes sociales, que ya no controlan los mismos que hacen las primas de riesgo y  que han conseguido, por primera vez, mostrar a estos elementos corruptos como son y proporcionar material abundante a la imaginación de los cineastas. "No hay publicidad mala" le dice su mujer a Jordan cuando, excitado, le relata lo que ha escrito la revista Forbes, el órgano de comunicación de la Bolsa de New York sobre él, al que ha calificado de 'Lobo de Wall Street". Cualquier prohibición funciona como una señal luminosa que marca el camino a los más arriesgados para salir en los papeles; si se acaba en la cárcel no tiene importancia, todo está en venta tanto dentro como fuera de los muros, máxime si has demostrado que estás en el lado de los lobos y no de los corderos.

Otra conclusión terrible es que, en este mundo, no hay ninguna oportunidad para los pobres, como muestra ese plano que ocupan las caras de montones de desahuciados que admiran al lobo de las finanzas, pero que no saben cómo vender ni un bolígrafo. Lo suyo es ser estafados sin cesar, al entregar sus sueños e ilusiones más recónditas a estos charlatanes, que las harán trizas en una bolsa hecha por pobres, para estafar a los pobres, en un universo en el que la necesidad es más rentable, porque el que no tiene nada está dispuesto a pagar un precio más alto que el rico para disponer de algo, echándose en mano de usureros y farsantes de todo tipo. No tardarán los ricos, (el 1 % del que ya todos hablan, incluido Jordan), en entrar en este negocio tan suculento, como demostrará el escándalo de las subprime, las preferentes y tantos otros, que se han apropiado de los pequeños ahorros de la gente modesta y han arrastrado a la mayor parte de la sociedad a la miseria y la precariedad.

Si hubiera que echar en cara algo al trabajo de Scorsese es que ha realizado un film diletante, complaciente, glorificando los excesos de los que los protagonistas salen indemnes, aunque snifen medio kilo de coca de una sentada, beban hasta reventar y practiquen sexo hasta el paroxismo, lo que les convierte en héroes de las masas que les ríen las gracias, dando rienda suelta a su propio desmadre, y los convierten en los nuevos  mitos del desenfreno frente a unas directrices opresoras y puritanas. Lo que no queda claro es que la represión y el lado oscuro de la vida están reservados a los que jamás sabrán vender un bolígrafo, mientras el éxito sólo está al alcance del lobo dispuesto a comerse las ovejitas hasta morir de indigestión;  da la impresión de estar viviendo el mundo al revés y de ser más temerosos quienes no tienen nada que perder que aquellos que tienen mucho que conservar y están dispuestos a pagar cualquier precio por ello. Aunque sea seguir los consejos del excesivo Mark Hannan, sirviéndose de cualquier filfa o artificio.

Lo mejor, Leonardo DiCaprio, un actor capaz de reinventarse a sí mismo en cada nuevo papel, proveerse de un nuevo código de gestos adaptado al personaje y mostrar toda la pasión de un hombre del perfil de Jordan Belfort,  una pieza más de este mosaico de la desvergüenza, cuyo develamiento es obra de la nueva era tecnológica, en la que se pueden hacer películas con muy poco dinero, o incluso foros de información, como advierte el propio Scorsese en una carta que dirige a su hija Francesca. Hoy puedes llegar mucho más lejos, con los medios que ponen a tu disposición la telemática y la informática, y, por esta razón, miles y miles de obras, grandes y  pequeñas, están mostrando a la población las bambalinas en las que operan los que, hasta ahora, eran grandes hombres y en este momento son vistos como un atajo de drogatas, adictos al sexo pagado, sin principios morales, que lanzan discursos populistas que afirman que es posible seguir triunfando y, a la vez, joder al prójimo.

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