La casa del juego. David Mamet





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Ficha técnica:

Título original: House of games
País: Estados Unidos.
Año: 1947
Duración: 105 minutos

Dirección: David Mamet
Guión: David Mamet, basado en una historia de Jonathan Katz y David Mamet
Casting: Cyrena Hausman
Dirección de Fotografía: Juan Ruiz Anchia
Música: Alaric Jans
Edición: Trudy Ship
Decorador del set: Derek Hill
Efectos especiales: Robert Willard/Special Effects Unlimited

Diseño de Vestuario: Nan Cibula
Maquillaje: Pamela Westmore
Estilista de peluquería: Erin Lyons

Productor : Michael Hausman
Diseño de producción: Michael Merritt
Orion Pictures Release, Filmhaus Production

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Intérpretes:

Lindsay Crouse:  Doctora Margaret Ford
Joe Mantegna: Mike
Mike Nussbaum: Joey
Lilia Skala: Dr. Littauer
J.T.Walsh: El hombre de negocios
Steven Goldstein: Billy Hahn

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Sinopsis:

Mike es un ludópata y timador que pide tratamiento psiquiátrico a la doctora Margaret Ford. El joven se ha metido en un buen lío, debe 25.000 dólares y si no paga esa noche lo liquidarán. Esa misma noche la psiquiatra acude a una llamada 'Casa del Juego' a pagar la deuda de su cliente y conoce a Mick por el que se sentirá fuertemente atraída.

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Comentario:

David Mamet, un novelista y ensayista de género negro, construye una diégesis austera, tan oscura y descarnada como espera y desea el lector y consumista de este tipo de literatura y cine; una banda sonora de jazz, suave, envolvente, realizada por Alaric Jans, que ha trabajado en otras ocasiones para Mamet (Things Change, 1988; Homicide, 1991, The Winslow Boy, 1999). Nada es estridente, con el objetivo de permitir la reflexión de su público y ayudarle a desentrañar una trama criminal  con la ayuda del objetivo de la cámara, que le permite percibir los rastros indiciarios para la resolución del crimen, como el robo de la navaja de la suerte, uno de los escasos planos de detalle, que nos la muestra  mezclada con otros objetos personales del timador protagonista, colocados juntos de forma premeditada por él mismo.

La psiquiatra, sin nombre durante gran parte del film,  trata a pacientes que han caído en la delincuencia y la marginalidad y se atormenta pensando que no puedo ayudarlos ni aprender nada de ellos, algo que pueda servir a los demás para no caer en los mismos conflictos emocionales, y proporcionarle información a ella misma para escribir sus libros. Esta situación le produce zozobra e inquietud, emociones que le empujan a acercarse a un timador, Nick, para realizar un estudio del timo, ver cómo opera y cómo un auténtico malhechor hace su oficio, pero se va implicando sentimentalmente con él. Este hombre, interpretado por Joe Mantegna le proporciona una atalaya privilegiada desde la que observar cómo se opera en el mundo  de los negocios ilegales, que abarca desde los pequeños timos emocionales a los grandes asuntos que requieren la colaboración de la mafia, un mensaje que llega al espectador sin ruidos que  lo interfieran, cuya conflictividad va in crescendo sin que el clima se desequilibre ni se busque crear emociones con las texturas cinematográficas, confiando completamente en la fuerza de la narracion. La mujer no opera, al menos de forma consciente, como femme fatale, pero el resultado es igual de pernicioso para el hombre, aunque en lugar de un abrigo de pieles busque información profesional a cualquier precio. "Esta zorra nos ha hundido", piensa el viejo socio de Mick, que en este juego de apariencias parece haber caído en las redes de la mujer. Finalmente  todos acabarán  pagando la factura.

Siguiendo con el juego de los timos, reales y ficticios,  del que no escapa el espectador, el grupo que jamás había practicado la violencia, se ve involucrado en ella, merced a la incorporación de la mujer en el grupo, que esconde su verdadera naturaleza tras su apariencia de una escritora que busca información. Es pertinente la reflexión de Noël Simsolo  que afirma que " es sorprendente leer aquí y allá que el cine negro es un género exclusivamente masculino, cuando la motivación del comportamiento de sus personajes  suele ser el deseo sexual y los dramas se desatan a causa de una mujer de sensualidad devoradora o dotada de una belleza excepcional." (Id. El cine negro. Alianza Editorial, Libro de bolsillo,  pág. 261). Esta es la verdadera trampa, muy sofisticada,  que nos tiende Mamet.  La Doctora Margaret Ford, de cuyo nombre nos informa un letrero en la puerta de su consulta, muy avanzado el film, mantiene el anonimato incluso ante su amante;  es una mujer andrógina, de cabello corto y ropa masculina, que participa en un juego en el que todos hacen trampas y cuya virtud definitiva será revelar quien es quien en  unas relaciones que se basan en la desconfianza, o en la aparente confianza,  de todos contra todos. En el proceso la mujer irá descubriendo no sólo quién es el amante, sino, lo que es más importante para la trama, quién es ella.

David Mamet, guionista y director, ejecuta una muy buena historia, en la que la cazadora acaba siendo cazada, estafada y hundida por timadores de profesión a los que había infravalorado, y al revés. La profesional , la psiquiatra, de un look similar al de las mujeres de Hitchcock,  que sustituye el moño de Kim Novak o Tippi Hedren por un  pelo corto masculino, es desvelada constantemente por los posesivos mío y tuyo ante los auténticos profesionales de la psiquiatría o el crimen organizado, que a su vez la minusvaloran porque no son capaces de valorar correctamente los signos que se desprenden de su actitud en ambos campos. Finalmente la auténtica femme fatale es una asesina nata, al modo de las mujeres de Brian de Palma, parapetada tras una posición económica y social relevante, cliente asidua del Waldorf, que guarda su anonimato ante el hombre hasta que la situación es irreversible. Logra justificarse ante sí misma aplicando la receta de su vieja y experta amiga la Doctora Littauer : "cuando has hecho algo imperdonable, hay que perdonarse', asumida plenamente su nueva naturaleza.

Estamos de acuerdo con amplios sectores de la crítica: brillante.

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