Las amistades peligrosas. Stephen Frears
LAS AMISTADES PELIGROSAS
ADAPTACIÓN DEL TEXTO DE
CHORDELOS DE LACLOS
Ficha técnica:
Título original: Dangerous Liaison
País: Reino Unido
Año: 1988
Duración: 120 minutos
Dirección: Stephen Frears
Guión: Christopher Hampton, basado en su adaptación teatral de 'Les liaison dangereuses' de Choderlos de Laclos
Casting: Juliet Taylor y Howard Feuer
Director de Fotografía: Philippe Rousselot
Música: George Fenton
Editor Mick Audsley
Directores artísticos: Gerard Viar, Gavin Bocquet
Decorador del set: Gerard James
Diseño de Vestuario: James Acheson
Maquillaje artistas: Dominique Plez, Monique Huylebroeck
Estilistas de peluquería: Pierre Vade
Productor: Norma Heyman y Hank Moonjean
Co-Productor: Christopher Hampton
Supervisorde producción: Suzanne Wiesenfeld
Diseño de producción: Stuart Craig
Warner Bros.Pictures/Lorimar Film Entertainment Pictures, NFH Limited Production
Intérpretes:
Glenn Close: Marquesa de Merteuil
John Malkovich: Vizcon de Valmont
Michelle Pfeiffer: Madame de Tourvel
Swoosie Kurtz: Madame de Volanges
Keanu Reeves: Caballero Danceny
Mildred Natwick: Madame de Rosemonde
Uma Thurman: Cécile de Volanges
Peter Capaldi: Azolan
Joe Sheridan: Georges
Valerie Gogan: Julie
Laura Benson: Emilie
Joanna Paulis: Adele
...
Premios:
1989: Premios César: Mejor Película Extranjera
1988: 3 Oscars: Mejor guión adaptado, dirección artística, vestuario. 7 nominacion
Sinopsis:
Francia, siglo XVIII. La perversa y fascinante Marquesa de Merteuil (Glenn Close) planea vengarse de su último amante con la ayuda de su viejo amigo el Vizconde de Valmont (John Malkovich), un seductor tan amoral y depravado como ella. Una virtuosa mujer casada, Madame de Tourvel (Michelle Pfeiffer), de la que Valmont se enamora, se verá involucrada en las insidiosas maquinaciones de la marquesa.
El juego de la conquista ha comenzado, con dos oponentes unamuy peligrosos, viuda negra y rica (Glenn Close) y un conocido mujeriego (John Malkovich) dispuesto a seducir a una a una recién casada joven y bella, famosa por su estricta moralidad, fervor religioso y felicidad conyugal, Madame de Tourvel. Pero esta vez una regla capital se romperá con funestas consecuencias:dos jugadores se enamorarán.
Stephen Frears, el director de Mi hermosa lavandería (1985), Alta Fidelidad (2000 ) o The Queen (2006), llevó a cabo este magno proyecto de adaptar para el cine la famosa obra de Choderlos de Laclos, escrita en el género epistolar, que ya había sufrido una primera adaptación dramática por parte de Christopher Hampton, guionista del film. La secuencia previa recuerda al espectador que va a asistir a la representación de una ficción; tras presentar a la Marquesa de Merteuil, emblematizada en sus estancias, rodeada de los lujos que conlleva su posición, se procede a vestir a los dos protagonistas, mostrando con todo detalle las diferentes prendas que forman parte de su indumentaria, desde la ropa interior hasta el último encaje y perifollo de sus cabellos.
Una vez caracterizados comienza la función, una ficción cuyo objetivo es demostrar que la felicidad y la vanidad son incompatibles. Dos duros contrincantes se retan sin cuartel, compiten por su destreza en manejar la seducción, el amor o la venganza y las huellas que estos sentimientos dejan en sus víctimas, más débiles, como arma arrojadiza para zaherirse e imponerse uno al otro, con el argumento de que no lo pueden evitar, que pronuncia Velmont, inspirado por la retorcida marquesa que cree tenerlo todo bajo control; el amor es finalmente derrotado por la muerte, que actúa como redentora de quien, considerándose perverso y duro, no es más que una criatura en manos de tan perversa mujer.
Lo que ha comenzado como un drama termina como una tragedia y la sociedad hipócrita que vive de las mentiras y los halagos busca su propia redención castigándola a ella; muchas de las mujeres que ahora le silban e insultan en la ópera, han pasado por la cama de Velmont, aún a sabiendas de que ella era su cómplice y su confidente, porque al parecer tampoco lo podían evitar. Terminada la función la mujer se desmaquilla para enfrentarse a la cruda realidad, sola, despreciada y sin su gran compañero de juegos, perdidas todas sus amistades peligrosas.
Frears juega con un esteticismo radical, unos primeros planos embellecedores que intentan cautivar, y de hecho lo consiguen, al espectador, dejando fuera de su foco, empequeñecidos y desdoradas, víctimas de su propia fragilidad a las mujeres jóvenes, bellas pero inseguras, mientras el centro de la escena lo llena la prima dona, altiva y soberbia, seguida de, quien no ignora que no es más que su fiel cachorro. El lujo y el glamour, que tanto epata a amplios sectores de público que quedaron fascinados con las películas del aristócrata Visconti, disfrutan ahora con los elegantes palacios franceses, las inmensas arañas, las pelucas y los miriñaques. El realizador inglés que tan bien captó las dificultades de los emigrantes en Londres, en su magnífica película 'Mi hermosa lavandería', en la que el joven Daniel Day-Lewis interpreta a un duro gay, asciende desde los infiernos hasta los palacios y parece desenvolverse con holgura en ambos mundos. Una obra maestra absoluta, dijo Boyero en su momento, calificación que parece que, transcurridos más de veinte años, tampoco le molesta.
Al final Valmont le entrega a Danceny las cartas que se intercambiaba con la Marquesa de Merteuil, fundamento del libro de Laclos.
Comentario:
Stephen Frears, el director de Mi hermosa lavandería (1985), Alta Fidelidad (2000 ) o The Queen (2006), llevó a cabo este magno proyecto de adaptar para el cine la famosa obra de Choderlos de Laclos, escrita en el género epistolar, que ya había sufrido una primera adaptación dramática por parte de Christopher Hampton, guionista del film. La secuencia previa recuerda al espectador que va a asistir a la representación de una ficción; tras presentar a la Marquesa de Merteuil, emblematizada en sus estancias, rodeada de los lujos que conlleva su posición, se procede a vestir a los dos protagonistas, mostrando con todo detalle las diferentes prendas que forman parte de su indumentaria, desde la ropa interior hasta el último encaje y perifollo de sus cabellos.
Una vez caracterizados comienza la función, una ficción cuyo objetivo es demostrar que la felicidad y la vanidad son incompatibles. Dos duros contrincantes se retan sin cuartel, compiten por su destreza en manejar la seducción, el amor o la venganza y las huellas que estos sentimientos dejan en sus víctimas, más débiles, como arma arrojadiza para zaherirse e imponerse uno al otro, con el argumento de que no lo pueden evitar, que pronuncia Velmont, inspirado por la retorcida marquesa que cree tenerlo todo bajo control; el amor es finalmente derrotado por la muerte, que actúa como redentora de quien, considerándose perverso y duro, no es más que una criatura en manos de tan perversa mujer.
Lo que ha comenzado como un drama termina como una tragedia y la sociedad hipócrita que vive de las mentiras y los halagos busca su propia redención castigándola a ella; muchas de las mujeres que ahora le silban e insultan en la ópera, han pasado por la cama de Velmont, aún a sabiendas de que ella era su cómplice y su confidente, porque al parecer tampoco lo podían evitar. Terminada la función la mujer se desmaquilla para enfrentarse a la cruda realidad, sola, despreciada y sin su gran compañero de juegos, perdidas todas sus amistades peligrosas.
Frears juega con un esteticismo radical, unos primeros planos embellecedores que intentan cautivar, y de hecho lo consiguen, al espectador, dejando fuera de su foco, empequeñecidos y desdoradas, víctimas de su propia fragilidad a las mujeres jóvenes, bellas pero inseguras, mientras el centro de la escena lo llena la prima dona, altiva y soberbia, seguida de, quien no ignora que no es más que su fiel cachorro. El lujo y el glamour, que tanto epata a amplios sectores de público que quedaron fascinados con las películas del aristócrata Visconti, disfrutan ahora con los elegantes palacios franceses, las inmensas arañas, las pelucas y los miriñaques. El realizador inglés que tan bien captó las dificultades de los emigrantes en Londres, en su magnífica película 'Mi hermosa lavandería', en la que el joven Daniel Day-Lewis interpreta a un duro gay, asciende desde los infiernos hasta los palacios y parece desenvolverse con holgura en ambos mundos. Una obra maestra absoluta, dijo Boyero en su momento, calificación que parece que, transcurridos más de veinte años, tampoco le molesta.
Al final Valmont le entrega a Danceny las cartas que se intercambiaba con la Marquesa de Merteuil, fundamento del libro de Laclos.
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