Objeto de seducción. Michael Lindasay-Hogg

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Ficha técnica:

Título original: The object of beauty
País: Estados Unidos
Año: 1991
Duración: 110 minutos

Dirección: Michael Lindsay-Hogg
Guión: Michael  Linsay-Hogg
Casting: Karen Lindsay-Stewart, Polly Hootkins para Howard Field assoc.(U.K.)
Dirección de Fotografía: David Watkin
Música: Tom Bähler
Edición: Ruth Foster

Diseño de Vestuario: Les Lansdown
Diseño de maquillaje y peluquería: Dorka Nieradzik

Productores: Cary Brokaw y Jon S.Denny
Productor ejecutivo: Cary Brokaw
Productores asociados: Richard Turner, Jane Redman
Diseño de producción: Derek Dodd
Compañías. Avenue Pictures y BBC Films presentan a Jon S.Denny Production

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Intérpretes:

John Malkovich: Jake
Andie MacDowell: Tina
Joss Ackland: Mr. Mercer
Bill Paterson: Victor Swayle
Rudi Davies: Jenny
Jack Shepherd: Mr. Slaughter
Bill Paterson: Vtor Swayleic
Ricci Marnett: Steve
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Sinopsis:


Cuando una pareja acostumbrada a vivir con toda clase de lujos se arruina, se muestra incapaz de renunciar a su habitual ritmo de vida. La única solución para salir del atolladero sería vender una escultura de Henry Moore, pero la mujer no quiere desprenderse de ella en ningún caso. La situación provoca una crisis que hace que la relación de la pareja se tambalee.

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Comentario:

El director, Michael Lindsay-Hogg, es  más conocido como documentalista de rock que como director de cine. Debe su notoriedad a  dos grandes clásicos de la música, 'Let it be' y 'The Rolling Stones Rock and Roll Circus", espectáculo televisivo de la banda de Keith Richards Y Mick Jagger. Otro de sus mayores éxitos fue la serie televisiva "Retorno  Brideshead".

Objeto de seducción/The objetc of the beauty es una reflexión clásica, serena, sin ruidos que interfieran la comunicación con el espectador, al que mantiene expectante y con una motivación alta con un striptease desvergonzado de una pareja burguesa, parásita y ociosa, que consigue que el tiempo transcurra sin realizar ninguna aportación productiva a la sociedad que les da de comer y cuyas esperanzas giran en torno a una pequeña estatuilla de bronce de Henry Moore, un regalo a Tina (Andy McDowell) de un amante ex-marido, al que abandonó por el atractivo e incapaz Jake (John Malkovich) desahuciado por sus propios padres.

Esa figurita insignificante del insigne escultor tiene la virtud de despertar todas las pasiones humanas, desde las más bajas como la avaricia, hasta las más elevadas como la admiración y el amor, que no coincidirán con el estatus de los portadores de estos sentimiento, casi instintivos. La pequeña escultura, muy valorada, será la excusa para contraponer dos mundos: el de la clase ociosa, que tan bien retrató Chaplin, hasta los marginados y excluidos de los suburbios. Entre ambos extremos, una joven sordomuda, la única capaz de valor la belleza del objeto, desconociendo por completo su valor crematístico.

La lujosa habitación del hotel en que se hospedan Tina y Jake es la cara opuesta de la moneda del tugurio en el que habitan la doncella y su hermano, un adicto a las drogas que se corrompe y se destruye en los descampados del ghetto. Mientras los ricos sobreviven a las adversidades, los más débiles, no sólo deben hacer frente a la miseria, el hambre y la enfermedad, sino a los matones que los extorsionan; los poderosos renacen en parte por su fortuna, en parte por el valor de aguantar, sabiendo que hasta los malos tiempos pasarán. La clave reside en que unos tienen crédito y los otros no; a unos  les toleran, cierto tiempo, tarjetas-oro sin fondos, y cheques con menos fondos todavía; los pobres deben trabajar en las peores condiciones y son muy vulnerables ante cualquier acusación de perpetrar un delito contra la propiedad y la integridad física ajena.

Este guión tan sencillo logra mantener la atención casi dos horas, a pesar de la ausencia de  historia. Su núcleo temático es una crisis coyuntural de una pareja, de la que apenas sabemos cómo se formó o cómo se acabará, que sobrevive feliz, a la que se le ha acabado momentanemente el crédito. Pero, mientras ellos se las ingenian para entretener a las víctimas de sus pillajes, otros sufren por la posible pérdida de sus empleos, su prestigio profesional y el de la empresa, y están dispuestos a echar tierra sobre el asunto, en caso de que sea necesario, antes de mancillar el buen nombre de su hotel, que no puede ser objeto de robos.

Todo es tranquilo y sereno, sencillo y con clase y nada desentona, ni la miseria, cuyo emblema es una chica muda que no puede  quejarse de nada y que mantiene a un hermano drogadicto; la  gama cromática se desliza desde los cálidos salmones, vainillas y blancos sedosos de las ricas habitaciones de hotel, hacia los amarillos y marrones claros de la decadencia. En un sitio y en otro domina la calma aparente,sólo alterada por la intervención de quienes intentan devolver la paz a los burgueses sin clase. Lo que importa es que el objeto aparezca y las cosas vuelvan a su orden natural.