Los diez mandamientos. Cecil B.De Mille. Un blockbuster al servicio de la religión



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Ficha técnica:

Título original: The ten commandments
País: Estados Unidos
Año: 1956
Duración: 219 minutos

Dirección:
Guión: Aeneas MacKenzie, Jesse L.Lasky, Jr., Jack Gariss, Fredric M.Frank, basado en Prince of Egypt de Dorothy Clarke Wilson. Basado en los textos de Philo, Flavio Josefo, Eusebio, The Midrash y el Antiguo Testamento
Director de Fotografía: Loyal Griggs, a.s.c.; fotógrafos adicionales: J.Peverell Marley, a.s.c., John Warren. Wallace Kelley, a.s.c.; efectos especiales: John P.Fulton, a.s.c.
Música: Elmer Bernstein
Dirección artística: Hal Pereira, Walter Tyler, Albert  Nozaki
Decorador del set: Sam Comer, Ray Moyer
Edición: Anne Bauchens, a.c.e.

Diseño de Vestuario: Edith Head, Ralph Jester, John Jensen, Dorothy Jeakins, Arnold Friberg
Responsable de maquillaje: Wally Westmore
Estilista de peluquería: Nellie Manley

Productor Cecil B.De Mille
Productor asociado: Henry Wilcoxon
Paramount presenta a Cecil B. De Mille Production

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Intérpretes:

Charlton Heston: Moisés
Yul Brinner: Ramsés
Anne Baxter: Nefretiri
Edward G.Robinson: Dathan
Yvonne De Carlo: Sephora
Debra Paget: Lilia
John Derek: Joshua
Sir Cedric Hardwicke: Sethi
Nina Foch: Bithiah
Martha Scott: Yochabel
Judith Anderson: Memnet
Vincent Price: Baka
John Carradine: Aaron
Olive Deering: Miriam
Douglas Dumbrille: Jannes
Frank De Kova: Abiram
Henry Wilcoxon: Pentaur
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Sinopsis:

Esta versión narra la historia de Moisés (Charlton Heston), favorito de la familia del faraón (Yul Brinner), que decide renunciar a su vida de privilegios para conducir a su pueblo hacia la libertad.La edición especial cuenta con una presentación especial de Cecil B.De Mille.

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Comentario:

Cecil B.De Mille, el ultraconservador republicano y gran colaborador en la caza de brujas del senador McCarthy realizó este gran bloskbuster ad usum del recién creado estado de Israel por deseo de Dios, y de una visión religiosa de la existencia del ser humano, como él mismo declara al presentar la película delante de las cortinas de un escenario en el que se va a representar esta epopeya épica, con una puesta en escena teatral, de acuerdo con los gustos de la época. El realizador se hace una pregunta retórica, que es en si misma una declaración de principios: "¿Debe el hombre regirse por la Ley de Dios o por los caprichos de un dictador como Ramsés? ¿Son los hombres propiedad del estados o son espíritus libres bajo la Ley de Dios?  Pero hay más. Afirma que esta batalla continúa hoy en todo el mundo, mientras que su  intención, confesada,  no era crear una historia sino ser merecedor de la historia inspirada por Dios y creada hace 3000 años.

Pero el cineasta no dudó un ápice en dejar caer todo el peso de la ley humana del césar y limitar la libertad de sus compañeros de profesión, apoyándose en el poder del estado, que con toda probabilidad él creía que obedecía a la Ley de Dios de acuerdo con sus creencias, poder que en la década de los 50 del siglo XX recaía en el senador MacCarthy,  inspirador del Comité de Actividades Antiamericanas, actuando como delator y teórico de la persecución. En el seno del Sindicato de Directores Estadounidenses mantuvo una pugna con el también conservador, pero decente y liberal, John Ford, que le ganó la partida porque gozaba del respeto de sus compañeros que se apoyaban en la primera enmienda de la Constitución Norteamericana.

Ocho años después de la creación del Estado de Israel (14 de mayo de 1948), el cineasta judío crea la epopeya cinematográfica del nuevo estado, en un momento en el que el cine supera a la literatura en la justificación histórica e ideológica del surgimiento de una nación, en la que hasta el momento sus paisanos andaban dispersos por el mundo, desde antes de la creación de Roma (753 a.c.). Las escrituras sagradas ubican a Moisés en torno al año 1250 a.c., momento en que se produce la invasión de los pueblos del mar en Egipto, y lo sitúan en el reinado de Ramses I y Ramses II (que liberó a los hebreos ¿pueblo del mar?). A partir de ahí todo es leyenda sin fundamento histórico, lo que importa poco a los hombres de fe.

La película, de corte teatral, en la que la situación de los personajes dentro del encuadre está muy estudiada, y la decoración de los sets evoca el cartón piedra, llega, en determinados momentos a un grado de infantilismo para el hombre actual, como la cara de flipado que trae Moisés tras hablar con la zarza sagrada en el Monte Sinaí, o los planos de detalle de la huida de Egipto que hacen sonrojar por la extremada candidez y puerilidad que intenta transmitir a un público acongojado que acabará odiando a los egipcios y a sus dioses. Fomento del nacionalismo puro y duro.

Los efectos especiales son importantes para la época, pero sobre todo los grandes movimientos de masas y la crueldad que destila el Antiguo Testamento que atrapa incluso a los ojos infantiles de los niños de hoy, ante un dios cruel e inmisericorde, que envía siete plagas mortales a este pueblo, al que, sin embargo,  por otra parte, se puede engañar con tan solo pintar con sangre una puerta. Si es omnisciente no necesita estas señales, lo conoce todo. Tan preocupados como están los críticos por hacer un seguimiento exhaustivo de cualquier error que pueda cometer  un  cineasta actual que se desvíe un poco de las leyendas antiguas, son muy tolerantes con estas películas que gozan de buenas interpretaciones, una gran movimiento de masas, unos decorados más mediocres, y una falta total de rigor en el desarrollo de los textos que toman como base. Menos criticable son los efectos especiales, muy primitivos, pero aceptables en 1956, en los que un campo de trigo, un buen ventilador y un coloreado de la imagen resultante, puede dar una visión, más o menos creíble de un mar rojo (más bien un pequeño charco), cuyas aguas se abren para dar paso al pueblo elegido, tragándose sin piedad a los pobres soldados, cuya mayor maldad residía en pertenecer a otro pueblo.

Es cierto que fue una de las películas más taquilleras de la historia del cine, pero una inversión de más de 13 millones de dólares en la década de los 50 era una cifra nada despreciable. La recaudación la superó con creces, 80 millones de dólares, lo que es una prueba de que ante todo fue un gran espectáculo. Uno de los detalles más suculentos es la transformación que se opera en Charlton Heston cada vez que habla con Dios, ya sea en forma de zarza ardiendo, haz de fuego, o cualquier otra especie que saliera de la imaginación de Cecil B.De Mille, preocupado por no caer en lo herético y representar, de cualquier forma, a un dios a imagen y semejanza de los humanos. Jesús, que nunca será aceptado como hijo de Dios por los judíos, aún tardaría en nacer, y, cuando lo haga, permitirá a sus creyentes realizar todo tipo de imágenes, no sólo de él mismo, sino de sus padres y todos los santos que lo acompañan. El hombre es idólatra.





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