Una vida en tres días. Jason Reitman
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Ficha técnica:
Título original: Labor Day
País: Estados Unidos
Año: 2013
Duración: 111 minutos
Guión y dirección: Jason Reitman.
Guión basado en la novela de Joyce Maynard
Casting : Suzanne Smith Crowley y Jessica Kelly
Dirección de Fotografía: Eric Steelberg, a.s.c.
Música: Rolfe Kent; supervisor: Randall Poster
Edición: Diana E.Glauberman, a.c.e.
Diseño de Vestuario: Danny Glicker
Productores: Lianne Halfon, Russell Smith, Jason Reitman, Helen Stabrook
Productores ejecutivos: Steve Saklad, Steven Rales, Mark Roybal, Michael Bugg
Diseño de producción: Jason Blumenfeld
Compañías. Paramount Pictures, Indian Paintbrush, Mr. Mudd, Right of Way Films
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Intérpretes:
Kate Winslet: Adele
Josh Brolin: Frank
Gattlin Griffith: Henry Wheeler
Tobey Maguire: Henry de más edad
Dylan Minette: Henry de 16 años
Maika Monroe: Mandy
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Sinopsis:
Jason Reitman, el director de Up in the air , Juno o Young adult, regresa a la gran pantalla con un 'romance' tenebroso y oscuro,una historia de la que ha desaparecido todo atisbo de ironía, entre un fugitivo y una mujer débil, que se pasa el día recluida en casa, Adele (Kate Winslet), de la que debe cuidar su hijo, un joven adolescente de trece años, afectado por la angustia y la ansiedad propias de esta estapa de crecimiento. Henry Wheeler, así se llama el joven, y su madre son abordados de regreso a casa por un desconocido que les convence para que lo acogan en su domicilio; una vez allí desvela su situación de prófugo.
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Comentario:
Siendo sinceros, Jason Reitman, que nos gusto en Up in the air, aunque ya nos había descolocado en Juno, un film muy bien acogido por la crítica, ahora, en su quinta película, nos deja absolutamente desorientados y sin acabar de entender bien qué nos quiere contar con buena caligrafía y mejores intérpretes. Sorprende que Tobey Maguire haya aceptado un papel tan secundario, -apenas unos minutos-, para representar al protagonista/narrador, Henry, adulto; quizás haya entendido algo que se nos escapa. El problema del film no es que sea inverosímil, puesto que las reacciones del ser humano son muy difíciles de encasillar en comportamientos que la sociedad entiende como más generales o 'normales', muchas veces nada aceptables, y no es imposible que una mujer, abandonada por su marido, necesitada de amor, caiga en las redes de un fugitivo apuesto, que mató accidentalmente y cumple condena por ello, pero que es el hombre o el padre que una mujer y su hijo necesitan. Planteamiento algo demodée en 2014, quizás no tanto en la época que representa, 1987, y en ciertos medios burgueses actuales.
Javier Ocaña (¿Rumbo o rumba?. Diario 'El País') emite una de las críticas más duras de una película que muchos han tachado de ridícula: "De acuerdo con Hitchcock en que la exigencia de verosimilitud en el cine es “tan ridícula como pedir a un pintor figurativo que represente las cosas con exactitud". Lo que debe tener el relato es una lógica interna que acabe conformando una historia plausible dentro de sus esquemas básicos, sus subtextos, sus objetivos y sus líneas formales de actuación. Justo lo que no tiene Una vida en tres días, quinta y ridícula película de Jason Reitman. Sobre todo porque además de no poseer lógica interna, la externa es rastrera, con un atraco lacrimógeno tras otro, y un discurso formal de cargante suspense emocional, hasta la abyección de su inverosímil secuencia con cadáver de bebé de por medio." Pero este último aspecto no es compartido por todos, y quizás acierta más Todd McCarthy (The Hollywood Reporter), para quien :""Reitman mantiene un fuerte control sobre todos los aspectos de la historia para evitar que resulte cursi, excesivamente melodramática o demasiado obvia".
En lo que el film resulta torpe y en ocasiones muy chocante es en una edición significativa poco creíble, con flashbacks explicativos confusos que ahondan en el pasado de la mujer y el fugitivo, alguna imagen sorprendente, como la del cadáver del bebé recién nacido, y frecuentes referencias a películas del género romántico, como el amor de tres días de duración de Robert y Francesca en 'Los puentes de Madison' (Clint Eastwood, 1995), o el sensual contacto con la materia de Sam y Molly en Ghost ( Jerry Zucker1990), el barro, en la película que protagonizan Patrick Swayze y Demy Moore, y ahora melocotones maleables, para hacer un jarrón o un pastel a cuatro manos. La tensión emocional entre la madre y el hijo adolescente, incapaz de hacer feliz a una madre de cuya existencia se siente cómplice, al sentirla más débil emocional y económicamente que al padre, que ha formado una nueva familia sólida en una casa lujosa y elegante, está bien lograda.
Un travelling interesante nos introduce en la historia y nos acerca al suburbio en el que viven sus protagonistas, tras atravesar una zona industrial, y nos conduce hasta la casa donde residen Adele y su hijo, una vivienda abandonada, llena de trastos inútiles, en la que escasea el dinero para mantenerla en buen estado, hecho que se hace evidente visualmente (pantalón que se ha quedado pequeño a Henry, viejo coche que arranca con dificultad, algunos billetes de la pensión cobrados en el banco...). Choca, sin embargo, que cualquiera que accede por primera vez a esta vivienda elogia la belleza de la construcción, ante la sorpresa del espectador europeo que desconoce las características del habitat medio norteamericano; lo que si refleja este viejo caserón en su situación actual, que funciona como un espejo, es el estado de melancolía y depresión mental de su propietaria, situación que cambiará tras la llegada de Frank y el intento de fuga de Adele, su hijo y el fugitivo a Canadá, en el que se vacía de su contenido material y resplandece en toda su amplitud, como el alma de la mujer. Cuando finalmente la cámara regresa al hogar, y sin una explicación convincente, ya no vuelve a entrar en su interior, pero el exterior, lleno de flores frescas, no marchitas y sedientas como al principio, evidencian que algo ha cambiado, aunque como todo en la película, no tiene fácil explicación.
Buen trabajo de todo los actores en una historia bien contada, pero mal hilada, lo que dicho así puede resultar incomprensible, pero no lo es. Todos podemos entender los retales sueltos que narran la tristeza de la mujer y la impotencia del hijo para ayudarla, a pesar de lo mucho que se esfuerza. Lo que resulta más complicado es la comprensión de cómo Jason Reitman ha unido estos trozos, el leitmotif de su historia en la que abundan las zonas oscuras y difíciles de entender, incluso para un cinéfilo, consumidor compulsivo de cine. Totalmente de acuerdo con José Arce ("Una vida en tres días" : Ay, que siente caliente.La Butaca.net): " Sí, hay abuso emocional, por supuesto. Pero en el fondo todo trata sobre lo mismo: del amor, que cuando llega así, de esa manera, uno no se da ni cuenta. A todos nos ha pasado, es incuestionable. Chitón."
Beatriz Marítnez capta el espíritu con el que Jason Reitman penetra en el santuario sentimental de Adele: "Reitman se adentra en este espacio doméstico con mucho cuidado, casi sin molestar, recorriendo las estancias desordenadas suavemente, impregnándolo todo con una sutil melancolía, con un estado de ánimo crepuscular y tenue. El director nunca ha sido tan elegante y delicado a la hora de rodar (...) Es su primer drama romántico puro, algo que desconcertará a los fans del director, pero en él no hay nada de humor, nada de cinismo, de intención de realizar una representación generacional o una crítica sociológica. Solo un relato íntimo y privado que se desarolla puertas para adentro, y del que sólo tendrán conocimiento las personas implicadas." ( Una vida en tres días. El erotismo del pastel. Dirigido por..., Marzo 2014). Pura poesía en el comentario de Beatriz
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Comentario:
Siendo sinceros, Jason Reitman, que nos gusto en Up in the air, aunque ya nos había descolocado en Juno, un film muy bien acogido por la crítica, ahora, en su quinta película, nos deja absolutamente desorientados y sin acabar de entender bien qué nos quiere contar con buena caligrafía y mejores intérpretes. Sorprende que Tobey Maguire haya aceptado un papel tan secundario, -apenas unos minutos-, para representar al protagonista/narrador, Henry, adulto; quizás haya entendido algo que se nos escapa. El problema del film no es que sea inverosímil, puesto que las reacciones del ser humano son muy difíciles de encasillar en comportamientos que la sociedad entiende como más generales o 'normales', muchas veces nada aceptables, y no es imposible que una mujer, abandonada por su marido, necesitada de amor, caiga en las redes de un fugitivo apuesto, que mató accidentalmente y cumple condena por ello, pero que es el hombre o el padre que una mujer y su hijo necesitan. Planteamiento algo demodée en 2014, quizás no tanto en la época que representa, 1987, y en ciertos medios burgueses actuales.
Javier Ocaña (¿Rumbo o rumba?. Diario 'El País') emite una de las críticas más duras de una película que muchos han tachado de ridícula: "De acuerdo con Hitchcock en que la exigencia de verosimilitud en el cine es “tan ridícula como pedir a un pintor figurativo que represente las cosas con exactitud". Lo que debe tener el relato es una lógica interna que acabe conformando una historia plausible dentro de sus esquemas básicos, sus subtextos, sus objetivos y sus líneas formales de actuación. Justo lo que no tiene Una vida en tres días, quinta y ridícula película de Jason Reitman. Sobre todo porque además de no poseer lógica interna, la externa es rastrera, con un atraco lacrimógeno tras otro, y un discurso formal de cargante suspense emocional, hasta la abyección de su inverosímil secuencia con cadáver de bebé de por medio." Pero este último aspecto no es compartido por todos, y quizás acierta más Todd McCarthy (The Hollywood Reporter), para quien :""Reitman mantiene un fuerte control sobre todos los aspectos de la historia para evitar que resulte cursi, excesivamente melodramática o demasiado obvia".
En lo que el film resulta torpe y en ocasiones muy chocante es en una edición significativa poco creíble, con flashbacks explicativos confusos que ahondan en el pasado de la mujer y el fugitivo, alguna imagen sorprendente, como la del cadáver del bebé recién nacido, y frecuentes referencias a películas del género romántico, como el amor de tres días de duración de Robert y Francesca en 'Los puentes de Madison' (Clint Eastwood, 1995), o el sensual contacto con la materia de Sam y Molly en Ghost ( Jerry Zucker1990), el barro, en la película que protagonizan Patrick Swayze y Demy Moore, y ahora melocotones maleables, para hacer un jarrón o un pastel a cuatro manos. La tensión emocional entre la madre y el hijo adolescente, incapaz de hacer feliz a una madre de cuya existencia se siente cómplice, al sentirla más débil emocional y económicamente que al padre, que ha formado una nueva familia sólida en una casa lujosa y elegante, está bien lograda.
Un travelling interesante nos introduce en la historia y nos acerca al suburbio en el que viven sus protagonistas, tras atravesar una zona industrial, y nos conduce hasta la casa donde residen Adele y su hijo, una vivienda abandonada, llena de trastos inútiles, en la que escasea el dinero para mantenerla en buen estado, hecho que se hace evidente visualmente (pantalón que se ha quedado pequeño a Henry, viejo coche que arranca con dificultad, algunos billetes de la pensión cobrados en el banco...). Choca, sin embargo, que cualquiera que accede por primera vez a esta vivienda elogia la belleza de la construcción, ante la sorpresa del espectador europeo que desconoce las características del habitat medio norteamericano; lo que si refleja este viejo caserón en su situación actual, que funciona como un espejo, es el estado de melancolía y depresión mental de su propietaria, situación que cambiará tras la llegada de Frank y el intento de fuga de Adele, su hijo y el fugitivo a Canadá, en el que se vacía de su contenido material y resplandece en toda su amplitud, como el alma de la mujer. Cuando finalmente la cámara regresa al hogar, y sin una explicación convincente, ya no vuelve a entrar en su interior, pero el exterior, lleno de flores frescas, no marchitas y sedientas como al principio, evidencian que algo ha cambiado, aunque como todo en la película, no tiene fácil explicación.
Buen trabajo de todo los actores en una historia bien contada, pero mal hilada, lo que dicho así puede resultar incomprensible, pero no lo es. Todos podemos entender los retales sueltos que narran la tristeza de la mujer y la impotencia del hijo para ayudarla, a pesar de lo mucho que se esfuerza. Lo que resulta más complicado es la comprensión de cómo Jason Reitman ha unido estos trozos, el leitmotif de su historia en la que abundan las zonas oscuras y difíciles de entender, incluso para un cinéfilo, consumidor compulsivo de cine. Totalmente de acuerdo con José Arce ("Una vida en tres días" : Ay, que siente caliente.La Butaca.net): " Sí, hay abuso emocional, por supuesto. Pero en el fondo todo trata sobre lo mismo: del amor, que cuando llega así, de esa manera, uno no se da ni cuenta. A todos nos ha pasado, es incuestionable. Chitón."
Beatriz Marítnez capta el espíritu con el que Jason Reitman penetra en el santuario sentimental de Adele: "Reitman se adentra en este espacio doméstico con mucho cuidado, casi sin molestar, recorriendo las estancias desordenadas suavemente, impregnándolo todo con una sutil melancolía, con un estado de ánimo crepuscular y tenue. El director nunca ha sido tan elegante y delicado a la hora de rodar (...) Es su primer drama romántico puro, algo que desconcertará a los fans del director, pero en él no hay nada de humor, nada de cinismo, de intención de realizar una representación generacional o una crítica sociológica. Solo un relato íntimo y privado que se desarolla puertas para adentro, y del que sólo tendrán conocimiento las personas implicadas." ( Una vida en tres días. El erotismo del pastel. Dirigido por..., Marzo 2014). Pura poesía en el comentario de Beatriz
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