Viva la libertad. Comentario.





Hay que agradecerle a Roberto Andò que haya hecho semejante regalo a su público, justo cuando la clase política vive sus horas más bajas, situación a la que contribuye una población, incapaz de entender que sus representantes son hombres como ellos, que los que tiran del carro son menos que los que se dejan arrastrar y que, en ocasiones, se cansan y necesitan volver a sentirse como los demás, rodearse de sus amigos, buscar su tiempo perdido, refugiarse en sus lecturas e incluso realizar algún que otro trabajo físico. Al  principio de la película, el político, un hombre de izquierdas condenado a estar casi siempre en la oposición, (cuando las cosas van bien la gente vota a los conservadores y cuando llegan al borde del precipicio se acuerdan de quienes están en la otra orilla), Enrico formula un pensamiento en voz alta: "la gente vota a ladrones porque son tan ladrones como ellos,  o aspiran a serlo". 

La línea divisoria entre la locura y la necesaria circunspección del político es muy sutil, y los momentos en los que prima la sinceridad, asociada a la pérdida de la razón, la verdad, como cada cual la siente, no son tan radicales como cabría pensar tras leer la sinopsis; en ambas posiciones son los filósofos y los poetas  los rectores del pensamiento de Enrico y su alter ego, desde Cicerón hasta Brecht. Andò hace un film elegante, austero en la forma, de luz empobrecida,  evitantando la ostentación embaucadora y en ocasiones grandilocuente, siempre dentro de una línea que hace inconfundible a lo que él llama 'la oposición', y que todos sabemos que se refiere a la izquierda, que ilusiona a un electorado cansado de luchar, en una Europa de los mercaderes, y que ha comprendido que no puede contribuir a prolongar una etapa de oscuridad con su silencio. Cuando estos políticos comienzan a guiarse por la sinceridad todos comienzan a quedar al descubierto, desnudos, y no sólo políticos y electores, sino periodistas, fieles servidores de rotativos en cuya cabecera figura el adjetivo independiente; el 'hermano loco' de Enrico Oliveri , que desaparece cuando el Secretario General recupera sus fuerzas, saca una conclusión certera: mienten desde el comienzo

Toni Servillo se suma a quienes piensan que "los políticos no se dan cuenta de lo trágica que es su situación." Ahora, dirigido por Roberto Andó, hace el papel de dos hermanos gemelos: un político, que se retira del debate y se refugia con una amiga en Francia, harto de las incomprensiones y de lo estéril de su trabajo, y su hermano, un filósofo bipolar, culto y atractivo, que saca del manicomio (por llamar al psiquiátrico con una denominación que nos retrotrae a las épocas poco correctas a las que hemos vuelto) el partido huérfano de líder, en un compás de espera hasta que éste se recupere, y triunfa plenamente entre el electorado. Se deduce que la gente, consciente de su impotencia, prefiere un payaso que la divierta. Pero, como dice Begoña Piña en el Diario Público :" la depresión que sufre el primero le acerca también a la vida, le hace sentirse como un hombre normal, un hombre con problemas."

Toni Servillo dice algo preocupante, que ya demostró Sabina Guzzanti en ¡Viva Zapatero! (2005): "El cine es un mecanismo fascinante que nos ha ofrecido la posibilidad de hablar de la política sin aburrimiento, con ligereza, desde la comedia". El político, en su proceso de catarsis, al buscar a su amante de la juventud, casada con un cineasta asiático postmoderno, que no cuenta historias en sus películas, busca sin embargo una conexión espiritual  entre la política y el cine: ambos se basan en el genio y el engaño. Si alguien dijo alguna vez que los periódicos eran la oración de cada día de los intelectuales, hoy, dada su opacidad y amarillismo, éstos han sido sustituidos por el cine.

Lo que resulta verdaderamente inquietante es que, si bien en las encuestas la población manifiestan el  desengaño de los electores con la clase política, a la que no  le preocupan sus problemas, mientras los periodistas se centran en las cuestiones que inciden en el aumento de ventas de sus periódicos y que en definitiva les da dinero, -las luchas por el poder en el seno de los partidos-, cuando alguien intenta hacer una reflexión profunda sobre estas cuestiones, acuden unos cuantos espectadores que no precisan profundizar en estas cuestiones porque ya están bien informados, y buscan el solaz en el acierto o desacierto del realizador, en la sala contigüa la gente se amontona ante un título de temática culinaria o  que les haga creer que pronto volverán a un pasado de exceso, apoyado en el desarrollo de burbujas. 

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