Feliz Navidad Mr.Lawrence. Nagisa Oshima
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Ficha técnica:
Título original: Merry Christmas Mr.Lawrence
País: Reino Unido
Año: 1982
Duración: 118 minutos
Dirección:Nagisa Oshima
Guión: Nagisa Oshima y Paul Mayersberg, basado en la novela "The seed and the sower" de Sir Kaurens Van der Post
Casting: Japón: Takashi Ueno; Nueva Zelanda: Diana Rowan
Director de Fotografía: Toichiro Narushima
Música: Ryuichi Sakamoto
Edición: Tomoyo Oshima
Director artístico: Andrew Sanders
Diseñador del set: Masaru Arakawa
Jefe de maquillaje: Anthony Clavet
Peluquería: Glenis Daly
Productor: Jeremy Thomas
Productores asociados: Joyce Herlihy, Larry Parr
Productores ejecutivos: Masato Hara, Eiko Oshima, Geoffrey Nethercott y Terry Clinwood
Diseño de producción: Jusgo Toda
Emon Home Entertainment
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Intérpretes:
David Bowie: Celliers
Tom Conti: Lawrence
Ryulchi Sakamoto: Yonoi
Takrehi: Hara
Jack Tompson: Hicksley
Johnny Ohkura: Kanemoto
Alistair Browning: De Jong
James Malcolm: Hermano de Cellier
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Sinopsis:
En el fragor de la lucha, los hombres pueden llegar a matar sin remordimientos. Pero la presión de la violencia también puede crear vínculos entre enemigos hasta conseguir mezclar los límites de sus conflictos. Java 1942, en un campo de prisioneros japonés se nos muestra el intenso duelo de voluntades entre los comandantes japoneses y los decididos prisioneros británicos. David Bowie interpreta a Jack Celliers, un prisionero de guerra inglés con un espíritu indomable que se convierte en la obsesión de los japoneses. Ryulchi Sakamoto, además de compositor de la banda sonora interpreta al comandante japonés que busca el ideal del Samurái, Yonoi. El coronel Lawrence, amante de la cultura japonesa y conocedor del idioma inglés, será el único que puede entender a ambas partes.
Comentario:
Tremenda película bélica en la que los bandos en contienda son el individualismo feroz en el que se adiestra a los jóvenes del mundo occidental, cuyo paradigma es la educación de los jóvenes británicos en la disciplina inglesa que intenta arrebatarles cualquier sentimiento humano que les debilite con el objetivo de que desarrollen fuertes convicciones que los conduzcan al liderazgo, frente al sentimiento ancestral, gregario y colectivo imperante en las clases dominantes de extremo oriente, representadas por otro modelo radical, estereotipado, el de los japoneses, incapaces de hacer nada individualmente, lo que favoreció que enloquecieran en masa. Entre los dos combatientes se sitúa Mr.Lawrence, un hombre que relativiza todos los dogmas y las creencias ciegas, lo que lo convierte en interlocutor entre ambos bandos. Terminada la guerra, visita a un oficial que trató con dureza a sus compañeros de filas en un campo de oficiales, violando todas las normas de Ginebra, antes de su ajusticiamiento: "Es Ud. una víctima de los hombres que creen tener la razón, como, en otro tiempo, Ud. y el capitán Yonoi estaban convencidos de tenerla. Y lo cierto es que nadie la tiene."
Pero este relativismo desaparece cuando los ejércitos tienen que enfrentarse a un hecho que atenta a la base de la masculinidad que sustenta la institución militar: la presencia de homosexuales en el ejército, no solo entre la soldadesca nipona, que abusa de los prisioneros, sino entre las jerarquías castrenses, entre los que se encuentra Yonoi, (Ryulchi Sakamoto), un comandante generoso y tolerante que pierde los estribos cuando se enamora de Celliers, un oficial británico, interpretado por David Bowie, un militar que aprendió el cinismo en la escuela, donde los jóvenes debían soportar, por principios, la humillación desde que ponían sus pies en el colegio (de élite, como corresponde a una casta económica y social). Su insolencia (besar a Yonoi y ponerlo en evidencia ante todos), es castigada con una pena cruel: es enterrado hasta el cuello hasta que el hambre, la sed, el frío , el calor, el sol o las alimañas acabaran con él. Una vez muerto, el japonés cortará un mechón de sus cabellos y se lo entrega a Lawrence para que lo deposite en el altar de sus dioses y sus antepasados.
Una de las secuencias más dura es la que da comienzo a la película y analiza la idiosincrasia del pueblo japonés, la costumbre de salvar el honor mediante la práctica del harakiri, que en tiempos de guerra tiene una consecuencia negativa derivada: la familia, al tratarse de un suicidio, no cobra indemnización alguna por su muerte. La puesta en escena de este suicidio ritual japonés por desentrañamiento, solemne, protocolario y ceremonioso, al que se obliga a asistir a los prisioneros británicos y a la víctima de la violación por parte del condenado, objeto del castigo, muestra la crueldad de ciertas convenciones arraigadas en un pasado, que ya debía haber sido superado. Ejércitos modernos, material moderno y costumbres atávicas de los sectores nipones más conservadores. Nagisa Oshima, un realizador japonés, nacido en Kioto en 1932, fallecido en enero de 2013, ha dejado un importante legado a los amantes del cine, integrado por películas como 'El imperio de los sentidos' (1976), 'El Imperio de la razón' o la cinta que nos ocupa, que aborda, de manera muy particular, el tema de los campos de prisioneros para oficiales, que, a pesar de la crueldad del trato de que eran objeto, gozaban de una consideración muy diferente a la de los soldados rasos.
Pero este relativismo desaparece cuando los ejércitos tienen que enfrentarse a un hecho que atenta a la base de la masculinidad que sustenta la institución militar: la presencia de homosexuales en el ejército, no solo entre la soldadesca nipona, que abusa de los prisioneros, sino entre las jerarquías castrenses, entre los que se encuentra Yonoi, (Ryulchi Sakamoto), un comandante generoso y tolerante que pierde los estribos cuando se enamora de Celliers, un oficial británico, interpretado por David Bowie, un militar que aprendió el cinismo en la escuela, donde los jóvenes debían soportar, por principios, la humillación desde que ponían sus pies en el colegio (de élite, como corresponde a una casta económica y social). Su insolencia (besar a Yonoi y ponerlo en evidencia ante todos), es castigada con una pena cruel: es enterrado hasta el cuello hasta que el hambre, la sed, el frío , el calor, el sol o las alimañas acabaran con él. Una vez muerto, el japonés cortará un mechón de sus cabellos y se lo entrega a Lawrence para que lo deposite en el altar de sus dioses y sus antepasados.
Una de las secuencias más dura es la que da comienzo a la película y analiza la idiosincrasia del pueblo japonés, la costumbre de salvar el honor mediante la práctica del harakiri, que en tiempos de guerra tiene una consecuencia negativa derivada: la familia, al tratarse de un suicidio, no cobra indemnización alguna por su muerte. La puesta en escena de este suicidio ritual japonés por desentrañamiento, solemne, protocolario y ceremonioso, al que se obliga a asistir a los prisioneros británicos y a la víctima de la violación por parte del condenado, objeto del castigo, muestra la crueldad de ciertas convenciones arraigadas en un pasado, que ya debía haber sido superado. Ejércitos modernos, material moderno y costumbres atávicas de los sectores nipones más conservadores. Nagisa Oshima, un realizador japonés, nacido en Kioto en 1932, fallecido en enero de 2013, ha dejado un importante legado a los amantes del cine, integrado por películas como 'El imperio de los sentidos' (1976), 'El Imperio de la razón' o la cinta que nos ocupa, que aborda, de manera muy particular, el tema de los campos de prisioneros para oficiales, que, a pesar de la crueldad del trato de que eran objeto, gozaban de una consideración muy diferente a la de los soldados rasos.
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