Luciérnagas en el jardín. Dennis Lee




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Ficha técnica:

Título original: Fireflies in the garden
País: Estados Unidos
Año: 2008:
Duración: 95 minutos

Dirección: Dennis Lee
Guión: Dennis Lee
Casting: Ferne Cassel C.S.A.
Director de Fotografía: Danny Moder
Música: Javier Navarrete
Edición: Dede Allen, a.c.e., Robert Brakey
Coordinador de especialistas: Scott Rogers
Director artístico: Timmy Hills
Decorador del set: Carla Curry, SDSA

Diseño de Vestuario: Kelle Kutsugeras
Jefe de Departamento de maquillaje: Carla Palmer
Jefe de Departamento de Peluquería: Melizah Anguiano-Shmidt

Productor: Marco Weber, Sukee Chew, Vanessa Coifman
Co-productor: Philip Rose
Productores ejecutivos: Jere Hausfater, Milton Liu
Diseño de producción: Rob Pearson
Compañías. Productoras: Senator Entertainment, asociada con Kulture Machine,Distribución: Emon.


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Intérpretes:

Ryan Reynolds: Michael,
Willem Dafoe: Charles,
Emily Watson: Jane,
Carrie-Anne Moss: Kelly,
Julia Roberts: Lisa
Ioan Gruffud: Addison,
Hayden Panettiere: Young Jane,
Shannon Lucio: Ryne
Gayden Boyd: Joven Michael,
George Newburn: Jimmy,
Chase Ellison: Christopher,
Brooklynn Proulx: Leslie.

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Sinopsis: 

Los Taylor son una familia media americana, en la que Lisa, (Julia Roberts),  la madre, se ha graduado después de pasar muchos años cuidando de sus hijos. El marido, Charles (Willem Dafoe), es un profesor de Universidad a punto de convertirse en rector. Michael, el hijo mayor es un escritor de novelas románticas, mientras su hermana Rachel, ha sido aceptada en una prestigiosa escuela de derecho. Sin embargo, tras un desgraciado accidente que afecta a la familia, las contradicciones existentes entre ellos harán su relación imposible.

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Críticas:

" La ópera prima de Lee tiene un reparto de primera -a Reynolds se suman Julia Roberts, Willem Dafoe, Carrie-Anne Moss y Emily Watson- y luce un académico manejo del tópico sentimental, pero algo -alguna anomalía que escapa al ojo del crítico- debe de certificar su condición de obra maldita, no estrenada comercialmente en su país de origen y víctima de montajes de emergencia que han cristalizado en metrajes de duraciones diversas. Está, sin duda, por encima de la media de la tv-movie de batalla, pero su manejo de la emoción recurre antes al subrayado que a la sugerencia.(Cuando la literatura es veneno. Jordi Costa. Diario 'El País' 31 de marzo de 2010).

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Comentario:

Dennis Lee representa los conflictos dentro de una familia no muy habitual, en la que el pater es un intelectual que busca progresar en su propio terreno, en el que el prestigio se consigue  con el desarrollo de las habilidades propias de la inteligencia en el medio en el que cada uno se desenvuelve y los éxitos se miden por las recompensas que se obtienen por los esfuerzos en aquello por lo que uno opta, mucho más difíciles de alcanzar que el propio dinero que mueve las voluntades de las masas, fomenta la avaricia y provoca los conflictos sociales. Pero el éxito o el fracaso en el campo en el que juegan Charles, el padre, y Michael, el hijo, puede producir también mucha infelicidad, frustraciones y resentimientos. De esto va esta historia, contada con un diálogo constante entre el pasado y el presente, que en ocasiones se enrevesa tanto que es difícil seguir el relato con interés; subrayado dice Jordi Costa, redundancia parece más apropiado.

Las compensaciones de la actividad creativa son al menos tan grandes como la desazón e inseguridad que produce con frecuencia; Michael es obligado por su padre  a escribir un poema y recitarlo delante de sus compañeros del Departamento de  Literatura de la Universidad, y el hijo preadolescente plagia los versos de otro: Luciérnagas en el jardín de Robert Frost. "Todas las familias se parecen, pero las desgraciadas lo son cada una a su manera", sostenía Leon Tolstoi.

Charles, merecida o inmerecidamente fracasa, tanto en su intento de conseguir un puesto fijo en la Universidad, como en la publicación y ventas de su libro (recordemos lo que le dice la amante de Martín, director de cine en 'Martín Hache', interpretada por Cecilia Roth,  de Adolfo Aristarain, a un padre parecido a Charles: "el triunfo es la línea divisoria entre ser una mierda o un dios"); Lisa, su esposa,  concluida la etapa en la que una mujer se dedica a cuidar de su familia, lucha por conseguir el tesoro que más se valora en su familia, una formación universitaria, y en este medio conoce el amor de un hombre más joven y desprendido que su marido; Michael se venga escribiendo novelas románticas que disgustan a su padre, hasta que decide contar su historia, la de su familia, algo que todos temen y a lo que, finalmente, renuncia.

Es difícil contar una historia así, que sólo los que padecen una situación similar o parecida pueden entender, y que apenas llega al gran público que no se explica cómo gente que  disfruta de un buen nivel de vida, lleva a sus hijos a las mejores universidades, dispone de buenas casas y mejores coches, puede llegar a ser tan infeliz, pero lo cierto es que la mente juega malas pasadas y es muy difícil cambiar. Michael se venga escribiendo bodrios, pero, cuando decide contar la verdadera historia de su familia, a ésta le duele, porque los traumas y las heridas siguen vivas, especialmente tras la muerte de Lisa. Es difícil explicar el resentimiento que motiva la competencia intelectual, del que habla Harold Bloom cuando se refiere a aquellos que se preocupan de quienes sufren la marginación por cualquier causa; se olvida el peor de todos: el que es producto del fracaso, de la incompetencia y de la lucha interior del que crea, y del que fueron víctimas Lisa y su hijo Michael, que finalmente decide guardar sus experiencias para él mismo y no hacer partícipes a sus lectores.

Hay quien dice que Dennis Lee no habla de nada en su opera prima. No lo comparto y se me escapan las razones por las que no se estrenó el film en Estados Unidos y pasó directamente a las parillas de las televisiones, cuando cada día se estrenan bodrios menos interesantes y peor realizados. Será porque es difícil construir tópicos literarios y cinematográficos sobre ciertas formas de ser del hombre que certifican la tesis de Tolstoi, y los estereotipos se dan en círculos muy restringidos, cuyas experiencias constituyen la extradiégesis que complementa el discurso cinematográfico, y su carácter, por tanto, es meramente subjetivo y escasamente clasificable.


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